martes, 27 de diciembre de 2011

EL CEREBRO Y LA MENTIRA


                                               ¿Qué nos ha pasado?
En otros tiempos no muy lejanos vivíamos de una manera muy diferente a la que vivimos hoy: teníamos más tiempo para nosotros, para disfrutar de nuestra vida personal, nos divertíamos más, el estrés era una palabra que casi no se utilizaba. Muchas de las enfermedades que hoy conocemos no existían  entonces.
Hemos cambiado mucho. Si volvemos la vista atrás nos daremos cuenta de que muchas cosas han mejorado, pero muchas otras se deterioraron de una manera impresionante. Quiero referirme a los valores que  tienen una influencia importante en nuestra salud.
Con la vida que llevamos en los días de hoy, estamos en constante competición. Competimos con todo que se mueve, incluso con nosotros mismos. Si uno está  conduciendo  y  alguien  le adelanta, éste se enfada  y encuentra  la manera de recuperar el puesto que ocupaba en la carretera poniendo en peligro su vida y a la de los demás; si alguien quiere incorporarse a  la vía con su coche por delante de nosotros, aceleramos y no dejamos que entre;  los niños ya no respetan  a los mayores, ya no respetamos a los ancianos,  ya no respetamos a nadie, tampoco a nosotros mismos.
A cada momento en los hospitales ingresan personas con cuadros  de  coma etílico. Cada vez es más frecuente ver a  personas que utilizan el alcohol de manera irresponsable bebiendo hasta perder sus facultades. Eso es una tremenda falta de respeto por la vida.
Nos faltamos al  respecto cuando  comemos  sin control ingiriendo grandes  cantidades de comida  con el peligro de desarrollar una obesidad.  Beber compulsivamente proporciona  la misma clase de agresión al organismo, pero con sus particulares consecuencias.
¿Qué nos ha pasado?  
Si nos piden que enumeremos sin pensar  3 cosas buenas y 3 cosas malas  que  nos  pasaron  el año  anterior, estoy convencido de que las malas las recordaremos sin problemas, pero las  buenas tendremos que pensarlas  un poco más.
¿Por qué somos tan negativos?
El ser humano es capaz  de  mentir e incluso  de perjudicar a otras personas con la  mentira sólo para salirse con la suya o para decirse a sí mismo que  ha ganado la batalla. Es triste que hayamos llegado a un nivel de sociedad  tan mediocre. Muchas veces vemos casos de personas que hablan mal de otras llegando incluso a hacer daño con sus palabras, poniendo a la persona referida en situaciones comprometedoras o dañando su imagen. Lo que resulta interesante es que  en  la mayor parte de los casos,  aquellos  que se dedican a contar mentiras y  hablar mal no conocen  a  las personas de las que hablan  y tampoco saben si lo que están diciendo  es verdad.  En otros casos  ni siquiera han visto a esta persona en la vida. Seguro que nunca se han preguntado por qué lo hacen. “Es que me han dicho”…

Investigadores del Instituto Nacional de Ciencias radiológicas en Inage – Ku en Japón  han identificado las áreas del cerebro que procesan las emociones como la envidia  y el placer ante las desgracias y el dolor ajenos. Los resultados que fueron publicados en la revista Science (una de las revistas científicas  más importantes del mundo), muestran que los sentimientos de envidia se procesan en la región asociada al dolor físico.
Los autores del trabajo que fueron dirigidos por el Dr. Hidehiko  Takahashi,  descubrieron que los sentimientos de envidia estimulaban la corteza cingulada anterior dorsal, la misma región asociada con el dolor físico. Mientras que el sentimiento de regocijo en el mal de otros desencadenaba actividad en el estriado ventral, que procesa las recompensas. Los resultados también mostraron que estas señales de recompensa eran más intensas cuando algo malo  sucede  a las personas que los sujetos envidiaban. 
¿Por qué perdemos nuestro  precioso tiempo  atravesando las fronteras de la  libertad de los demás  y  preocupándonos con cosas que no nos incumben? ¿Por qué  no hacemos al revés y  hablamos  bien de las personas mismo sin  conocerlas?  ¿Por qué no nos alegramos de las alegrías ajenas? ¿Por qué no miramos las cosas positivas de los demás? ¿Por qué no miramos y valoramos las cosas  buenas  de nuestras vidas? ¿Por qué no nos dedicamos a ser verdaderamente felices?
Cuando estamos tranquilos con nosotros mismos somos más felices, además de que hacemos que todo sentimiento negativo hacia nosotros y hacia los demás desaparezca. Las mismas áreas del cerebro que actúan en el entrenamiento físico  para proporcionarnos bienestar, son las que actúan cuando estamos felices. Es cierto que hay muchas personas que creen ser felices hablando mal de los demás; sólo hace falta ver el nivel de programas de TV que tenemos actualmente. En estos casos en concreto estas personas por lo menos ganan dinero(es un personaje),  lo  que en mi opinión sigue siendo despreciable,  pero en el caso de las personas que lo hacen por puro placer desprestigiar,  me parece triste. La envidia y la difamación, además, no son nada saludables: dañan más al que la comete que al injuriado. De hecho dicen que “la envidia corroe”.

Estoy seguro de que nuestro mundo sería mejor incluso más seguro si nos  comportáramos con los demás de manera más honesta. Siempre vemos los problemas partiendo de los demás hacia nosotros. ¿Por qué no vemos los problemas partiendo de nosotros hacia los demás?  Si lo hiciéramos estoy seguro  de que la sorpresa sería muy grande.
Las personas que ya tuvieron la oportunidad de ayudar a los demás, mismo en forma de caridad, después de haberlo hecho habrán sentido una sensación de bienestar, una  tremenda  relajación, además de una agradable tranquilidad.  Eso es estar bien con uno mismo. En mi opinión  es  tener  paz interior: ésta es la verdadera felicidad.

martes, 20 de diciembre de 2011

LOS MÚSCULOS, EL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD

Ante los avatares de la vida reaccionamos de las más diversas maneras y  muchas veces nos preguntamos cómo ha sido posible semejante respuesta a dada situación. En realidad pensamos que nos conocemos y que tenemos todo controlado, pero en algunas situaciones las cosas se nos van de las manos y es cuando nos preguntamos: ¿qué está pasando?
Al  ocurrir esto nos damos cuenta de que no controlamos nuestras reacciones frente a los problemas,  frente al peligro, o frente a  las situaciones consideradas estresantes.
De cara a  esa clase de panorama tenemos tres caminos: el del control, el del autocontrol  y el del descontrol. En el del control podemos controlar la situación, pero sin controlarnos  a nosotros  mismo. En el del autocontrol  nos controlamos  a nosotros mismo y, por consecuencia, la situación. Y si la situación es incontrolable, habremos  ganado, pues mantenerse cuerdo en una situación extrema es un logro. El del descontrol es cuando no controlamos nada. 
Es sabido que tanto el estrés como la ansiedad  son  estados muy  negativos que siempre vienen acompañados de una serie de desequilibrios fisiológicos que pueden hacer mucho daño al organismo si se perpetúan durante mucho tiempo.  
Ante una situación estresante se activa la hormona del estrés. Siguiendo órdenes del hipotálamo y de la pituitaria, las  glándulas  suprarrenales  liberan grandes cantidades de cortisol. En el caso de que esas cantidades sean demasiado altas, la memoria puede verse afectada.
El sistema nervioso simpático se hiperactiva, el ritmo cardíaco y el respiratorio se aceleran, el pulso y la presión sanguínea aumentan y los pulmones se hiperventilan haciendo que la sudoración crezca.
Cuando hay  una situación de estrés o ansiedad el cuerpo sufre y mucho, sobre todo el sistema cardiovascular por los frecuentes cambios de solicitación cardiaca. Son estas experiencias negativas las que hacen  que el cuerpo reaccione de una manera emergente. A menudo suele ocurrir  que las  personas que tienen ansiedad muchas veces se pierden dentro de este problema antes mismo de plantearse buscar ayuda.
Los síntomas del estrés son muy parecidos a los de la ansiedad.
En el caso de la ansiedad,  cuando  ésta  existe  el cerebro hace que haya una respuesta automática del  sistema nervioso con la finalidad de ponernos a salvo.
Algunos  síntomas relacionados con la ansiedad  son  la sudoración, la taquicardia, las palpitaciones, la sensación de nudo en el estómago y de pérdida de control, falta de aire, el  pulso y la presión sanguínea elevados,  la hiperventilación pulmonar...  Hay como  otros 30 síntomas relacionados.
Son síntomas de huída o evitación cuando  el peligro es evidente. El cerebro envía estos estímulos  cuando existe un peligro real, pero el problema mayor aparece cuando el mismo cerebro empieza a utilizar estos síntomas como una reacción normal ante  las mínimas adversidades del individuo, e incluso frente a situaciones normales que no entrañan peligro alguno pero que son percibidas como amenazantes por la persona, desarrollando un trastorno de ansiedad  (ataques de pánico, fobias, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, etc).
Tanto en los casos de estrés como en los de ansiedad, se libera una ingente cantidad de adrenalina en los  músculos. Ésta  adrenalina  hace  que  la musculatura se tense  mucho  dejando así los músculos  preparados para reaccionar ante cualquier estímulo que se identifique como  peligroso.
En la relación con la ansiedad o el estrés es importante saber que  al  lado  del hipotálamo está localizado el núcleo basal de la estría terminal que es la parte del cerebro que se encarga de prolongar el estado de alarma y es responsable de la aparición de la ansiedad  patológica. Por otra parte  el centro de control de las  emociones y de las respuestas primarias  está localizado en la amígdala.
Las personas que padecen estrés o ansiedad deben buscar ayuda, pero sobretodo deben ayudarse a sí mismas. Existen varias formas de tratar ese problema, cada caso es una historia completamente diferente. De todos los tratamientos, uno de los que más me llaman la atención es el basado en el ejercicio físico. Según el estado del sujeto se debe aplicar el ejercicio en función de su individualidad y siempre respetando  sus posibilidades físicas y psicológicas. Lo que  está claro es que si les proporcionamos actividades aeróbicas  para dar estímulos cardiovasculares controlados, podremos así estimular el sistema nervioso parasimpático y contrarrestar los efectos de la hiperactividad del simpático en los momentos de estrés.
Además, con  trabajos específicos de tonificación muscular,  podremos controlar los estímulos negativos proporcionados por la liberación de adrenalina que tensan los músculos haciendo que las fibras musculares vayan perdiendo su flexibilidad. De otra parte, con un buen entrenamiento podemos estimular el hambre, pues el estómago también es afectado en los casos de estrés o ansiedad. El cuerpo destina recursos para  identificar los peligros externos y producir respuestas. Por ese motivo se reduce las actividades en otras funciones no relacionadas con la alerta como la digestión.
La actividad física también puede controlar la sudoración negativa ocasionada por el estrés comentado anteriormente. Con el trabajo aeróbico se entrena el músculo cardiaco dejándolo preparado para cualquier estímulo negativo  manteniendo controlado el ritmo cardiaco,  el respiratorio y su hiperactividad. Es posible controlar el pulso,  la presión sanguínea y la hiperventilación de los pulmones disminuyendo y controlando la sudoración.
La actividad física es uno de los mejores fármacos que existen, pues si la practicamos,  hablaremos por un lado de prevención  y por otro de hacer con que el cuerpo recupere su estado de normalidad y que podamos tener calidad de vida.
De otra parte con la actividad física podremos tener un  buen  estado de ánimo. Aunque una persona esté bajo una gran situación de estrés, si ésta practica actividad física podrá defenderse de una manera muy efectiva  contra  los efectos nocivos que el estrés provoca. Existiendo  un entrenamiento físico adecuado, la persona en cuestión probará  efectos diferentes a lo que experimentaría padeciendo  estrés. Mientras el sujeto entrena, su organismo  realiza  una importante  liberación de endorfinas y  serotonina  por parte del hipotálamo y de la glándula pituitaria. Estos  neurotransmisores  son fundamentales para el bienestar, para el ánimo y para el control de la depresión.  Cuando se entrena también es  liberada  la  oxitocina que  es la hormona que disminuye el miedo y estimula la calma. Por otra parte se reduce la liberación del cortisol y en consecuencia se controla el estrés. Además, la práctica de la actividad física puede tener una acción sociabilizadora, muy útil en los casos más graves en los que el individuo ve afectada su vida normal y tiende a aislarse.
Anteriormente me he referido a los trabajos de tonificación y cardiovasculares, pero también podemos y debemos tener en cuenta otras clases de actividades para la mejoría de la calidad de vida en casos de estrés y  ansiedad como son las diferentes técnicas de relajación. Estas actividades también pueden ser  efectivas. Hay que estudiar cada caso y tener en cuenta varios factores como el estilo de vida, actividad que desarrolla, motivo por lo que padece estrés o la  ansiedad y el  nivel de estrés que padece.
Normalmente cuando un paciente acude a la consulta por un cuadro de ansiedad o estrés, casi siempre se contempla la posibilidad de tratarle con fármacos (antidepresivos y ansiolíticos), lo que en muchos casos está bien; pero existen otras vías de tratamiento muy útiles como la actividad física, que curiosamente produce los mismos efectos en el organismo que estos medicamentos. Una de las diferencias es que los fármacos son necesarios pero son paliativos, mientras que el ejercicio hace parte del estado natural del ser humano, estimula de manera natural las sustancias químicas del organismo  para su autodefensa y además es una actividad que promueve el autocontrol, la superación personal  y  la autoestima, siendo una manera activa de hacer frente a la enfermedad. Si se continúa con la actividad física, el cerebro reconocerá esta situación como la normal y los controles del estrés y la ansiedad se harán de una manera natural, no dejando que ese estado afecte al organismo y que tampoco altere nuestro estilo de vida.
De todas formas, es de suma importancia que estemos atentos a las informaciones que nos da nuestro cuerpo y que  respetemos nuestras posibilidades y límites.  Cuando empecemos  a  perder  el control de la situación con  cierta frecuencia, no debemos  dudar en buscar ayuda profesional.      


martes, 13 de diciembre de 2011

HACEMOS LO QUE VEMOS NO LO QUE ESCUCHAMOS

A la hora de analizar nuestro modo de aprender, tenemos que evaluar varios factores a tener en cuenta, pues recibir una información  visual o auditiva no quiere decir  que ésta sea  asimilada o  entendida. Cuando estamos viendo algo, las imágenes nos hacen testigos de una situación y éstas pueden o no quedarse  grabadas en nuestra memoria visual. Todo  depende de la atención,  interés y necesidad que tengamos en dicha información. Cuando escuchamos algo, elegimos las informaciones que nos interesan de  manera que hacemos una selección de lo que es pertinente o no  ser grabado.
Lo que está claro es que la información que nos llega  tanto a través de los estímulos visuales como de los auditivos,  terminará en el lóbulo temporal,  que es la parte del encéfalo que procesa la memoria.
Hace unos años participé en una investigación en el Departamento de Neurología de la Universidad de California en la que el objeto de estudio eran los efectos de las informaciones  recibidas  de manera auditiva y visual. Hicimos un experimento práctico con personas que practicaban actividad física.
Se trataba de una clase colectiva de tonificación muscular donde no había coreografías,  solo ejercicios, y en la que los alumnos ya conocían  los movimientos básicos de esa clase. Indicamos  a los monitores que  les explicaran estos mismos  ejercicios antes de ser realizados. Una vez terminada la explicación, tenían que proceder a su ejecución colectiva. Sin embargo, la instrucción para los monitores era hacer en la práctica una clase dirigida totalmente diferente de lo que había sido explicado a los alumnos, utilizando movimientos distintos que éstos no conocían. Los monitores tenían que hacer la clase conjuntamente con los alumnos.
Durante la primera  semana que duró esta parte del experimento, los protocolos fueron los mismos. Por parte de los alumnos no se planteó ninguna pregunta, además de que seguían disfrutando de la clase igual que antes como si nada hubiera pasado.
En la semana siguiente el reto cambió. Los profesores explicaban a los alumnos los ejercicios  y  acto seguido se dedicaban a su práctica, pero esta vez haciendo  lo mismo que habían  explicado y además los monitores no les acompañaba ni siquiera para empezarlos, solo intervenían en el momento de los cambios de ejercicios. Los alumnos tenían que hacer la clase solos.
 Muchos de ellos  paraban en la mitad del ejercicio y tenían que ser animados por el profesor a continuar el trabajo, otros paraban para preguntar si lo hacían bien, otros estaban constantemente en tensión por si cambiaba la pierna que se trabajaba. Eso sí, de manera unánime y sin previa comunicación entre ellos, toda la clase pasó a observar a uno de los alumnos y a utilizarlo como referencia. Era la alumna más aventajada del grupo,  la que nunca faltaba a las clases. Era la persona a la que la profesora siempre utilizaba como ejemplo de todas las explicaciones.  Esta alumna pasó  sin quererlo a ejercer un  liderazgo de emergencia en este momento.
En definitiva, la segunda parte del experimento generó una tremenda inseguridad en el grupo, lo que nos hizo comprobar que los alumnos hacen lo que ven no lo que escuchan.
Después de estos resultados, nos hemos  dedicado a analizar  el porqué de dicha reacción por parte del grupo.
En actividades grupales donde existe una línea  a  seguir,  las personas necesitan de un direccionamiento que les determine un patrón de comportamiento. Dicho patrón debe  facilitar al máximo las informaciones que son  emitidas  al grupo  para que la asimilación  sea   más rápida.  Tratándose de actividad física, el aprendizaje  a través del movimiento es tremendamente más rápido y dinámico que a través de la explicación verbal, aunque esta última también sea importante. Todo movimiento es una información visual, y el hombre piensa básicamente en imágenes. Por otra parte cuando nos están  explicando  algo, nuestro cerebro va traduciendo a imágenes esa información para poder procesarla.   
Por otro lado, las personas siempre necesitamos una referencia, y  tratándose de  una clase de gimnasia colectiva, existe la preocupación de estar dentro del grupo, de no ser diferente, de no desentonar, además de seguir el entrenamiento. En la primera parte de este experimento el profesor era el líder y la referencia a la vez.
En la segunda parte del experimento las informaciones no eran visuales, sino teóricas. Por otra parte, estos alumnos ya conocían el trabajo que debían hacer  y  en teoría no deberían  tener ningún problema para el desarrollo de la actividad solicitada, pero aún así de una manera inconsciente buscaron  un líder  que  les ayudase a cumplir  la tarea asignada.
En el proceso de aprendizaje, el imitar es  parte de la condición humana.  En los primeros años de vida utilizamos este patrón de comportamiento y a medida que nuestro cerebro se desarrolla, aprendemos a utilizar más patrones. Durante el proceso de aprendizaje, el lóbulo temporal se encarga de memorizar los estímulos visuales y auditivos que recibimos, y el córtex pre frontal se encarga de predecir cuándo esa información será necesitada.
El aprendizaje por imitación es el método básico que se utiliza en la enseñanza de coreografías.
Este  aprendizaje va asociado además  a la habilidad desarrollada por el sujeto. Si nos referimos a una clase de gimnasio, existirá un tiempo predeterminado para que se materialice dicha coreografía. Normalmente ese tiempo es de 60 minutos, que es la duración de una clase de ese tipo salvo excepciones. Se asocia la música a los movimientos, lo que facilita bastante el aprendizaje  pues la música además de ser el elemento  principal para que exista una coreografía, es capaz de hacer liberar emociones. 
En una coreografía las progresiones didácticas son de extremada importancia, pues es la herramienta que utilizan los profesores para que sea  más fácil y rápida la  enseñanza  para los alumnos. Se van añadiendo pasos de una manera didáctica para que los participantes vayan asimilando  los movimientos.
Evidentemente la asimilación de los movimientos será más fácil para unos que para otros, dependiendo de su habilidad, de su experiencia y de su interés.
Una vez terminada la clase y pasadas algunas horas,  muchos de estos alumnos no se acordarán de la coreografía en su totalidad; otros se acordarán de por vida.  Pero lo que sí está claro es que cada vez que estos alumnos escuchen la música de la coreografía  en la radio, se acordarán de la clase en cuestión, aunque  eso no quiere decir que se acuerden de los movimientos.
En estos casos en concreto, hablo de memoria selectiva. Hay personas que buscan las clases de baile porque les gusta  bailar, hay otras que quieren desconectar del estrés de su trabajo, otras que les gustaría tener un poco más de soltura pero tienen  claro  que  nunca subirán en un escenario, otras que se apuntan a esa clase de actividad porque sus amigos asisten. De todos estos ejemplos, los que seguramente nunca se olvidarán de las coreografías aprendidas en cada sesión son los del primer caso.
Elegimos para almacenar en nuestro banco de datos lo que verdaderamente nos interesa. No importa si recibimos la información por vía auditiva o visual, si la información es pertinente a nuestro interés, la guardaremos, y puede que no la olvidemos de por vida.  
Si hablamos  de un trabajo coreográfico a nivel de espectáculo, el enfoque puede cambiar, pero no el objetivo final.
Me acuerdo de mis tiempos como coreógrafo en los que utilizaba varias herramientas para el aprendizaje de las combinaciones de movimientos. Cuando empezaba una nueva coreografía, después de haberla enseñado a mis bailarines, desarrollaba con ellos un  trabajo de memorización de la misma. Éste consistía en escuchar la música  que utilizaríamos  repasando la coreografía en la cabeza, pero sentados y  sin ninguna clase de movimientos. Es una técnica de visualización inducida  muy útil para memorizar los movimientos y sincronizarlos con la música. Lo hacíamos una y otra vez hasta que todos los participantes de dicha coreografía tuviesen  los movimientos grabados en la cabeza. En este caso  utilizaba con ellos  un protocolo de imitación,  repetición y sincronización (movimiento / música). 
Cuando se aprende una coreografía, los sentidos auditivo y visual deben   estar en plena sincronía. Mientras se aprende  se recibe una cantidad inaudita de estímulos, pues el cerebro debe de descodificar cada movimiento que está siendo enseñado. Al mismo tiempo que existirá una música que será combinada con esa coreografía y sincronizada con los movimientos de todos los participantes. El encéfalo recibe estos estímulos que son analizados por el hipotálamo (sensaciones),  lóbulo occiptal (visión), lóbulo  parietal (visión y distancias), lóbulo frontal (músculos) y finalmente el lóbulo  temporal (memoria). Una vez procesada la información, ésta será enviada al cerebelo y éste la enviará al tronco del encéfalo, que a su vez devolverá estos estímulos a la médula y de ahí a los músculos, produciendo el movimiento.
Bailar es un extraordinario estímulo neuromuscular, al que además a través de la música se añade un estímulo auditivo.
Hemos tardado dos meses para preparar esta coreografía (movimiento / memoria / música / sincronización)

martes, 6 de diciembre de 2011

LOS MÚSCULOS FACIALES, LA SONRISA Y LA EMPATÍA

Estamos acostumbrados a oír que es importante trabajar los músculos de todo el cuerpo para tenerlos  educados y entrenados pudiendo así  aumentar  nuestra calidad de vida.  Esa  regla también deberíamos  aplicarla  a los músculos de la cara. 
Existen cerca de treinta músculos asociados a la expresión facial, que controlan los ojos, la cara y la boca. Estos músculos tienen su origen en los huesos del esqueleto facial y se unen a los tejidos blandos de la piel, como los párpados, nariz, mejillas y labios.  En total, hay diecisiete músculos risorios.  Algunos músculos abren mucho los orificios faciales; otros, poco, y otros los cierran.  Todos los músculos de la cara están recorridos por ramos de dos nervios principales: los nervios faciales derecho e izquierdo, que nacen en el tronco encefálico. Estos ramos del nervio facial controlan los movimientos musculares de la cara.
Como todo músculo del cuerpo que se debe entrenar, cuanto más ejercitemos esta musculatura más tono muscular estaremos proporcionando a esta zona del cuerpo. Al contrario que los demás músculos, no hace falta ir al gimnasio para que ese entrenamiento se produzca, basta que mejoremos nuestra expresión facial y que cambiemos  nuestra actitud frente a la vida.  A  veces es difícil mantener un  constante  estado de optimismo y positividad debido a los avatares de la vida, pero tampoco debemos tumbarnos ante el primer contratiempo que se nos presente. Ante cualquiera que sea la  situación, una sonrisa nunca vendrá mal.
La expresividad facial es algo que contribuye y  mucho a la calidad  de los  músculos de la cara debido a sus constantes movimientos.  Las personas expresivas son más  comunicativas  y  en muchas situaciones no  necesitan pronunciar palabras para comunicarse debido a su fácil lenguaje facial.  De una manera general las personas expresivas tienen la sonrisa fácil.
Si hablamos desde un punto de vista estético, las personas de risa fácil siempre aparentan menos edad y tienen mejor tono, además de que disminuye significativamente el riesgo de sufrir un ataque al corazón. Ejercitar los músculos faciales es una manera  inteligente de  hacer que la piel no pierda su flexibilidad. Es como  un “lifting” natural.
En cuanto al  funcionamiento del cerebro, mientras sonreímos los músculos de la cara son controlados por el sistema nervioso autónomo, más precisamente por los nervios parasimpáticos. Mientras desarrollamos esta clase de expresión facial, si la risa es sincera, se envía una información al encéfalo que a su vez bloquea los impulsos nerviosos  que viajan por  todo el cuerpo a través de los nervios hasta el cerebelo. Éste se conecta con el hipotálamo y esa información vuelve en forma de bienestar. Son liberados algunos neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas, además de algunas hormonas como la oxitocina.  De ahí el sentimiento de relajación  y  tranquilidad  que  sentimos después de una buena risa o carcajada. La cosa no termina ahí, pues una buena carcajada puede ser  contagiosa.
Con una sonrisa sincera se pueden conseguir muchas cosas.
Por otro lado, la risa provoca el mismo efecto que el ejercicio físico moderado. Abre el apetito, además de reducir el estrés y mejora el funcionamiento del sistema inmune.
Un equipo de investigadores norteamericanos ha constatado en un estudio que la risa produce cambios en dos hormonas relacionadas con el apetito: la leptina y la grelina,  y que aumenta el hambre de la misma forma que lo hace el ejercicio físico moderado. La presente investigación se une a un amplio conjunto de estudios que demuestran el poder de la risa para mejorar la salud humana, tanto físico como mental.
Investigadores de la “Loma Linda University” de Estados Unidos han descubierto que las carcajadas pueden provocar el mismo efecto en el organismo que el ejercicio repetitivo.
Según los científicos, estos resultados sugieren que la risa puede causar ciertos cambios en nuestro organismo, lo que podría aprovecharse para el desarrollo de futuros tratamientos para personas que no pueden hacer ejercicio  físico, pero que tienen que aumentar el apetito.
Está comprobado que la risa es uno de los mejores inhibidores del miedo y del estrés. La risa estimula un estado fisiológico muy positivo, pues es capaz de relajar nuestra musculatura y de provocar un cambio inmediato en nuestro estado anímico. Mientras nos reímos  contraemos  el abdomen a la vez que trabajamos el diafragma de una manera muy efectiva. La risa incluso  es capaz de producir desbloqueos emocionales.
Un gran ejemplo de los efectos positivos de la risa es el trabajo que realizan los “Doctores de la risa”, que son los profesionales que se dedican a ir a los hospitales  de una manera altruista para animar a los niños que están enfermos. Ha sido comprobado que el resultado de ese proyecto es increíblemente satisfactorio para los niños. Mientras estos profesionales están en la  habitación del hospital, la sonrisa de estos pequeños es incomparable.  Después de la visita de los “Doctores de la risa”, los niños ingresados  disfrutan de una subida de ánimo indescriptible. Ello conlleva una recuperación mucho más rápida.    
La sonrisa también es capaz de producir empatía.  Está comprobado científicamente que cuando la sonrisa es verdadera, esta es capaz de  producir los mismos efectos neuronales tanto en las personas que sonríen como en las que reciben la sonrisa. Cuando entramos a comprar en una tienda y somos  recibidos con una sonrisa verdadera, nos sentimos casi como en casa y en muchos casos compramos más. Cuántas personas que conocemos  en un  momento dado de nuestras vidas,   que al principio no nos parecen  agraciadas  y después de la primera sonrisa nos hacen cambiar de opinión,  y  pasado  algún tiempo,  las vemos como las  personas más guapas del mundo.  
No es lo mismo sonreír desde de dentro que desde fuera.
La sonrisa verdadera tiene efectos mágicos.
Si hablamos del  medio  profesional, no es lo mismo trabajar en un entorno positivo que en  uno hostil.  Cuando se disfruta de un ambiente laboral con  buena comunicación,  el  rendimiento es más significativo. En el aprendizaje, si en el  ambiente  reinan  la calma y  la sonrisa, se pueden asimilar los conocimientos con mayor facilidad.
Gran cantidad de buenos negocios se cierran fuera de los despachos, muchas veces bebiendo una cervecita y echando unas buenas risas. Hemos descubierto que el ambiente libre de tensión es más saludable, además de  productivo.
Desde luego se consigue un mejor rendimiento ante la calma y la positividad que ante el estrés.
La sonrisa es el vehículo más rápido de la empatía.    
Ojo!!! Hay  otra clase de  sonrisa: la de las apariencias.  Con esta última los efectos empáticos son nulos, además de que los procesos neuronales que ocurrirían en el otro caso dejan de existir en éste.   
El ejemplo más claro de la fuerza de la sonrisa está en los bebes. La única expresión innata  del ser humano es la risa. Nos reímos mismo estando dentro de la barriga de nuestras madres.  La empatía que provoca la risa de un bebe es inexplicable.
Siendo así,  por qué nos complicamos tanto la vida con cosas innecesarias.