La introducción de las
unidades de actividad física en los hospitales y clínicas es un hecho que crece
a cada día en muchos países. Son innúmeras las evidencias científicas que
comprueban la efectividad del ejercicio físico como apoyo a un tratamiento, para
un tratamiento, en la recuperación o
para la prevención de las enfermedades, pero es importante puntualizar que para
que estas unidades realmente funcionen con
una gran efectividad, no basta con sólo introducir algunos movimientos en forma
de ejercicio para que los pacientes se muevan, ni tampoco con enseñarles tablas de ejercicios y
supervisarles. Es ésta una
cuestión bastante más profunda de lo que
muchos puedan imaginar. Siempre digo que las enfermedades no tienen nada que ver con la salud, pero el gran reto
es hacer que las dos se fusionen
haciendo que la primera desaparezca. Llevo más de 10 años creando e introduciendo unidades de tratamiento de
enfermedades por medio de la actividad física, principalmente en hospitales de
Estados Unidos, Inglaterra, y últimamente en Noruega. En un principio haciéndolo
de manera privada como asesor (PhD), y después a través de SIMPH MEDICAL
FITNESS INSTITUTE con las UEFE® (Unidad
de Entrenamiento Físico para Enfermedades), siempre obteniendo resultados muy satisfactorios en la
aplicación de los más distintos protocolos para el desarrollo de las terapias con
actividad física. Es fundamental resaltar que el concepto de unidades de
tratamiento vía ejercicio que tenemos y que introducimos en los países en los
que operamos es muy completo. Va mucho más allá que una pequeña sala dentro de un hospital. El concepto de las unidades
que creamos es el de verdaderos gimnasios enfocados a personas con patologías,
algunas incluso con piscina semiolímpica. Muchos de los que estáis leyendo este artículo estaréis
pensando que eso no puede ser posible, pero os aseguro que no sólo es posible sino además muy lógico y necesario, pues la primicia
principal de esta clase de tratamiento es alejar al paciente al máximo del
clima de un hospital. Los ejercicios nunca deben ser aplicados por
profesionales que lleven los típicos pijamas hospitalarios o batas que utiliza
el personal sanitario, pues esto es totalmente
contraproducente.
La ropa deportiva es la más adecuada, y además
hemos comprobado con estudios que los niveles de serotonina de las
personas que han participado en el programa subían al desarrollar el
entrenamiento con un profesional que utilizaba ropa deportiva; en
contrapartida, los pacientes asocian el pijama sanitario a los fármacos, a sus
enfermedades y, lo peor, al dolor.
A este respecto hemos
desarrollado un interesante estudio con algunos de los participantes del
programa de actividad física para el tratamiento de enfermedades. Constituía un grupo de 60 participantes, siendo 20 varones de edades comprendidas entre
45 y 55 años, y 40 mujeres de edades comprendidas entre 30 y 60 años.
Se ha procedido a
recoger la saliva de los 60 pacientes antes de empezar el programa con
profesionales (entrenadores) que llevaban pijamas blancos y lilas. Al concluir
la sesión, hemos repetido la operación. Las dos tomas de saliva de los
participantes eran analizadas cada día durante una semana. En la semana siguiente, hemos
procedido de la misma manera, con el
mismo tipo de entrenamiento, de procedimientos, y con los mismos profesionales
(entrenadores), pero utilizando ropas deportivas.
Profesionales
utilizando pijamas.
Al analizar los
niveles de cortisol en saliva, hemos comprobado que todos los participantes del
estudio, antes de empezar la sesión, tenían niveles de estrés muy aceptables.
Sin embargo, estas mismas personas al terminar la sesión, poseían niveles de estrés totalmente diferentes con
respecto al inicio de la actividad. En un 65% de estas personas hemos
comprobado que los niveles de estrés se habían disparado a una clasificación no
aceptable, un 30% de ellos tuvieron una elevación moderada, y el 5% restante no
presentó una alteración significativa.
Profesionales
utilizando ropas deportivas.
Al analizar el
cortisol en saliva de las mismas personas en la segunda semana, hemos podido
comprobar que en un 25% de los participantes, los niveles de estrés se habían
alterado de una manera inapreciable; no obstante, en un 75% de ellos, estos niveles habían bajado de manera significativa.
No contentos, hemos querido ahondar en el porqué de tal hecho. Hemos seguido con el
estudio durante dos semanas más, pero suprimimos los test de saliva, y
procedimos a estudiar el cerebro de 10 de los participantes vía resonancia
magnética, justo aquéllos que tuvieron los cambios de ACTH (hormona del estrés)
más pronunciados en la segunda parte de estudio, aquéllos en los que más bajaron
los niveles de cortisol al tener a un profesional aplicando los programas de
actividad física con ropa deportiva. La segunda parte del estudio ha sido realizada con la utilización de los
pijamas hospitalarios por parte de los
profesionales. Todas las personas presentaron mapas muy parecidos en su cerebro.
En todas ellas se podían apreciar las “zonas cerebrales del dolor”.
Se apreciaban las
zonas del tálamo (encima del cerebro primitivo), el lóbulo parietal
(información sensorial), sistema líbico (procesos emocionales), corteza
cerebral (parte de la razón). Este descubrimiento nos ha hecho pensar que los
pijamas hospitalarios en la práctica deportiva alteran los niveles de ACTH en
los pacientes, debido a que les provocan una asociación directa con el dolor.
Desde luego, si a un proceso de recuperación de alguna enfermedad o durante el
tratamiento de la misma hay presencia de estrés, la enfermedad se hace más
fuerte, pues éste inhibe el sistema inmunológico. Al llegar datos
negativos al cerebro, ya sea en forma de estrés, o de malos
recuerdos o experiencias, éste analiza y toma las decisiones más pertinentes
para la protección del cuerpo. El cerebro construye el dolor en base al
análisis de los datos que recibe, pero también de las experiencias y del
aprendizaje.
Desde nuestro punto de
vista, el profesional más indicado para desarrollar este servicio es el
profesor de educación física especializado en tratamiento de enfermedades vía
ejercicio físico. Desde nuestra experiencia, el trabajo en equipo es lo más
importante para que se logre una recuperación activa de pacientes que hagan
parte de esta clase de programas. Y por supuesto los médicos siempre deben dar el visto bueno para que los pacientes
puedan hacer parte de los programas de recuperación activa vía ejercicio físico.
Las reuniones entre profesionales de las más distintas áreas son frecuentes, se
estudia cada caso de manera aislada, y todos tienen mucho que aportar; hay que
recordar que lo importante es el paciente y su salud. Es fundamental hacer que el paciente se
sienta sano, aunque no sea así, que quiera sentirse fuerte, además de
proporcionarle una de las herramientas principales para su recuperación, que es
la autoestima. Estas unidades son fundamentales, pues proporcionan herramientas
indispensables para una recuperación activa en los pacientes.
Antes de crear una unidad, ya sea
en un hospital, en un gimnasio, o en un hotel, entrenamos a todo el personal implicado: médicos, fisioterapeutas, enfermeros,
profesores de educación física, nutricionistas, etc. Todos deben trabajar al
unísono, compartiendo informaciones y conocimientos sobre cada caso.
Es muy importante puntualizar que los cambios neurofisiológicos que
sufren las personas enfermas dentro de la práctica de la actividad física son
innúmeros. Dicho esto, hay que tener muy en cuenta el estado anímico y el lado
psicológico del paciente, ya que según este estado y la gravedad de la enfermedad,
se puede
alargar mucho la recuperación de la persona afectada por la patología.
De otra parte, no podemos olvidar
que las defensas de estas personas muchas veces están bajo mínimos, a lo que hay que añadir el
componente de estrés que generan todas las enfermedades; éste se manifiesta en
forma de miedo o de preocupación, y ahí tendremos un gran problema para obtener
el éxito deseado en el tratamiento. Éste es uno de los principales motivos por
los que el personal sanitario debe estar
muy bien entrenado para tratar con los pacientes que harán parte de dicho
programa. Nunca debemos tratarles como enfermos, aunque lo sean; no cuesta nada sonreír a un paciente;
no cuesta mirarle a los ojos al hablarles; no cuesta escucharles aunque sea por
un minuto, aunque nos apremie la inexistencia de tiempo; no cuesta
transmitirles un poco de paz y tranquilidad, mismo estando dentro de un
hospital.
La actividad física es una
herramienta fundamental para lograr la recuperación de una enfermedad, mismo en la prevención, pero debe ser muy bien aplicada, sobretodo en casos como
éstos. De no ser así, podrá perder su efectividad y los resultados pueden ser
muy negativos, y en algunos casos incluso perjudiciales. El ejercicio físico
equilibrado y bien aplicado, además de elevar los niveles de serotonina,
endorfinas, oxitocina, etc., reduce el ACTH (hormona del estrés), y es capaz de
eliminar a los radicales libres.
De otra parte, los radicales
libres también están directamente relacionados con muchas enfermedades como la
Fibromialgia, el Cáncer, la Arteriosclerosis, etc., estando también
relacionados con otros procesos biológicos como la vejez. Estos fenómenos
de oxidación por radicales libres están en el origen de muchas enfermedades (1). Dicho esto, es muy importante
recordar que la actividad física también puede producir radicales libres.
El problema ocurre
cuando la producción de radicales libres supera la capacidad del organismo de “antioxidar”,
generando con ello un desequilibrio que tiene como resultado el estrés
oxidativo y, en consecuencia, el daño celular. Eso puede ocurrir con la gran ingesta de
fármacos derivada del tratamiento médico necesario en el proceso, pero también por
una vida alimenticia mal enfocada donde el consumo de los alimentos ácidos
superaba al de los alcalinos, y también por la práctica desequilibrada
del ejercicio físico, máxime en casos de personas que padecen o que han padecido alguna enfermedad, y teniendo en cuenta que
algunas de ellas nunca han practicado ejercicio físico en su vida. Sus defensas
estarán bajas y tendrán una energía limitada para la práctica del ejercicio
físico. Un protocolo mal aplicado podría tener efectos muy negativos.
Por este motivo la sincronización y
adaptación de la aplicación de la actividad física tanto a la patología como a
la individualidad de la persona es de lo más importante en estos casos pero, para poder hacerlo, es necesario tener un gran conocimiento tanto
de la enfermedad como de la práctica del ejercicio físico, al mismo tiempo que
es fundamental conocer a la persona la que se aplica el tratamiento. La nutrición
deportiva aplicada al tratamiento de enfermedades también es de suma
importancia. En el caso de
SIMPH MEDICAL FITNESS INSTITUTE, aplicamos la NDE® (Nutrición
Deportiva para Enfermedades).
Para desarrollar esta
clase de tratamiento, es imprescindible controlar la aplicación de la actividad
física dentro de la enfermedad, así como saber establecer las recomendaciones sobre la
cantidad y la intensidad de actividad física pertinente e ideal para el
tratamiento.
(1)El
blog del Dr.
Sergio Simphronio LA ACTIVIDAD FÍSICA Y
EL ESTRÉS OXIDATIVO