martes, 20 de enero de 2015

EL ENTRENAMIENTO CELULAR


Haciendo un paralelismo entre los tiempos actuales y los tiempos pasados percibimos que, pese a la poca infraestructura y pocos avances que había hace 30,40, o 50 años, los niños de entonces nos poníamos bastante menos enfermos que los de hoy. Recuero que no queríamos estar enfermos para poder salir a jugar al fútbol con los compañeros y, en presencia de algún resfriado, que era la enfermedad más común en aquellas épocas,  los pocos días que nuestras madres nos decían que nos quedáramos dentro de casa nos enfadábamos mucho, pues teníamos la sensación de que nos estábamos perdiendo algo. Cuando nos resfriábamos seguíamos jugando al fútbol con los amigos en la calle, y lo más interesante es que casi no tomábamos fármacos, salvo que fuera alguna anomalía más importante. Para un simple resfriado, nuestras madres preparaban sus pócimas milagrosas aprendidas de sus madres que consistían en cosas naturales como un té de ajo caliente, miel y limón calientes, té de canela y cosas por el estilo. Estos remedios eran aplicados por la noche y al día siguiente ya estábamos recuperados. El estilo de vida que llevábamos era simplemente genial, teníamos una alimentación muy sana, hacíamos mucho ejercicio físico, estábamos siempre en movimiento. El estrés era algo que afortunadamente yo no conocía, y desde luego en aquellos tiempos se daba muy poco espacio a la posibilidad de tener una enfermedad.
El estrés es uno de los mayores impulsores de las enfermedades, puesto que la liberación del ACTH es capaz de inhibir el sistema inmune.
Cada día billones de células mueren, al mismo tiempo que otros billones  se reproducen. Cada tres días el sistema digestivo renueva sus células; cada siete días las células de actina se renuevan, y cada catorce días las de miosina; cada treinta días se renuevan las células del miocardio.  Pero ante la existencia de estrés, todo el proceso de renovación celular se bloquea debido a  que el sistema inmune se inhibe a causa de la liberación de la ACTH (hormona del estrés).
La ACTH apaga el sistema inmunitario. Por ello, en la presencia de estrés, una persona pierde muchas células,  mermando su calidad de vida de una manera muy importante. En otras palabras, se detiene  el crecimiento del cuerpo. Al mismo tiempo, con la inhibición del sistema inmunitario, la energía del cuerpo se debilita de manera sustancial, lo que facilita que los virus  actúen con mayor facilidad.
En nuestro caso, casi nunca nos poníamos enfermos, y cuando ello ocurría nos recuperábamos con tremenda facilidad. Éramos muy activos físicamente, además de que en aquellos tiempos era inaceptable que un niño pasase el día dentro de casa.  No conocíamos los ordenadores, tampoco los videojuegos. Las hamburgueserías casi que no existían y el consumo de azúcar era muy bajo. Durante el día se gastaba muchísima energía, y la obesidad no era una preocupación.   
La clave de nuestra buena salud era el ejercicio físico. El ejercicio físico es capaz de proporcionar una gran cantidad de estímulos que incitan a nuestro cuerpo a reaccionar de manera positiva de cara a cualquier anomalía, y que pueden ser claves en la defensa del organismo frente a una enfermedad más importante.   Y no me canso de decir que la práctica de actividad física nos proporciona una gran liberación de neurotransmisores que se encargan de inhibir el cortisol (hormona del estrés), además de estimular otros neurotransmisores que nos ayudan a tener tranquilidad, alegría y más ganas de hacer ejercicio y de movernos; estos neurotransmisores también pueden ser estimulados  por vía del pensamiento positivo y de la buena energía. La química del cerebro puede ser alterada por el pensamiento, tanto positivo como negativo y, cuando ello ocurre, experimentaremos las mismas sensaciones emocionales que nos son proporcionadas cuando hacemos ejercicio  o cuando estamos enfadados, deprimidos o desanimados. 
En nuestro caso, queríamos estar siempre bien de salud para poder estar con los amigos en la calle,  y ese pensamiento positivo que teníamos,  junto con el amor y la seguridad que nos transmitían nuestras madres y su convicción al confeccionar aquellas formidables pócimas, fomentaban una aceleración de nuestra recuperación.  Las ganas que teníamos de estar bien para poder salir a la calle jugar superaban a cualquier sensación de miedo por estar enfermo. 
De otra parte, yo jugaba al fútbol mismo estando resfriado, y lo único que ocurría era que al comienzo del partido me sentía un poco congestionado,  pero después de la primera carrera detrás del balón ya casi no me acordaba de que estaba enfermo. La ingente entrada de oxígeno que se producía en mi organismo, fomentaba un gran auxilio en la lucha de mis defensas en contra de los virus que estaban en mi cuerpo, al mismo tiempo que al practicar ejercicio físico, los niveles de cortisol bajaban y se fomentaba la estimulación de una gran cantidad de hormonas y neurotransmisores que proporcionan bienestar e inhiben el estrés. Se fomentaba la liberación de enormes cantidades de Dopamina.
La Dopamina es un neurotransmisor  que tiene como funciones principales proporcionar energía mental, mejorar la atención, controlar los impulsos, la motivación, la determinación,  el movimiento, la memoria, las recompensas agradables, el comportamiento y la cognición, la atención, el sueño, el humor, el aprendizaje, etc. Y, entre varias otras cosas, es un neurotransmisor predominante en las áreas del sistema de recompensa mesolímbico: respuestas de euforia y de la estimulación en el cerebro.
Dentro de una enfermedad, desafortunadamente la primera medida que viene a la cabeza de las personas es la ingesta de fármacos, muchas veces sin la prescripción de un facultativo. En los países considerados de “primer mundo”, esta adicción supera límites inimaginables. Hoy en día, al mínimo estornudo de un niño, los padres, como precaución a un posible resfriado, les proporcionan fármacos a sus hijos. Pero el abuso de fármacos puede traer consecuencias negativas. El uso excesivo de una sustancia puede llevar a la adicción.
Es importante recordar que la adicción, no importa cuál, proporciona muchas perturbaciones cognitivas.  Los sistemas cerebrales, los neurotransmisores, los sistemas de recompensa mesolímbico (principales vías del sistema nervioso central), son cruciales en el desarrollo de las manifestaciones  adictivas.
Los neurotransmisores son las sustancias químicas naturales que se responsabilizan de la actividad cerebral: de las emociones, de la motivación, de los instintos, etc. Son sustancias fundamentales en el orden del estado de  ánimo, pudiendo  provocar euforia o inapetencia. Los estados de excitación extrema, provenientes de conductas de estimulación como practicar  ejercicio físico de manera desmesurada o la utilización de drogas,  afectan a los neurotransmisores de manera que el cerebro pasa a producirlos en exceso. Estos cambios pueden ser nefastos y contribuyen de manera significativa  a un desequilibrio bioquímico.
El entrenamiento de las células:
En el desarrollo de una enfermedad, la detección del virus o patógeno que la compone es complicada, ya que éstos pueden evolucionar rápidamente produciendo adaptaciones con el fin de penetrar en el sistema inmunitario pudiendo así infectar con éxito a sus huéspedes. Para superar este problema, son  desarrollados en el organismo múltiples mecanismos que reconocen y neutralizan dichos patógenos.
Podemos entrenar nuestras células vía ejercicio físico. Según el estímulo que proporcionemos a nuestro cuerpo, nuestras células responderán de una manera o de otra, y la forma en la que nuestras células se comportan nos facilita una mejor o peor calidad de vida.
Tras la práctica del ejercicio físico se producirá un daño muscular microscópico. Este daño implica la ruptura del sarcómeros (unidad anatómica y funcional del músculo estriado), y de las membranas, lo que facilitará una inflamación,  que es la consecuencia de una respuesta inmunitaria del organismo frente al daño ocasionado. Las células inmunitarias, como por ejemplo los leucocitos, actúan y hacen que aumente el flujo sanguíneo hacia el área dañada, y éste hace que lleguen más nutrientes y más oxígeno a las zonas dañadas para poder eliminar los radicales libres, como por ejemplo el lactato.
Al practicar actividad física dentro de una enfermedad, el equilibrio químico de la célula (la homeostasis celular) se rompe. La homeostasis es la estabilidad orgánica. Con el desequilibrio de la homeostasis, se produce un cambio en el medio químico de la célula alterando así su función fisiológica en el control de los órganos. Los órganos reaccionan en contra del estrés con el fin de controlar la homeostasis y por consiguiente sus funciones orgánicas.
Éstos son los cambios homeostáticos  durante la actividad física: elevación de la temperatura corporal, aumento de la acidez en la sangre, caída del oxigeno contenido en los líquidos corporales, incremento del dióxido de carbono, entre otros. Al recibir estos desórdenes, las células cambian sus funciones para adaptarse al ejercicio físico. Estos ajustes ocurren en el corazón, en los pulmones, en el páncreas, en los  músculos, y los huesos. Todo este desequilibrio temporal ocurre constantemente en nuestro organismo, sobre todo  con la práctica de la actividad física, y dentro de un proceso de enfermedad es beneficioso porque hace reaccionar a las células de manera muy positiva.
En la práctica de ejercicio físico, siempre debemos ver el cuerpo desde dentro hacia fuera, y no desde fuera hacia dentro. Cuando hablamos de prescribir ejercicio físico para tratar o para ayudar a tratar  las más distintas enfermedades, sea un resfriado, la diabetes, la obesidad, el cáncer, etc., en realidad estamos hablando de entrenar las células para que éstas cambien su modus operandi, haciendo que el organismo reaccione de forma positiva para propiciar una mejoría en la salud de la persona afectada.
Pero para que estos beneficios se produzcan, es necesario dar tiempo a las células para su adaptación. Como un ejemplo, la obesidad: no sirve de nada que una persona pierda una gran cantidad de peso de manera rápida y en un corto espacio de tiempo si sus células no se han adaptado a la nueva situación.  Para que los cambios pasen a hacer parte de nuestras vidas, las células necesitan tiempo para su readaptación. Es necesario que la nueva situación se repita una y otra vez, y que nuestro cerebro recalcule y mecanice los nuevos estímulos transformándolos de acción de conducta a rutina. Este cambio puede tardar entre 18 a 260 días, según la persona, además de que es necesario que las nuevas tareas se automaticen durante una media de 60 a 70 reincidentes días (ejercicio, alimentación equilibrada, consumo de agua diario equilibrado, horas de descanso, etc.).
Tanto en el caso de la obesidad, como en el de la diabetes,  es fundamental dar una especial atención a la enzima AMPK,  que es un regulador metabólico y auxilia a los músculos en el consumo de azúcar y de oxígeno. Al hacer ejercicio físico se  estimula la acción de la enzima  AMPK. Una de las actividades de dicha enzima es auxiliar  el  aumento  del consumo de  azúcar  y de oxígeno en los músculos. Si estas enzimas dejan de existir en el organismo de una persona por falta de movimiento, ésta tendrá un menor nivel de mitocondrias, que son la central de energía de las células, y eso dificultará la absorción de glucosa en el momento en el que desarrolle algún tipo de actividad como hacer ejercicio. Al hacer ejercicio físico, los niveles de mitocondrias en los músculos aumentan de manera significativa.
¡El ejercicio es la mejor medicina!
En la existencia de un mínimo de energía, hacer ejercicio físico dentro del proceso de una enfermedad es importante, pues éste es capaz de activar el organismo de manera notable, y de esa forma, las defensas también son activadas, cosa que acelerará la recuperación.
Otro de los motivos importantes para la práctica de actividad física durante una enfermedad, es que el ejercicio físico acelera la necesidad de rehidratación. Normalmente las personas, desafortunadamente no tienen la costumbre de beber las cantidades recomendadas de agua  durante el día, y menos cuando están enfermas. Para que se fomente un “entrenamiento celular” de una manera  satisfactoria, es fundamental que exista un inmejorable aporte hídrico.
El agua compone la mayoría de las células de nuestro cuerpo, es la parte más grande de nuestro sistema sanguíneo y linfático,  desarrolla una función primordial transportando alimento y oxígeno a las células y  desechando intrusos y desperdicios. Limpia nuestros riñones de substancias tóxicas;  balancea nuestros electrolitos  ayudándonos  a controlar la presión sanguínea; nos provee de los minerales que  necesitamos  tales como magnesio, cobalto y cobre.(1) 
Hay muchos casos en los que una mala hidratación y la falta de actividad física pueden hacer que los radicales libres tarden mucho en eliminarse del organismo, sobre todo si esta situación  se acompaña de otros hábitos perjudiciales (dietas inadecuadas, adicción a las drogas, tabaco, alcohol, la utilización excesiva de fármacos, el sedentarismo) y si además se padece alguna enfermedad. Frente a esta situación, las células intentan defenderse de varias maneras antes de ponerse enfermas. Una de esas maneras es la acidosis metabólica. Las células retienen agua con el fin de solventar la situación ácida dentro de su entorno, y eso ocasiona una subida importante en el peso corporal al mismo tiempo que en el volumen de la persona (retención de líquidos).  Ante esta situación, la actividad física gana una especial relevancia puesto que, al mismo tiempo que produce una importante alteración en la situación de acidosis vivida por las células, alteración promovida por la gran entrada de oxígeno en el organismo, es capaz de controlar la retención de líquidos producida por las células como respuesta a dicha situación ácida. Hemos de recordar que son los pulmones y los riñones los que regulan el estado ácido/básico del cuerpo.(2)
La mejor manera de entrenar las células es moverse, y a la vez de estimular el cerebro.






(1) LA IMPORTANCIA DEL AGUA EN NUESTRAS VIDAS - El blog del Dr. Sergio Simphronio
(2) EL EJERCICIO FÍSICO ES LA MEJOR MEDICINA El blog del Dr. Sergio Simphronio