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viernes, 3 de julio de 2015

HACER EJERCICIO FÍSICO PARA GANAR SALUD, DORMIR BIEN PARA QUE EL CEREBRO ESTÉ EN FORMA.


“La vida es una lucha constante en contra de la acidez” (MENKEN)

Todo el funcionamiento de nuestro organismo depende de las células, por ello, es de suma importancia que mantengamos el entorno celular muy limpio. Al existir algún tipo de anomalía celular en la que el producto final sea alguna clase de enfermedad, es muy importante estar atentos a los niveles de acidez existentes en el organismo. Además de la importancia de mantener limpios  nuestros filtros (Pulmones, Riñones, Hígado), es primordial que intentemos mantener dentro de nosotros un ambiente celular alcalino. Pero estas recomendaciones también son importantes cuando nos referimos a nuestro cerebro. El mejor momento para que nuestro cerebro efectúe su limpieza eliminando los radicales libres existentes, es durante el sueño. Al acostarnos el cerebro incita la liberación de la “Melatonina”. Ésta actúa en el sistema nervioso central y se encarga de estimular nuestro somnífero natural haciéndonos dormir.

Cuando nos acostamos tras un día intenso de trabajo o de entrenamiento físico, el cerebro envía un mensaje a la médula espinal para que nuestros movimientos sean paralizados, al mismo tiempo que las células cerebrales se desconectan para repararse. Unas sustancias químicas naturales limpian los desechos de la actividad de estas células cerebrales, al mismo tiempo que se formarán otras. Sin estos servicios de limpieza, análisis y reparación, el cerebro no podría funcionar a pleno rendimiento; de ahí la importancia de dormir las suficientes horas para que nos sintamos descansados y para que el cerebro pueda hacer su trabajo de restauración. Por ese motivo se recomienda a las personas que tengan la costumbre de dormir  poco, de salir por la noche con mucha frecuencia,  de beber de manera desmedida, y que además utilizan  drogas,  que cambien sus hábitos de vida, pues de seguir así estarán acortando su existencia. Con el descanso dormimos, y al dormir soñamos. El sueño es una de las actividades más importantes que el cuerpo realiza. Durante una vida normal, somos capaces de pasar 6 años soñando. Dicen algunos expertos que la actividad cerebral es tan intensa mientras dormimos que el sueño es mucho más que una distracción para el cerebro, es parte de la acumulación de los recuerdos.

Margaret Tatcher se ponía en marcha con sólo cuatro horas de sueño; en cambio Albert Einstein necesitaba once horas. Esto se debe a que existe una variante genética, de nombre ABCC9, que es la responsable de hacer que las personas portadoras de ese gen sientan más necesidad de dormir que otras. Por ello, es importante tener en cuenta que más que la cantidad, la calidad del sueño es lo que va nos facilitar una buena renovación en todos los sentidos.

Si privásemos a nuestro cuerpo del sueño y lleváramos esta situación al límite, el cerebro sencillamente nos desconectaría. Mientras soñamos consolidamos el control que tenemos sobre nuestros músculos. La fase del sueño en la que más aprendemos es la fase “MOR” (Movimiento Ocular Rápido).  En esta fase del sueño hay tanta actividad cerebral que el flujo sanguíneo se duplica en esta zona.

Es fundamental tener en cuenta que durante el día nuestro cerebro tiene una actividad intensa, pero cuando dormimos esa actividad se multiplica. Desde luego, dicha actividad se intensifica debido a los desafíos que se nos presentan en nuestro día a cada segundo. Ante cualquier situación que provoque estrés (ya sea en forma de estrés fomentado por el de ejercicio físico, un estrés agudo en algún momento de nuestro día, o bien un estrés crónico en el caso de alguien que ya esté enfermo; bien en los trabajos de coordinación motora o en la danza, donde la adaptación muscular y articular al movimiento deben ser efectuadas de una manera muy rápida, etc.), el cerebro siempre buscará la mejor manera de solventar ese desafío con el fin de mantener el cuerpo a salvo. 

Un interesante estudio realizado por dos Universidades americanas (Drexel y Northwestern), ha revelado que existen líneas de actividad cerebral que funcionan antes de que nos enfrentemos a un problema, y estos comportamientos están relacionados con diferentes tipos de preparación mental que nosotros podemos ocasionar. Somos capaces de prepararnos mentalmente para buscar soluciones utilizando diferentes maneras de pensar: analítica, intuitiva, imaginativa, creativa. Lo que resulta interesante, es que nuestra elección hará que la actividad cerebral varíe en función del tipo de pensamiento que desarrollemos. Como un ejemplo, las personas que frente a un desafío piensan que no van conseguir superarlo, no lo hacen.

Nuestra actividad cerebral es algo simplemente increíble, y según los estímulos que fomentemos, esa actividad se incrementará de una forma muy significativa, principalmente dentro de la práctica del ejercicio físico. Con la práctica del ejercicio físico la temperatura del cuerpo se eleva, pero la del cerebro también, y esa siempre fue una de las grandes incógnitas del cerebro: su sistema de refrigeración. Si no tuviese refrigeración, nuestro cerebro se sobrecalentaría al igual que cualquier máquina. De ser así su temperatura interna subiría 1 grado a cada 5 minutos. A los 10 minutos sin refrigeración empezaríamos a sentir desorientación, a los 20 minutos daños permanentes, y al cabo de 50 minutos, si la temperatura subiera 10 grados más, nos moriríamos. Por ese motivo, el cerebro siempre debe trabajar a una temperatura óptima. De ahí la importancia del oportuno aporte hídrico durante todo el día.  

Sabemos que de camino al corazón, la sangre se enfría a través del sudor de la cara en la frente y se desplaza por las arterias abandonando la cabeza y disminuyendo así su temperatura y enfriándola. Tenemos más de 15.000km de vasos sanguíneos en el cerebro. Las investigaciones sobre la temperatura del cerebro y su refrigeración hasta el momento han llegado a este punto, por lo que quizás sea esta la manera que el núcleo tenga de conservar su temperatura ideal.  Aunque nos encontremos practicando actividad física a altas temperaturas o compitiendo bajo un sol de 40 grados, el cerebro tendrá una asombrosa capacidad de refrescarse.

Siempre que practicamos ejercicio físico, el equilibrio químico de la célula (la homeostasis celular) se rompe. La homeostasis es la estabilidad orgánica. Con el desequilibrio de la homeostasis, se produce un cambio en el medio químico de la célula alterando así su función fisiológica en el control de los órganos. Los órganos reaccionan en contra del estrés con el fin de conseguir la homeostasis y controlar las funciones orgánicas.

Éstos son los cambios homeostáticos durante la actividad física: elevación de la temperatura corporal, aumento de la acidez en la sangre, caída del oxígeno contenido en los líquidos corporales, incremento del dióxido de carbono, entre otros. Al recibir estos desórdenes, las células cambian sus funciones para adaptarse al ejercicio físico. Estos ajustes ocurren en el corazón, en los pulmones, en el páncreas, en los músculos, y los huesos. Todo este desequilibrio temporal ocurre constantemente en nuestro organismo, sobre todo con la práctica del ejercicio, y dentro de un proceso de enfermedad es beneficioso porque hace reaccionar a las células de manera muy positiva, una de las razones por las que es tan importante que las personas enfermas practiquen ejercicio.

En la práctica de ejercicio físico, siempre debemos ver el cuerpo desde dentro hacia fuera, y no desde fuera hacia dentro¹.

Los mecanismos de refrigeración del cerebro durante la práctica de ejercicio físico fomentan radicales libres, y ahí surge el importante papel del sueño. Estando libre de problemas de salud, toda la actividad desarrollada durante el día será procesada durante la noche mientras la persona esté durmiendo, momento en que se producirá la eliminación de los radicales libres del cerebro; pero surge un gran problema cuando las personas se preocupan demasiado con cosas que no merecen dicha relevancia. Mismo que hablemos de una enfermedad muy importante, ese estrés innecesario puede desencadenar ansiedad, depresión y miedo, y es justamente ahí cuando el cerebro tiene que buscar soluciones para intentar poner el cuerpo fuera de peligro, pues estos síntomas emocionales son capaces de inhibir por completo el sistema inmunológico, sea un practicante de deporte o no. Estas situaciones de estrés que están tan bien aceptadas socialmente, pueden ocasionar una gran cantidad de descontroles neurofisiológicos, entre ellos la falta de sueño, cambios en la actividad cerebral, alteración en la acumulación de los recuerdos, la posibilidad del desarrollo de acidez en el organismo y en el cerebro ocasionando una gran mudanza dentro de los procesos celulares y sinápticos, etc.

El ejercicio físico es una estupenda arma contra las enfermedades pero, al igual que los fármacos, si es mal empleado puede convertirse en algo muy dañino para nuestro organismo y para nuestra salud.

Para que podamos tener un estupendo rendimiento en nuestro día, sea en la práctica del ejercicio físico, sea en la recuperación de una enfermedad, o sea en las áreas intelectuales, debemos tener muy claro que, si no damos a nuestro cerebro las condiciones necesarias para que éste pueda desenvolver su trabajo de una manera óptima, estaremos abriendo las puertas a la posibilidad de tener una gran cantidad de problemas de salud a medio o largo plazo. Debemos equilibrar nuestras vidas en todos los sentidos, pero principalmente en lo que dice respecto a nuestra alimentación y nuestro descanso, pues dormir es mucho más importante de lo que mucha gente imagina.



1.EL BLOG DEL DR.SERGIO SIMPHRONIO - EL ENTRENAMIENTO CELULAR








20-21-22 Noviembre. São Paulo


jueves, 26 de febrero de 2015

¿POR QUÉ UN 68% DE LAS MUJERES CON SOBREPESO Y/U OBESIDAD ABANDONAN LOS PROGRAMAS DE PÉRDIDA DE PESO EN EUROPA?


Según la OMS, un 80 % de los adolescentes obesos seguirán siéndolo en la edad adulta, menos de un 5 % de los adultos que pierden peso son capaces de mantenerse en su peso ideal durante cinco años después del tratamiento y  un 6 % recupera el peso perdido en los primeros seis a doce meses. La obesidad contribuye, entre otras causas, a aumentar la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y a la aparición de la diabetes mellitus, de alteraciones esqueléticas, hipertensión arterial, hipercolesterolemia e inadaptación psicosocial. En cuanto a las cuestiones traumatológicas, las articulaciones de las personas obesas sufren mucho, al igual que sus órganos internos, sobretodo el corazón. El cerebro de una persona obesa  tiene calculadas y programadas sus acciones en función de su gasto energético, y obviamente sus órganos responderán en función de dicho cálculo. Al cambiar la situación de estas personas de un estado de sedentarismo total mantenido durante años y años, a la actividad física acompañada de dieta, se producirán cambios neurofisiológicos y fisiológicos bastante importantes. La actividad física proporciona una inmensa cantidad de estímulos al cerebro que, a su vez, será capaz de reprogramar las funciones cognitivas, e incluso de cambiar el ADN de las células. Al iniciar la práctica del ejercicio físico, el cerebro reprograma todas las respuestas celulares y las funciones de todo nuestro cuerpo; pero para que nuestro metabolismo pueda asimilar dichos cambios y hacer que éstos hagan parte de nuestro estilo de vida, es fundamental tener en cuenta el factor  tiempo.

En el año 2014 realizamos una interesante revisión con el fin de investigar por qué tantas mujeres obesas abandonan los programas de reducción de peso por medio de entrenamiento físico y dieta. Para obtener datos, se visitaron varios hospitales,  centros especializados, gimnasios, y se consultó a  diferentes profesionales de la salud involucrados con la obesidad en distintos países de Europa; se ha recabado información, se han estudiado procedimientos clínicos, evaluado cada caso y profundizado en los casos más interesantes. Durante 8 meses fueron entrevistadas 200 mujeres obesas con edades comprendidas entre 20 y 65 años. Dicho estudio fue realizado en cuatro países diferentes: Inglaterra, Noruega, Alemania y España.

Nuestro objetivo era saber:

1.     ¿Cómo se sentían dentro de un entrenamiento físico enfocado a tratar la obesidad?

2.     ¿Cuáles eran las mayores dificultades dentro del contexto del ejercicio físico?

3.     ¿En qué grado de dificultad notaban el entrenamiento?

4.     ¿Cuáles eran las expectativas que tenían?

5.     ¿Tenían la intención de seguir con el programa y de concluir el objetivo planteado en el principio?

6.     ¿Por qué?

RESPUESTAS

1.     Mal (90%)     Bien (8%)     Más o Menos (2%)

2.     Moverse (70%)    Alimentación (30%)

3.     Mucha dificultad (75%) Mediana dificultad (35%) Ninguna dificultad (0%)

4.     Estética (80%) Ganar salud y mejorar su calidad de vida (20%) Ninguna (0%)

5.     SI (32%)  NO (68%)

6.     (32%) Porque tenían riesgo de vida -  (68%) No se sentían escuchadas, No sentían la empatía del entrenador, No se sentían bien con el programa, No notaban resultados estéticos con los ejercicios.

Al hablar con los profesionales, ninguno de ellos, en ninguno de los casos ha hecho referencia alguna a las emociones de los pacientes, y cuando hemos citado este aspecto en las entrevistas, tampoco han dado la debida importancia al asunto.
Las mujeres encaran la obesidad de manera totalmente diferente que los hombres.
Hemos comprobado que uno de los motivos por los que un 68% de las mujeres con sobrepeso y/u obesas que empiezan un programa de pérdida de peso mediante ejercicio físico y dieta (libre de fármacos), abandonan dicho programa debido a que les cuesta mucho adaptarse a los cambios neurofisiológicos y fisiológicos, además de que un 80% de las personas obesas entrevistadas presentaban algún problema emocional. En este estudio en concreto, la mayor parte de las personas que han abandonado el programa padecían ansiedad y/o depresión. Estas mismas personas decían que no tenían la debida paciencia para aguardar la llegada de los resultados estéticos, que en gran parte de los casos era lo único que ansiaban. Dentro de nuestra revisión, hemos advertido que la mayor parte de las personas que han  tomado la actitud de mejorar su vida cambiando sus malos  hábitos, son aquellas cuya obesidad les había llevado a una gran degradación en su estado de salud pasando a correr algún tipo de riesgo de vida diagnosticado por su médico. Gran parte de las personas en el mundo no son conscientes de los problemas que puede conllevar ser obeso.
La obesidad es mucho más que un tema estético.

Pero también es fundamental señalar que la obesidad puede ser producida por muchos otros  factores que no dependen sólo de la falta de actividad física o una mala dieta.    
Si enfocamos este tema hacia la obesidad en las mujeres, además de los FACTORES AMBIENTALES, la obesidad se puede ver favorecida por varios otros motivos. En el caso de la Obesidad Femenina, hay que valorar los factores genéticos, la hipertensión, la diabetes, el estrés, problemas de corazón, el embarazo, la menopausia y sobre todo la ansiedad, que está muy vinculada con el aumento de peso. También puede estar relacionada con algunas otras enfermedades como el Síndrome de Cushing, el hipotiroidismo, los ovarios poliquísticos,  el pseudohipoparatiroidismo (trastorno causado por la disminución de la función de las glándulas paratiroides, caracterizada por una muy baja concentración de hormona paratiroidea) y el hipogonadismo (los ovarios no funcionan correctamente). También existen medicamentos que pueden favorecer el sobrepeso, como ciertos antidepresivos (no todos) y los corticoides.  
El síndrome de Cushing. También conocido como hipercortisolismo, es provocado por el aumento del cortisol. Este exceso de cortisol se puede deber a varias causas, y la más común, que afecta de 60 a 70 % de los pacientes, es un adenoma en la hipófisis (tumor benigno en la hipófisis);  otras causas del síndrome de Cushing son los tumores o anomalías en las glándulas suprarrenales, el uso crónico de glucocorticoides o la secreción ectópica de ACTH  por parte de tumores que normalmente no la producen. La ACTH es una hormona que es  producida por la hipófisis, que estimula las glándulas suprarrenales para que produzcan cortisol. A medida que el índice de masa corporal (IMC) se incrementa, también lo hace el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes, algunos trastornos del aparato locomotor (osteoartritis - enfermedad degenerativa de las articulaciones-) y ciertos tipos de cáncer (de endometrio, mama y colon).

En muchos casos la obesidad puede estar acompañada de la depresión, y ésta,  siendo crónica, puede llegar a disminuir el tamaño del hipocampo (aprendizaje, memoria, humor, emociones), al mismo tiempo que aumentará el tamaño de la amígdala (miedo y ansiedad). Infelizmente es común ver a personas obesas que padecen hipertensión, además de estrés crónico. Éstos son capaces de provocar una deficiencia en el BDNF (Brain Derived Neurothrophic Factor), una proteína que,  de entre varias funciones, actúa como un antidepresivo natural que sirve para dar fuerza al corazón. Ayuda a mantener la capacidad de las células musculares cardiacas para su contracción y relajación de manera adecuada, máxime cuando ocurre un estrés agudo que puede ser producido por la práctica de actividad física. ¡El gran problema es el estrés crónico!
El estrés crónico provoca la muerte celular y debilita el sistema inmunológico.
Al acelerar el metabolismo vía ejercicio físico, se genera un estrés agudo que será solventado por la homeostasis, y en ese proceso, el sistema nervioso simpático y el parasimpático tienen una actuación fundamental. El sistema nervioso simpático produce respuestas de defensa y de lucha ante un estímulo o el estrés, como aumentar el ritmo del corazón, la producción de saliva y la sudoración.  El sistema parasimpático contrarresta estos efectos haciendo más lento el ritmo del corazón, dilatando los vasos sanguíneos y relajando las fibras de los músculos lisos involuntarios: equilibrio simpático y parasimpático. Estos dos subsistemas  tienen funciones opuestas, y así producen un equilibrio entre las funciones corporales. Además trabajan activamente y de una manera muy intensa dentro de la actividad física, principalmente si ésta está enfocada a las enfermedades. También es muy importante recordar que hormonas como la epinefrina, el  glucagón, el cortisol, las tiroideas y la hormona del crecimiento, desarrollan una interesante situación metabólica para mantener el ejercicio físico en el marco de la homeostasis corporal.   Lo que suele ocurrir en los casos de obesidad, es que gran parte de las personas abandonan el programa de ejercicio físico debido a que tienen una gran dificultad para moverse y realizar los ejercicios; algo totalmente comprensible, pues están acostumbradas al sedentarismo y a la inactividad. El problema en estos casos no reside en la persona en sí, sino en programas de ejercicio físico deficientemente diseñados, en su incorrecta aplicación, en la forma en la que se incentiva a estas personas y, sobre todo,  en la gestión de sus emociones. De otra parte, al sugerir a una persona obesa que camine en una cinta sin una previa preparación, ésta sentirá las mismas incomodidades que una persona sana que entrena con mucha intensidad, principalmente al terminar la sesión de entrenamiento, pero con la diferencia de que su cuerpo además tiene que soportar 20 o 30 kilos, o más, por encima del peso normal.
A lo largo de 25 años trabajando con poblaciones especiales, hemos comprobado que al aplicar ejercicios de carácter isométrico es posible  conseguir la homeostasis muscular como una preparación previa a los entrenamientos que puedan exigir más a estas personas. Éste es un procedimiento muy inteligente y muy recomendable a la hora de trabajar con personas con sobrepeso y/u obesas pues, en función de la estructura corporal que muchas de ellas presentan y debido a que dicha morfología les imposibilita el movimiento en mayor o en menor medida, los ejercicios de contracción isométrica les proporcionan una estupenda preparación muscular para un posterior entrenamiento más agresivo, al mismo tiempo que una gran estabilización articular, antes de que accedan a la cinta para caminar. De otra parte el cerebro humano, y el de todos los mamíferos, reconoce fácilmente esta clase de contracción debido a que es la primera contracción muscular que hacemos (estando en la barriga de nuestras madres), además de que los músculos de una persona obesa pasan el día realizando estas contracciones con el fin de mejorar la postura dentro de la incomodidad de su sedentarismo. Al empezar a aplicar ese tipo de entrenamiento previo, hemos visto que la musculatura de las personas que hacen parte de nuestros programas, obesidad incluida, reacciona de manera mucho más rápida. De esta manera, para la segunda fase del entrenamiento, que estará compuesto de mucha alostasis (proceso de mantenimiento de la estabilidad a través del cambio activo, previsible o imprevisible), el cerebro ya habrá preparado la musculatura y los órganos internos de una manera más equilibrada, estando el organismo bastante mejor preparado para las respuestas a los estímulos proporcionados por el ejercicio físico. En la segunda parte del programa, formado por ejercicio aeróbico (caminar en la cinta, bici estática, etc.), acompañado de ejercicios de fuerza, las personas responden muy bien al entrenamiento y con menor dificultad para moverse, cosa que no pasaba antes de que empezáramos con la aplicación de los isométricos, a la vez que hay un mayor control en las funciones cardíacas. Al trabajar de manera estática y con la resistencia del propio cuerpo, el cerebro interpreta que debe buscar la homeostasis muscular de manera acelerada con el fin de proteger tanto la integridad del organismo, como de los músculos y articulaciones. Hemos podido constatar que la recuperación muscular se produce de manera mucho más rápida. Los músculos representan el 40% o 50% del peso corporal de una persona adulta; si la musculatura va acompañada de una gran cantidad de grasa, la persona obesa padecerá muchas limitaciones, tanto a nivel muscular como orgánicamente.
La función fundamental del músculo es transformar energía química en mecánica para generar fuerza y movimiento. Teniendo en cuenta lo argumentado en el párrafo anterior, lo más inteligente en programas de ejercicio físico específicos para la obesidad, es realizar una preparación antes de aplicar los ejercicios más intensos.

La homeostasis es la capacidad que tiene el cuerpo de mantenerse parcialmente estable, aunque siempre esté sujeto a cambios radicales, y con frecuencia. Como un ejemplo, imaginemos que duermes plácidamente en un sueño muy profundo, y de repente te despiertas y en seguida te pones de pie apoyando sólo una de las piernas en el suelo. Lo más seguro es que pierdas el equilibrio y que te vayas al suelo. El desequilibrio y la falta de fuerza en una situación parecida, ocurren debido a que no se ha podido alcanzar la homeostasis muscular ya que todas las funciones orgánicas en este momento están calculadas y programadas para el descanso dentro de un estado basal, y al no dar tiempo a que el cerebro recalcule y reprograme sus funciones reenviando la información correcta a los órganos y músculos, éstos responderán de manera desordenada.
El ritmo cardíaco,  la temperatura corporal, y el volumen de sangre son algunos pocos ejemplos de los cientos de situaciones que el cuerpo tiene que regular para mantener un balance homeostático. Toda enfermedad puede tener una relación directa con un desequilibrio homeostático.
Todos los sistemas orgánicos del cuerpo contribuyen a la homeostasis, pero el cardiovascular, el corazón y los vasos sanguíneos, son especialmente importantes. El cerebro es el centro de control de todos los procesos homeostáticos del cuerpo. Si el sistema cardiovascular falla en proporcionarle oxígeno al cerebro, el cuerpo no puede mantener la homeostasis. Dentro de la práctica del ejercicio físico el sistema cardiovascular ayuda a mantener la homeostasis aportando continuamente oxígeno y glucosa al sistema nervioso central, al cerebro y a la espina dorsal,  para que el organismo pueda aguantar el entrenamiento, al mismo tiempo que  eliminar los radicales libres. Al aplicar ejercicio físico para tratar o ayudar a tratar enfermedades, o para las más distintas poblaciones especiales, hemos de tener en cuenta que hasta que consigamos una estabilización orgánica, podrán suceder las reacciones más dispares, máxime si se aplica un entrenamiento demasiado intenso y no adaptado a la capacidad física de la persona en cuestión. De ahí, uno de los motivos que prueban la importancia de buscar un equilibrio muscular y orgánico antes de la aplicación de programas de entrenamiento para la obesidad y, en general,  para las demás enfermedades.

No es lo mismo aplicar ejercicio físico a una persona sana que a una enferma.
El cerebro de una persona que está enferma funciona de una manera totalmente diferente al de una persona físicamente sana. No me canso de decir que hemos de ver el cuerpo humano desde dentro hacia fuera. Los efectos de una enfermedad van mucho más allá del daño aparente que ésta presenta en el momento de tratarla. Es de suma importancia dar una especial atención a las emociones de las personas, ya sea dentro de un tratamiento vía ejercicio físico, o bien dentro de un tratamiento médico en un hospital. Las emociones juegan un papel fundamental en la recuperación de los pacientes, independientemente de la enfermedad, justamente porque la enfermedad está directamente asociada al estrés, al miedo, y en algunos casos a la memoria emocional. Dicho esto, al aplicar ejercicio físico en poblaciones especiales, algo muy importante a  tener en cuenta es que los resultados del entrenamiento sólo empezarán a aparecer una vez que se consiga una homeostasis, y dicha homeostasis será capaz de inhibir la ACTH y la liberación del Cortisol (hormona del estrés). Éstos últimos son capaces de inhibir por completo el sistema inmunológico.
En la mayor parte de los casos prácticos, los trabajos físicos direccionados a las enfermedades son desarrollados dentro de un marco alostático; en otras palabras,  gran parte de los  entrenamientos para poblaciones especiales y enfermedades, han conseguido lograr la estabilidad orgánica de sus pacientes o clientes mediante un entrenamiento físico por medio de la alostasis, y este hecho hace que los resultados del tratamiento puedan retrasarse. Ello explica por qué en el caso de algunas enfermedades como la obesidad, muchas son las personas que no consiguen sobrellevar los entrenamientos con el fin de bajar de peso y de mejorar su calidad de vida, abandonando el programa de ejercicio físico e incluso su dieta en los primeros meses.
En el caso de la obesidad, el factor emocional, el neurofisiológico, y la individualidad, son líneas fundamentales que en muchos casos, por infelicidad, no se están teniendo en cuenta.  
Ha sido probado científicamente que las mujeres tienen mejor desarrollada la utilización de las emociones, mientras que los hombres nos  centramos en tareas más específicas. La mayor parte de los hombres tienen mayor dificultad en comprender las emociones no verbalizadas. Los hombres tienden a procesar mejor con el hemisferio izquierdo del cerebro, mientras que las mujeres lo hacen con los dos por igual. Eso explica por qué las mujeres tienden a solventar los problemas de una manera más creativa, son más flexibles y más consecuentes con los sentimientos. De otra parte, se ha descubierto que el lóbulo parietal inferior (IPL) es mucho mayor en los hombres que en las mujeres en el lado izquierdo. Es la zona en la que se encuentra el cerebro racional, que procesa la orientación sensorial, realiza los cálculos matemáticos, etc. El cerebro racional corresponde a la corteza cerebral, que desarrolla las funciones intelectuales. Se encarga del análisis racional. Al mismo tiempo, las mujeres tienen el lado derecho más grande, lo que les faculta a tener mejor desarrollados los estímulos emocionales. Es la zona donde se encuentra el cerebro primitivo. El cerebro primitivo controla las zonas mediadoras de las emociones, el estado anímico, la generación del instinto de supervivencia, la regulación corporal, etc. Es el área de las funciones vitales. Este desarrollo cognitivo derecho les juega un mala pasada cuando padecen alguna enfermedad, la obesidad una de ellas, pues las emociones dentro de una enfermedad son capaces de producir ansiedad, depresión, y de anular por completo el sistema inmune como ya he indicado anteriormente. En la existencia de la depresión dentro de la obesidad, la amígdala aumenta su tamaño y es justo en esta zona donde se encuentran las expresiones de miedo y de la ansiedad. La gran diferencia entre el número de casos de depresión y de ansiedad que encontramos en mujeres con relación a los hombres en enfermedades como la obesidad, nos hace pensar que este hecho está directamente relacionado con la anatomía del cerebro femenino.

    






miércoles, 6 de agosto de 2014

EJERCICIO FÍSICO Y ALZHEIMER: La actividad física puede favorecer la salud cognitiva.

La salud que tendremos mañana, dependerá de cómo nos cuidamos hoy.
Según la Organización Mundial de la Salud  se estima que 35.6 millones de personas en el mundo padecen alguna demencia. La enfermedad de Alzheimer es la más común. Ha sido comprobado en algunos estudios que con el control de otras enfermedades y de algunos factores de riesgo como la hipertensión, la obesidad, la diabetes, la  depresión, el sedentarismo y también el tabaquismo, se puede reducir la prevalencia de Alzheimer en el mundo. Las personas con esta enfermedad van perdiendo la memoria, y con el tiempo esa situación va empeorando. Es una enfermedad que elimina la autonomía de toma de decisiones, al mismo tiempo que inhabilita a la persona para la ejecución de tareas diarias. Eventualmente, las complicaciones provenidas del Alzheimer pueden ocasionar la muerte. En Estados Unidos es la quinta causa de muerte, de acuerdo con el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de este país. Sobre 5.3 millones de personas en Estados Unidos padecen  Alzheimer.
La demencia es un trastorno definido por un deterioro cognitivo  progresivo ocasionado por daños o desórdenes cerebrales, con tamaña transcendencia que es capaz de alterar negativamente la calidad de vida de la persona que lo padece, así como de inhibir su autonomía para el desarrollo de una vida normal e independiente.  La actividad física y una alimentación equilibrada pueden jugar un papel primordial en la prevención de las enfermedades. Con respecto  a la salud cerebral de personas adultas, algunos estudios han observado una disminución del declive cognitivo  en aquellas personas que practican ejercicio físico y que tienen una dieta equilibrada. En una metódica revisión, comprobamos  una importante  conexión entre actividad física y una reducción del riesgo de desarrollar demencia.
Hemos desarrollado un estudio  sobre la posibilidad de reducir el deterioro cerebral  vía ejercicio físico.  Dicho estudio tuvo una duración de 2 años, e intervinieron 400 personas con edades comprendidas entre 65 y 80 años, siendo 120 hombres y 280 mujeres. Las personas fueron divididas en dos grupos, uno que practicaría ejercicio físico y otro que no. El objetivo era conocer las zonas del cerebro que realmente se estimulan con la práctica de la actividad física, al mismo tiempo que mesurar el desarrollo cognitivo del cerebro dentro del ejercicio físico mediante  las zonas del cerebro que se estimulaban durante la práctica. Se trataba de  evaluar la posibilidad de inhibir el declive cognitivo y cerebral en personas adultas, sobre todo en las personas mayores, por medio del entrenamiento aeróbico coreografiado acompañado de música, con  desplazamientos en todas las direcciones, giros, cambios de ritmo, y al mismo tiempo mejorar su capacidad cardiorrespiratoria. Las clases tenían una frecuencia de 3 veces por semana y una duración de 60 minutos. Esta clase de movimientos coreografiados ocasionan una  inestabilidad positiva y hacen que el cerebro tenga que aprender rápidamente y a la vez dar soluciones efectivas  para mantener el cuerpo en equilibrio y  libre de problemas. También dentro de ese mismo trabajo, se utilizaron  muchos movimientos de coordinación motora de manos y brazos. El cerebro utiliza un 10% de su energía solamente para gestionar los movimientos de las manos, así que resultaba ser una buena idea también el plantear desafíos coreografiados utilizando las manos y los brazos. Todo el trabajo estaba enfocado en clases dirigidas de aerodance y step. El objetivo era estimular   varias inteligencias como la inteligencia espacial o visual, la matemática, la interpersonal, o la musical. Desde luego no eran las mismas clases que se imparten a veinteañeros, pero tampoco eran clases enfocadas a la tercera edad, como se suele decir. El grado de dificultad de las mismas era respetable, sobretodo  tratándose  de personas de esas edades. Al final de cada sesión se procedía a hacer trabajos de estiramientos. 

Se ha comprobado que los entrenamientos físicos de resistencia aeróbica coreografiados que contienen cierto grado de dificultad con respecto a la coordinación motora y que son aplicados de manera habitual, se relacionan con una disminución del riesgo de padecer demencia.  Cuanto mejor es la coordinación motora, mejores serán las respuestas neurofisiológicas de cara a los estímulos musculares. La coordinación motora proporciona una mejor acción muscular y a la vez perfecciona la interpretación nerviosa del movimiento. Estando el cerebro en equilibrio con el cuerpo, cualquier clase de estímulo que recibamos será rápidamente asimilada. Las sinapsis cerebrales funcionarán de una manera bastante más acelerada y las respuestas musculares se harán de una forma inmediata. Nuestro cerebro es musical, y la música estimula el movimiento, hecho que propicia el desarrollo de la inteligencia, siendo una combinación perfecta para el aprendizaje, no importando la edad. La música es capaz de llegar a cualquier función cognitiva  y afectiva en la estructura del cerebro. La música está directamente relacionada con nuestro cerebro primitivo, y es capaz de provocar distintas reacciones emotivas en las más diferentes situaciones.  Al combinar música y movimiento, nuestro cerebro recibe una ingente cantidad de estímulos y tiene que ponerse en marcha dentro de una actividad frenética,  y eso es tremendamente positivo cuando el objetivo es inhibir la demencia. Hemos comprobado que el entrenamiento de resistencia  aeróbico coreografiado enfocado a adultos mayores sedentarios, fue capaz de incrementar  el tamaño del hipocampo (en un 2,47% en el izquierdo y en un 2,15% en el derecho). Al término del primero año, nos hemos percatado de que la memoria de los participantes del primero grupo se había incrementado; sin embargo, en el segundo grupo, que no había practicado ejercicio físico en ningún momento, se observó un deterioro de un 1,20% y 1,25% en el hipocampo en los dos lados.
Al desarrollar alguna actividad coreografiada, tanto en hombres como en  mujeres,  el Lóbulo Frontal es accionado, y  con sus neuronas se encarga de controlar los músculos del cuerpo, de la reproducción del habla, de la elaboración del pensamiento y de la emoción. El Lóbulo Parietal influye en la  ubicación espacio-temporal, que se relaciona con los sonidos y la memoria, además de participar en los desplazamientos de la persona en cuestión, fomentando la integración espacio / individuo. También calcula las distancias entre el individuo y los  demás mientras  están en movimiento. El Lóbulo Occipital interpreta las imágenes y figuras coreográficas. El Lóbulo Temporal se encarga de complejas tareas como el reconocimiento de procesos auditivos y visuales; se ocupa de la audición y del lenguaje, entre otras funciones. Al escuchar las músicas que son utilizadas en las sesiones de entrenamiento, el lóbulo temporal se encarga de descifrar todas las informaciones que son recibidas.  Cuando nos comunicamos oralmente con otra persona pasa lo mismo: todo el proceso de memorización auditiva y  la gestión de las informaciones que recibimos  pasa por ese interesante órgano, que recibe, procesa e identifica la información que entra a través del oído; además, también ayuda en la gestión del equilibrio y regula las emociones. El Cerebelo, de entre varias funciones, también ayuda a controlar el equilibrio del cuerpo, no importando la situación en que éste se encuentre.  Al bailar o con la utilización de movimientos coreografiados dentro de un entrenamiento,   el metabolismo se  acelera y, en consecuencia,  habrá un incremento en la cantidad de riego sanguíneo. Cuanto mayor es la cantidad de riego sanguíneo, mayor será la claridad para ver las cosas y para la toma de decisiones. Otra de las cosas interesantes que ocurren con la subida del riego sanguíneo, es el aumento de la neuroplasticidad; en otras palabras, una mayor conexión entre neuronas. Estimular el riego sanguíneo en esas poblaciones es algo muy interesante.

La actividad física puede favorecer la salud cognitiva mediante  algunos beneficios observados en el sistema cardiovascular que se extienden al sistema cerebro-vascular: el incremento de la neurogénesis, principalmente a nivel del hipocampo,  la mejora de la citoarquitectura cerebral y de las propiedades electrofisiológicas, el aumento de los factores de crecimiento cerebrales,  una disminución de la formación de las placas amiloides en la enfermedad de Alzheimer.


                 Además de estimular las inteligencias, en este estudio se buscaba
                                     
ACTH – hormona del estrés
AMPK – hormona que estimula la quema de glucosa. Ésta se pone en marcha cuando hacemos ejercicio y una de sus actividades es favorecer el  aumento  del consumo de glucosa  y de oxígeno en los músculos.
S/E/O/D/N – hormonas del bienestar y de la felicidad
LRRTM1 – gen relacionado con el uso de las manos. Cambia la simetría del cerebro de manera congénita o impuesta.

Se han obtenido resultados   muy interesantes, pues las zonas cerebrales que han sido estimuladas son  las mismas que se estimulan  en las actividades de desarrollo  cognitivo libres de actividad física.
La actividad  física para el desarrollo cognitivo, además de ser un favorable entrenamiento cardiovascular,  es capaz de incrementar  la reserva cerebral mediante la inducción de neurogénesis y sinaptogénesis, de aumentar la reactividad sináptica del hipocampo,  de mejorar la vasculatura cerebral,  de reducir el depósito de hierro en el cerebro, de reordenar las redes neurocognitivas,  de debilitar  las reacciones adversas de las hormonas del estrés en el cerebro, de alterar  la densidad de las lesiones de la sustancia blanca que reflejan microangiopatía, y de mejorar el rendimiento cognitivo.  Algunos otros estudios han comprobado que las actividades cognitivamente estimulantes desde las primeras edades, se asocian a una disminución del riesgo de sufrir enfermedades cerebrales en el futuro, sobre todo en las mujeres, y eso podría empezar desde la gestación.  Durante el embarazo, el ejercicio físico controlado y supervisado ayuda a mejorar  la circulación fetal, mucho más que estar en reposo en la cama, lo que beneficiaría enormemente al feto. Es tremendamente positivo para la madre, al mismo tiempo que se fomentan los primeros estímulos al bebé antes mismo de nacer.
No obstante, si  direccionamos nuestras miradas al desarrollo de la inteligencia,  hay varios estudios que han comprobado que los niños que hacen ejercicio tienen un mejor rendimiento académico. El aumento del flujo sanguíneo que llega al cerebro hace que mejore su oxigenación; de otra parte, los factores de crecimiento se incrementan de una manera muy significativa, lo que favorece en los niños la creación de nuevas neuronas y potencia la flexibilidad sináptica del cerebro, lo que es fundamental en estas edades. Asimismo, el ejercicio físico también aumenta las cantidades de dos neurotransmisores (noradrenalina y endorfina) que disminuyen el estrés, mejoran el ánimo y son importantes para conseguir un mejor aprendizaje.  Un buen entrenamiento físico es capaz de estimular el cerebro, y a la vez de proporcionar una estupenda  mejoría física, tanto en las primeras edades como en las edades adultas, al mismo tiempo que será capaz de fomentar una vejez libre de enfermedades, sobre todo de las cerebrales. Desde luego todavía hay mucho que aprender y mucho camino por recorrer dentro de las enfermedades, principalmente las del cerebro, sin embargo los resultados hasta ahora están siendo muy prometedores.

En 21 días las células madre se convierten en neuronas. Por este motivo es fundamental que tengamos en cuenta que siempre podemos aprender cosas nuevas y que la edad no debe ser un impedimento para ello. La actividad física es una gran herramienta para el desarrollo de la inteligencia en todas las edades, y concretamente para prevenir el deterioro cognitivo.  La mejor manera de mantenernos biológicamente jóvenes es  aprender siempre algo nuevo.





jueves, 24 de abril de 2014

ENFERMEDADES / EJERCICIO FÍSICO / RESULTADOS


Todos sabemos que la práctica del ejercicio físico  nos ayuda a fomentar una vida equilibrada, sobre todo si la asociamos a una alimentación saludable y a buenas horas de descanso. En los últimos 20 años se ha investigado mucho y se ha conseguido información para mejorar muchas técnicas de entrenamiento físico, al mismo tiempo que han surgido una gran cantidad de nuevas técnicas de entrenamiento que han  contribuido a aumentar el abanico de posibilidades para que se pueda lograr una mejoría de la   condición física de las personas de forma más segura y efectiva. Estando atentos a todas estas posibilidades, es importante tener en cuenta los resultados individuales de la aplicación de dichas técnicas en las más distintas poblaciones. Si enfocamos el  tema a las poblaciones especiales que padecen alguna clase de enfermedad, y donde se está procediendo a la aplicación de terapias físicas, lo primero que se debe tener en cuenta es la individualidad de cada persona. Cada persona es un mundo completamente diferente, y de cara a un tratamiento basado en ejercicios físicos, las respuestas pueden ser muy distintas de un individuo a otro. Esta regla también es importante para las personas sanas que practican actividad física.
La actividad física proporciona una inmensa cantidad de estímulos al cerebro que,  a su vez, será capaz de reprogramar las funciones cognitivas, e incluso de cambiar el ADN de las células. Al empezar con la práctica del ejercicio físico, el cerebro reprograma todas las respuestas celulares y las funciones de todo nuestro cuerpo; pero para que nuestro metabolismo pueda asimilar dichos cambios y hacer que éstos hagan parte de nuestro estilo de vida, es fundamental tener en cuenta el factor  tiempo.
Dentro de un entrenamiento físico, a veces se espera un determinado resultado o algunas respuestas a dichos ejercicios que en ocasiones no llegan con la facilidad esperada. Si el planteamiento de los ejercicios y su aplicación son correctos, es importante dar atención a un aspecto que muchas veces pasa desapercibido: el tiempo de adaptación del individuo a los estímulos proporcionados y las respuestas celulares a los mismos.
Al aprender algo nuevo algunas células nerviosas se ponen en marcha y consumen mucha energía.  
En el momento en el que el aprendizaje se fija en el cerebro, la persona en cuestión pasa a repetir lo que ha sido aprendido sin apenas esfuerzo, pero la repetición de los movimientos y las costumbres son controladas por los ganglios basales, y a sus neuronas “no les gusta” aprender cosas nuevas.

Cuando se aprende algo nuevo se liberan grandes cantidades de Dopamina.

La Dopamina es un neurotransmisor  que tiene como funciones principales proporcionar energía mental, mejorar la atención, controlar los impulsos, la motivación, la determinación,  el movimiento, la memoria, recompensas agradables, el comportamiento y la cognición, la atención, el sueño, el humor, el aprendizaje, la inhibición de la prolactina (hormona que aumenta la secreción de la leche de la glándula mamaria).

El cerebro procesa cada acción que realizamos, por este motivo existen movimientos o acciones que desenvolvemos sin darnos  cuenta muchas veces, debido a la mecanización de dichas acciones. En todo que hacemos durante el día, nuestro cerebro ya tiene calculado, asumido y controlado la mayor parte de las cosas: apagar las luces, cerrar la puerta del coche, cerrar la nevera, la costumbre de ir a entrenar al gimnasio, la costumbre de ser sedentario, etc. En el momento que cambiamos nuestros hábitos o algunas de nuestras actividades, el cerebro necesita evaluar, procesar, registrar y proceder en dicho cambio, todo ello con el objetivo de ofrecernos el mejor servicio. Para que estos cambios pasen a hacer parte de nuestras vidas,  es necesario que la nueva  acción se repita una y otra vez, y que nuestro cerebro recalcule y mecanice los nuevos estímulos transformándolos de acción de conducta a rutina. Este cambio puede tardar entre 18 a 260 días, según la persona, además de que es necesario que las nuevas tareas se automaticen durante una media de 60 a 70 reincidentes días. Pero también es importante recordar que lo mismo pasa con las malas costumbres, pues es como decir que todo se entrena y el cerebro también  necesita  tiempo para asimilar los malos hábitos. También es fundamental dar una especial atención a la enzima AMPK,  que es un regulador metabólico y auxilia a los músculos en el consumo de azúcar y de oxígeno.

                                  -  AMPK  = - MOVIMIENTO = + PEREZA
                                 +  AMPK  = + MOVIMIENTO = - PEREZA

A la hora de tomar decisiones  en la presencia de comportamientos selectivos,  la corteza prefrontal autoriza o se abstiene, y ante una situación de rutina, ésta es inhibida.   Hay muchas personas que empiezan un programa de actividad física, pero no tienen la debida paciencia para dejar que ocurra la readaptación metabólica y lograr así  los resultados. Al final de un corto espacio de tiempo, se ven igual que cuando habían empezado. No notan ninguna mejoría física, pero tampoco se preocupan en observar los avances en su salud que este corto tiempo de entrenamiento les ha proporcionado; su enfoque es meramente estético. Muchos se desaniman, tiran la toalla y vuelven a su vida sedentaria. Es fundamental tener paciencia, constancia, seriedad y respetar el tiempo de reacción de su cuerpo al ejercicio físico.
Éste es uno de los motivos por los cuales muchas personas que participan en programas antiobesidad no consiguen los resultados esperados.
Es de suma importancia dar tiempo a que el cerebro se adapte a la nueva situación y  reprograme sus tareas en función del cambio presentado , puesto que mismo en los casos de intervenciones quirúrgicas de reducción de estómago o en los programas antiobesidad, el cerebro del individuo seguirá enfocado en desarrollar el control  metabólico de una persona obesa durante un cierto tiempo, mismo que en un corto espacio de tiempo ésta haya  perdido muchos kilos y que haya pasado a mantener una vida saludable.
Un cerebro que  durante toda la vida ha estado acostumbrado a trabajar solventando  situaciones importantes debido al sobrepeso o a la obesidad (taquicardias, hipertensión, diabetes, problemas cardíacos, etc.), no cambiará sus respuestas tan rápidamente. Éste necesitará tiempo para tener la seguridad de que la nueva situación pasará  a ser una rutina en la nueva vida sana de la persona que experimentó el cambio. Otro de los factores que son muy relevantes en estos casos es la utilización de los fármacos que normalmente las personas con esa clase de enfermedad suelen tomar (fármacos para la hipertensión, para la retención de líquidos, para perder peso, etc.). Al iniciar un programa de actividad física, con el tiempo estos fármacos podrán dejar de ser necesarios, pero es esencial que pase el tiempo pertinente para que el cerebro del individuo procese la nueva información y que esté definitivamente seguro de que ya no existe ninguna anomalía, al mismo tiempo que el ejercicio físico haya conseguido eliminar los radicales libres ocasionados por los fármacos.
Tanto en los casos de intervención quirúrgica de reducción de estómago, como en los programas de reducción de peso basados en dietas, o en los programas que son basados en dieta y ejercicio físico, es primordial educar a las personas para que éstas consigan tener y mantener una buena salud no sucumbiendo al desánimo y al abandono de sí mismas otra vez. Mantener la costumbre de practicar actividad física juntamente con una buena dieta es fundamental. Es importante tener  paciencia y a la vez ser constante para conseguir resultados.  

En los casos de intervenciones quirúrgicas de reducción de estómago, la actividad física debería estar presente antes y después de la intervención. Se debería educar al paciente de manera  que éste empiece un programa previo a la intervención, es decir, que cumpla algunos requisitos para ser intervenido: que esté haciendo una dieta, que esté desarrollando un programa de actividad física, y que antes de la intervención haya bajado algo de peso. Ésta sería una manera interesante de estimular el metabolismo de ese individuo para un cambio de actitud en su vida, cosa que le facilitaría bastante una vez intervenido, pues su cerebro ya estaría preparado para la nueva situación. De ser así, estoy convencido de que el éxito en la bajada de peso de las personas obesas que acuden a las intervenciones aumentaría significativamente. 




miércoles, 15 de enero de 2014

LA FUERZA DEL PENSAMIENTO Y LA IMPORTANCIA DE PENSAR DE MANERA POSITIVA PARA NUESTRA SALUD

Cada día que pasa vamos conociendo más cosas sobre nuestro cerebro, su funcionamiento, y las reacciones bioquímicas que produce según la manera en la que nos comportamos o las decisiones que tomamos con respecto a las acciones que practicamos durante nuestro día. La complejidad de las operaciones que el cerebro realiza nos hace estar seguros de que no existe en el mundo máquina tan perfecta que pudiera superarle. Es cierto que la manera de alimentarnos proporcionará una mayor o menor intensidad en las funciones de tan maravilloso órgano. Si añadimos el ejercicio físico dentro de este contexto, estos cambios bioquímicos se acentúan de una importante manera. Desde luego, el cerebro es el centro de control de nuestro cuerpo. De entre sus miles de funciones, una de las que más llama la atención de la mayor parte de los investigadores de todo el mundo es el pensamiento. Muy poco se sabe sobre el pensamiento, pero claro está que es una de las hazañas más majestuosas de los seres vivos. Nuestra capacidad de pensamiento  es lo que nos diferencia de los demás mamíferos.   
En otras épocas, Aristóteles nos enseñó que el cerebro tenía como función enfriar el cuerpo del animal. Ya Hipócrates nos instruyó sobre la localización de las emociones en el cerebro, y dijo que es el órgano de los movimientos y de los juicios, de ahí la expresión “pacto o juramento hipocrático”.
En la actualidad todavía es muy difícil conocer los recovecos del pensamiento, puesto que resulta complicado investigar las fuerzas mentales. La secreción del hígado o de los riñones produce una materia palpable. Los productos que los riñones separan de la sangre pueden cambiar de perfil según  los estímulos  cerebrales, y eso es posible verlo; pero no se puede mesurar el pensamiento,  tampoco su fuerza. El pensamiento mueve una ingente cantidad de corrientes eléctricas en el cuerpo  afectando así a los nervios y, como respuesta, ocasiona las sensaciones y los sentimientos. El pensamiento tiene un poder que no se puede explicar, por este motivo es fundamental que intentemos direccionar nuestro pensamiento de manera positiva y productiva.    

El pensamiento es pura energía.

En el área deportiva, muchos son los entrenadores que son conscientes del poder de nuestro cerebro, pero desafortunadamente, hay muchos otros  que no lo son. En el primer caso, éstos utilizan el poder del pensamiento como herramienta para mejorar marcas, o añadir intensidad en los entrenamientos.  Enseñan a sus atletas a concentrarse y a creer que es posible conseguir una mejoría de tiempo, subir de carga en los entrenamientos de fuerza, etc., al mismo tiempo que  les estimulan con palabras positivas como: “Tú puedes”, “eres grande”, “eres el mejor”, y arengas  por el estilo. Sin embargo, hay una gran cantidad de entrenadores que más bien hace al revés. Estimulan a sus atletas negativamente, diciéndoles cosas como “eres un inútil”, “eres malísimo”,” una nena lo hace mejor”, etc., gritándoles, y muchas veces incluso  faltándoles al respeto. En los dos casos, el resultado final tanto puede ser bueno o malo, todo dependerá de cómo el atleta en cuestión enfoque las informaciones recibidas, y hasta qué punto creerá en su entrenador y sobre todo en sí mismo. Querer es poder, y desde luego un poder inmenso.
En lo que versa respecto a las enfermedades, el poder del pensamiento es algo impresionante, mas infelizmente son pocas las personas que son conscientes de ello. He sido testigo de muchas historias interesantes. El pensamiento es capaz de fomentar la liberación de una gran cantidad de sustancias químicas en el organismo. Una persona que piensa de una manera negativa frente a la vida y frente a las enfermedades, tendrá una gran posibilidad de inhibir la liberación de serotonina, oxitocina, de las endorfinas, etc., que son las sustancias que nos hacen sentir bien. Y esto es debido a que las personas  pesimistas normalmente se estresan con una tremenda facilidad, principalmente cuando se trata de lidiar con las enfermedades. Esa situación facilitará la liberación de ACTH (hormona del estrés), que a su vez inhibirá la acción de las sustancias anteriormente citadas.
“Al padecer una situación de estrés, independiente de la manera en que se nos presente, la hormona del estrés, cuando es liberada,  se encarga de bloquear gran parte de las demás hormonas responsables del bienestar como la oxitocina, la serotonina, la endorfina y  la dopamina, y cuando el cuerpo está libre de estrés, pasa lo contrario”.(1) La ACTH es capaz de producir un ambiente ácido en el organismo, hecho que será muy dañino sobre todo a las personas que padezcan alguna patología importante, principalmente si hablamos de cáncer, pues es sabido que las células cancerígenas viven en ambientes ácidos.
No obstante, hay muchas personas que prefieren gastar su tiempo pensando en cosas improductivas. Muchas de ellas se pasan el día hablando de enfermedades, a otras les gusta hablar de sexo todo el tiempo, otras de las desgracias del mundo y del día a día, a otras les gusta hablar mal de los demás, etc.  Esto les proporciona una tremenda pérdida de energía. Sea cual sea la situación, normalmente lo que se habla es lo que se piensa.
Canalicemos nuestro pensamiento en cosas productivas.
A través del pensamiento una persona puede fomentar las mismas sensaciones de las acciones que podrían estar ocurriendo en realidad. Sea un pensamiento positivo o negativo, las respuestas neurofisiológicas, psicológicas,  fisiológicas vuelven a materializarse. Cuando por ejemplo una persona se encierra en seguir recordando algo malo que le ha pasado en su vida, las alarmas fisiológicas seguirán funcionando de la misma manera que en el momento de aquel acontecimiento negativo. El cerebro activa algunas zonas como el sistema límbico. La hipófisis o glándula pituitaria recibe la información del hipotálamo para que se libere la ACTH (hormona del estrés), que estimula la liberación del cortisol, que es la hormona que prepara el organismo para la reacción al miedo (prepara el cuerpo para la huída o para afrontar la situación).

El cortisol  inhibe el sistema inmunológico.

El hipotálamo transmite la amenaza a la amígdala, ésta administra las reacciones psicológicas, fisiológicas, neurofisiológicas, y la corteza cerebral conecta la memoria. Y todo esto pasa sólo por recordar algún acontecimiento negativo que haya tenido lugar en nuestra vida. El poder del pensamiento es algo realmente fascinante que tanto puede darnos fuerzas para seguir adelante, como  hundirnos. Es capaz de cambiar nuestro estado anímico. Por este motivo no es recomendable vivir del pasado, puesto que no sacaremos absolutamente nada con ello, haya sido bueno o malo. Si nuestras experiencias pasadas fueron malas, pasará lo que he relatado anteriormente; y si han sido buenas, nos adentraremos en los recuerdos corriendo el riesgo de deprimimos  por añorar los buenos momentos, cosa que tampoco es saludable. Lo más inteligente para lograr  mantener una buena salud en todos los aspectos, es vivir el presente y hacerlo  lo mejor que se pueda, no importando la situación. Es fundamental estar  libres de preocupaciones, aunque éstas existan,  puesto que preocuparse no sirve de nada; no arreglará el problema, más bien lo contrario. Cambiemos las preocupaciones por acciones.

El pasado ya se ha ido, y el futuro todavía no ha llegado, así que sólo podemos hacer algo por nosotros mismos en el presente.     

Enfoquemos nuestras energías al optimismo.  Al direccionar el pensamiento a cosas buenas visualizando conquistas, ya sea dentro del deporte, en el día a día, y sobre todo dentro de las enfermedades, promoveremos grandes cambios bioquímicos en nuestro cerebro, y ese hecho hará que seamos más felices y, desde luego, nuestra salud experimentará  cambios positivos increíbles .

   
1. El Blog del Dr. Sergio Simphronio (EL ESTRÉS SIN  MOTIVO)



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