Cada día que pasa vamos
conociendo más cosas sobre nuestro cerebro, su funcionamiento, y las reacciones
bioquímicas que produce según la manera en la que nos comportamos o las
decisiones que tomamos con respecto a las acciones que practicamos durante
nuestro día. La complejidad de las operaciones que el cerebro realiza nos hace
estar seguros de que no existe en el mundo máquina tan perfecta que pudiera
superarle. Es cierto que la manera de alimentarnos proporcionará una mayor o
menor intensidad en las funciones de tan maravilloso órgano. Si añadimos el
ejercicio físico dentro de este contexto, estos cambios bioquímicos se acentúan
de una importante manera. Desde luego, el cerebro es el centro de control de
nuestro cuerpo. De entre sus miles de funciones, una de las que más llama la
atención de la mayor parte de los investigadores de todo el mundo es el
pensamiento. Muy poco se sabe sobre el pensamiento, pero claro está que es una
de las hazañas más majestuosas de los seres vivos. Nuestra capacidad de
pensamiento es lo que nos diferencia de
los demás mamíferos.
En otras épocas, Aristóteles
nos enseñó que el cerebro tenía como función enfriar el cuerpo del animal. Ya
Hipócrates nos instruyó sobre la localización de las emociones en el cerebro, y
dijo que es el órgano de los movimientos y de los juicios, de ahí la expresión
“pacto o juramento hipocrático”.
En la actualidad todavía es
muy difícil conocer los recovecos del pensamiento, puesto que resulta
complicado investigar las fuerzas mentales. La secreción del hígado o de los
riñones produce una materia palpable. Los productos que los riñones separan de
la sangre pueden cambiar de perfil según los estímulos cerebrales, y eso es posible verlo; pero no se
puede mesurar el pensamiento, tampoco su
fuerza. El pensamiento mueve una ingente cantidad de corrientes eléctricas en el
cuerpo afectando así a los nervios y,
como respuesta, ocasiona las sensaciones y los sentimientos. El pensamiento
tiene un poder que no se puede explicar, por este motivo es fundamental que
intentemos direccionar nuestro pensamiento de manera positiva y productiva.
El
pensamiento es pura energía.
En el área deportiva, muchos
son los entrenadores que son conscientes del poder de nuestro cerebro, pero
desafortunadamente, hay muchos otros que
no lo son. En el primer caso, éstos utilizan el poder del pensamiento como
herramienta para mejorar marcas, o añadir intensidad en los entrenamientos. Enseñan a sus atletas a concentrarse y a
creer que es posible conseguir una mejoría de tiempo, subir de carga en los
entrenamientos de fuerza, etc., al mismo tiempo que les estimulan con palabras positivas como: “Tú
puedes”, “eres grande”, “eres el mejor”, y arengas por el estilo. Sin embargo, hay una gran
cantidad de entrenadores que más bien hace al revés. Estimulan a sus atletas
negativamente, diciéndoles cosas como “eres un inútil”, “eres malísimo”,” una
nena lo hace mejor”, etc., gritándoles, y muchas veces incluso faltándoles al respeto. En los dos casos, el
resultado final tanto puede ser bueno o malo, todo dependerá de cómo el atleta
en cuestión enfoque las informaciones recibidas, y hasta qué punto creerá en su
entrenador y sobre todo en sí mismo. Querer es poder, y desde luego un poder
inmenso.
En lo que versa respecto a
las enfermedades, el poder del pensamiento es algo impresionante, mas infelizmente
son pocas las personas que son conscientes de ello. He sido testigo de muchas
historias interesantes. El pensamiento es capaz de fomentar la liberación de
una gran cantidad de sustancias químicas en el organismo. Una persona que
piensa de una manera negativa frente a la vida y frente a las enfermedades,
tendrá una gran posibilidad de inhibir la liberación de serotonina, oxitocina, de
las endorfinas, etc., que son las sustancias que nos hacen sentir bien. Y esto
es debido a que las personas pesimistas normalmente
se estresan con una tremenda facilidad, principalmente cuando se trata de
lidiar con las enfermedades. Esa situación facilitará la liberación de ACTH (hormona del estrés), que a su vez
inhibirá la acción de las sustancias anteriormente citadas.
“Al
padecer una situación de estrés, independiente de la manera en que se nos
presente, la hormona del estrés,
cuando es liberada, se encarga de bloquear gran parte de las demás
hormonas responsables del bienestar como la oxitocina, la serotonina, la
endorfina y la dopamina, y cuando el cuerpo está libre de estrés, pasa lo
contrario”.(1) La ACTH es capaz de producir un ambiente
ácido en el organismo, hecho que será muy dañino sobre todo a las personas que
padezcan alguna patología importante, principalmente si hablamos de cáncer, pues
es sabido que las células cancerígenas viven en ambientes ácidos.
No obstante, hay muchas
personas que prefieren gastar su tiempo pensando en cosas improductivas. Muchas
de ellas se pasan el día hablando de enfermedades, a otras les gusta hablar de sexo
todo el tiempo, otras de las desgracias del mundo y del día a día, a otras les
gusta hablar mal de los demás, etc. Esto
les proporciona una tremenda pérdida de energía. Sea cual sea la situación,
normalmente lo que se habla es lo que se piensa.
Canalicemos nuestro pensamiento
en cosas productivas.
A través del pensamiento una
persona puede fomentar las mismas sensaciones de las acciones que podrían estar
ocurriendo en realidad. Sea un pensamiento positivo o negativo, las respuestas
neurofisiológicas, psicológicas,
fisiológicas vuelven a materializarse. Cuando por ejemplo una persona se
encierra en seguir recordando algo malo que le ha pasado en su vida, las
alarmas fisiológicas seguirán funcionando de la misma manera que en el momento
de aquel acontecimiento negativo. El cerebro activa algunas zonas como el
sistema límbico. La hipófisis o glándula pituitaria recibe la información del
hipotálamo para que se libere la ACTH (hormona del estrés), que estimula la
liberación del cortisol, que es la hormona que prepara el organismo para la
reacción al miedo (prepara el cuerpo para la huída o para afrontar la
situación).
El
cortisol inhibe el sistema inmunológico.
El hipotálamo transmite la
amenaza a la amígdala, ésta administra las reacciones psicológicas,
fisiológicas, neurofisiológicas, y la corteza cerebral conecta la memoria. Y todo
esto pasa sólo por recordar algún acontecimiento negativo que haya tenido lugar
en nuestra vida. El poder del pensamiento es algo realmente fascinante que
tanto puede darnos fuerzas para seguir adelante, como hundirnos. Es capaz de cambiar nuestro estado
anímico. Por este motivo no es recomendable vivir del pasado, puesto que no
sacaremos absolutamente nada con ello, haya sido bueno o malo. Si nuestras
experiencias pasadas fueron malas, pasará lo que he relatado anteriormente; y
si han sido buenas, nos adentraremos en los recuerdos corriendo el riesgo de
deprimimos por añorar los buenos
momentos, cosa que tampoco es saludable. Lo más inteligente para lograr mantener una buena salud en todos los aspectos,
es vivir el presente y hacerlo lo mejor
que se pueda, no importando la situación. Es fundamental estar libres de preocupaciones, aunque éstas
existan, puesto que preocuparse no sirve
de nada; no arreglará el problema, más bien lo contrario. Cambiemos las
preocupaciones por acciones.
El
pasado ya se ha ido, y el futuro todavía no ha llegado, así que sólo podemos
hacer algo por nosotros mismos en el presente.
Enfoquemos nuestras energías
al optimismo. Al direccionar el
pensamiento a cosas buenas visualizando conquistas, ya sea dentro del deporte,
en el día a día, y sobre todo dentro de las enfermedades, promoveremos grandes
cambios bioquímicos en nuestro cerebro, y ese hecho hará que seamos más felices
y, desde luego, nuestra salud experimentará cambios positivos increíbles .
1. El Blog del Dr. Sergio
Simphronio (EL ESTRÉS SIN MOTIVO)
Ahora podréis seguir mis
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