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viernes, 21 de noviembre de 2014

EL EJERCICIO FÍSICO Y LAS ENFERMEDADES QUE NO VEMOS

En los estados anímicos negativos, el estrés se apodera de las personas. Ello es profundamente perjudicial para la salud, pues el organismo se ve afectado de una manera muy negativa. Dentro del proceso de las enfermedades, por infelicidad, el estrés está presente la mayor parte de las veces. Independientemente  de la enfermedad que sufran, las personas  suelen sentir miedo, y en muchos casos se deprimen. Ese estado desencadena una serie de efectos negativos en el organismo, muchos de ellos tan perjudiciales para la salud como la enfermedad misma que padecen. En presencia del estrés o del miedo, el cortisol y el glutamato elevan sus niveles, y esa subida ocasiona la muerte de una gran cantidad de neuronas, en su mayoría, las que están en el hipocampo (parte del cerebro que regula el estado anímico, el miedo y las zonas que comprenden la coordinación motora; estos núcleos son capaces de reestructurar la memoria, motivo por el cual el ser humano es capaz de modificarse constantemente).   
Siempre es importante recordar que el cuerpo humano tiene una ingente cantidad de sistemas de autodefensa frente a las más distintas adversidades que puedan ocurrir; pero estas mismas defensas pueden  inhibirse, y en muchos casos, dependiendo de la enfermedad  y sobre todo de  los niveles de estrés que se padezcan, estos sistemas pueden anularse. 
El sistema inmunológico es el conjunto de procesos biológicos y estructuras que están en el interior del organismo y que sirven para protegerle de las enfermedades. Es la defensa natural de nuestro cuerpo frente a las infecciones. Es fundamental hacer que el sistema inmunitario sea activo y trabaje dentro de su normalidad. Siempre es bueno recordar que los trastornos del sistema inmunitario pueden ocasionar más enfermedades.
El trabajo del sistema inmunológico es destruir organismos infecciosos invasores, antes mismo de que puedan atacarnos y causarnos daño.
Debemos tener en cuenta, además de ser conscientes de que dentro de la  enfermedad manifiesta casi siempre existe una enfermedad oculta que se llama estrés, y la misma atención que damos a la enfermedad principal móvil del tratamiento debemos dar al estrés. Si el estrés perdura puede llegar a afectar al sistema cardiovascular, provoca hipertensión, aumenta el colesterol, los triglicéridos, etc. Al recibir un impulso negativo de  miedo por alguna situación inesperada que se nos cruce en el camino durante la sístole (contracción miocárdica en la que el corazón expulsa la sangre de su interior), se percibe la emoción de una manera más intensa que si fuera la misma situación en diástole (cuando el corazón se relaja después de la contracción). Ello puede parecer algo inverosímil y un detalle insignificante, pero en estas situaciones, el corazón sufre una importante presión y se deteriora poco a poco.
En la ausencia del estrés, los sistemas nerviosos simpático y parasimpático se conectan con los ganglios linfáticos y estos producen linfocitos que sirven para combatir los tumores, virus y bacterias. En presencia del estrés, ésta asociación cambia, pues éste se asocia con el  sistema nervioso simpático e inhibe la producción de nuevos linfocitos en el sistema linfático, ocasionando un gran desastre en las defensas del organismo.
Para que se pueda entender mejor la relevancia que tiene el sentimiento de miedo y  la importancia del estrés dentro de las enfermedades, es fundamental tener en cuenta algunos conceptos. El cerebro se divide en tres partes: El sistema nervioso central, el sistema nervioso periférico y el sistema nervioso autónomo. Nos centraremos en el sistema nervioso autónomo.
El sistema nervioso autónomo es el responsable de los aspectos de autocontrol (funciones involuntarias) del organismo, aunque está bajo el control de la corteza cerebral, el hipotálamo y la médula oblongada. Trabajando en conjunto con el sistema nervioso central, el sistema nervioso autónomo se divide en dos subsistemas que regulan las funciones del organismo como los movimientos involuntarios de los músculos lisos y el movimiento del corazón. Estos dos subsistemas son el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático, cuyas funciones son opuestas, y así producen un equilibrio entre las funciones corporales.
El SISTEMA NERVIOSO SIMPÁTICO produce respuestas de defensa y de lucha ante un estímulo, como por ejemplo el estrés, tales como aumentar el ritmo del corazón, la producción de saliva y la sudoración. El sistema parasimpático contrarresta estos efectos haciendo más lento el ritmo del corazón, dilatando los vasos sanguíneos y relajando las fibras de los músculos lisos involuntarios.
Vistos individualmente, el sistema nervioso simpático está compuesto por una serie de nervios que surgen de la médula espinal entre la primera vértebra torácica y la segunda vértebra lumbar. Estas fibras nerviosas se unen en un largo tronco de fibras llamado el tronco simpático, a cada lado de la médula espinal.
Siempre actúan juntos, equilibrándose, pero en presencia de estrés ese equilibrio se deshace produciendo un gran caos en el organismo.
Dentro o fuera de una enfermedad, la mejor y más efectiva manera de combatir el estrés y el miedo, es a través de la alegría y la tranquilidad; pero si nos estamos refiriendo a enfermedades, ¿cómo es posible estar alegres en esa situación y dentro de un tratamiento médico? La única manera de conseguir tan  interesante hecho es por vía de la elevación de los niveles de Dopamina (“hormona de la alegría y de la confianza”) y, en situaciones parecidas a las que han sido planteadas, la mejor forma de conseguir la elevación de esos niveles de Dopamina es por vía del movimiento y de la actividad física,  unidos al tratamiento médico. Se ha podido  comprobar con una inmensa cantidad de evidencias científicas, que la práctica controlada de ejercicio físico dentro de los tratamientos, además de ocasionar una rápida elevación de los niveles de defensa del organismo, reequilibra los niveles metabólicos fomentado la homeostasis. De otra parte, al proporcionar una espectacular subida de los niveles de Dopamina, ayuda a proteger el sistema cardiovascular haciendo que las aurículas del corazón segreguen un péptido  llamado Péptido Natriurético  Auricular, el cual tiene como finalidad regular el tono cardíaco, protege de la hipertensión, reduce la grasa, y proporciona tranquilidad al cerebro. Al mismo tiempo, se activa la zona prefrontal izquierda, que es la zona de las emociones positivas del cerebro, que a su vez estimula el sistema parasimpático. Con la liberación de la Dopamina, los niveles de cortisol se inhiben disminuyendo o eliminando el estrés, y  se ralentiza la actividad metabólica (ritmo Alfa). En algunos tratamientos, además de la utilización de ejercicio físico, la danza también  puede ser una estupenda herramienta para acelerar la recuperación de los pacientes y de inhibir la liberación del cortisol y del glutamato.
En enfermedades como el cáncer, por ejemplo, deberíamos tener en cuenta la relevante ayuda que la actividad física es capaz de proporcionar a los pacientes. Generalmente, muy pocas veces se tienen en cuenta la alimentación alcalina y equilibrada y el ejercicio físico como partes de un tratamiento integral del cáncer, y constituyen, sin embargo, ejes fundamentales para la recuperación de la enfermedad.
De otra parte, la danza también es capaz de involucrar varias zonas del cerebro que se encargan de ayudar a nuestro estado de ánimo.  Con la danza se estimula la liberación de dopamina, de serotonina, de oxitocina, etc. Al bailar, se estimula el hipocampo, se inhibe la depresión con la estimulación de endorfinas, se fortalecen las pautas mentales y la creatividad, se incrementa significativamente el flujo sanguíneo hacia el cerebro y, al mismo tiempo, los niveles de oxígeno, beneficiando así la acción de los neurotransmisores, y se aumenta la transmisión nerviosa. Además de ayudar en la prevención y combate de las enfermedades cardiovasculares, también interviene positivamente en muchas enfermedades neuromusculares;  mejora las habilidades de atención, de memorización y de comunicación, además de incrementar significativamente la coordinación motora. El ejercicio físico y la danza son mucho más importantes de lo que se piensa.

Es fundamental evaluar las enfermedades desde varios y diferentes aspectos. Todavía encaramos las enfermedades desde un punto de vista muy simple, y nos olvidamos de la complejidad que es el cuerpo humano y que son las enfermedades. La salud está involucrada con varios campos de la ciencia, motivo por el que es de suma importancia que fomentemos discusiones, cambios de impresiones, debates y, sobre todo, que los profesionales del mundo de la salud nos aproximemos y que aprendamos más los unos de los otros.

De ninguna manera nos podemos olvidar de que lo más importante son las personas.   



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miércoles, 15 de enero de 2014

LA FUERZA DEL PENSAMIENTO Y LA IMPORTANCIA DE PENSAR DE MANERA POSITIVA PARA NUESTRA SALUD

Cada día que pasa vamos conociendo más cosas sobre nuestro cerebro, su funcionamiento, y las reacciones bioquímicas que produce según la manera en la que nos comportamos o las decisiones que tomamos con respecto a las acciones que practicamos durante nuestro día. La complejidad de las operaciones que el cerebro realiza nos hace estar seguros de que no existe en el mundo máquina tan perfecta que pudiera superarle. Es cierto que la manera de alimentarnos proporcionará una mayor o menor intensidad en las funciones de tan maravilloso órgano. Si añadimos el ejercicio físico dentro de este contexto, estos cambios bioquímicos se acentúan de una importante manera. Desde luego, el cerebro es el centro de control de nuestro cuerpo. De entre sus miles de funciones, una de las que más llama la atención de la mayor parte de los investigadores de todo el mundo es el pensamiento. Muy poco se sabe sobre el pensamiento, pero claro está que es una de las hazañas más majestuosas de los seres vivos. Nuestra capacidad de pensamiento  es lo que nos diferencia de los demás mamíferos.   
En otras épocas, Aristóteles nos enseñó que el cerebro tenía como función enfriar el cuerpo del animal. Ya Hipócrates nos instruyó sobre la localización de las emociones en el cerebro, y dijo que es el órgano de los movimientos y de los juicios, de ahí la expresión “pacto o juramento hipocrático”.
En la actualidad todavía es muy difícil conocer los recovecos del pensamiento, puesto que resulta complicado investigar las fuerzas mentales. La secreción del hígado o de los riñones produce una materia palpable. Los productos que los riñones separan de la sangre pueden cambiar de perfil según  los estímulos  cerebrales, y eso es posible verlo; pero no se puede mesurar el pensamiento,  tampoco su fuerza. El pensamiento mueve una ingente cantidad de corrientes eléctricas en el cuerpo  afectando así a los nervios y, como respuesta, ocasiona las sensaciones y los sentimientos. El pensamiento tiene un poder que no se puede explicar, por este motivo es fundamental que intentemos direccionar nuestro pensamiento de manera positiva y productiva.    

El pensamiento es pura energía.

En el área deportiva, muchos son los entrenadores que son conscientes del poder de nuestro cerebro, pero desafortunadamente, hay muchos otros  que no lo son. En el primer caso, éstos utilizan el poder del pensamiento como herramienta para mejorar marcas, o añadir intensidad en los entrenamientos.  Enseñan a sus atletas a concentrarse y a creer que es posible conseguir una mejoría de tiempo, subir de carga en los entrenamientos de fuerza, etc., al mismo tiempo que  les estimulan con palabras positivas como: “Tú puedes”, “eres grande”, “eres el mejor”, y arengas  por el estilo. Sin embargo, hay una gran cantidad de entrenadores que más bien hace al revés. Estimulan a sus atletas negativamente, diciéndoles cosas como “eres un inútil”, “eres malísimo”,” una nena lo hace mejor”, etc., gritándoles, y muchas veces incluso  faltándoles al respeto. En los dos casos, el resultado final tanto puede ser bueno o malo, todo dependerá de cómo el atleta en cuestión enfoque las informaciones recibidas, y hasta qué punto creerá en su entrenador y sobre todo en sí mismo. Querer es poder, y desde luego un poder inmenso.
En lo que versa respecto a las enfermedades, el poder del pensamiento es algo impresionante, mas infelizmente son pocas las personas que son conscientes de ello. He sido testigo de muchas historias interesantes. El pensamiento es capaz de fomentar la liberación de una gran cantidad de sustancias químicas en el organismo. Una persona que piensa de una manera negativa frente a la vida y frente a las enfermedades, tendrá una gran posibilidad de inhibir la liberación de serotonina, oxitocina, de las endorfinas, etc., que son las sustancias que nos hacen sentir bien. Y esto es debido a que las personas  pesimistas normalmente se estresan con una tremenda facilidad, principalmente cuando se trata de lidiar con las enfermedades. Esa situación facilitará la liberación de ACTH (hormona del estrés), que a su vez inhibirá la acción de las sustancias anteriormente citadas.
“Al padecer una situación de estrés, independiente de la manera en que se nos presente, la hormona del estrés, cuando es liberada,  se encarga de bloquear gran parte de las demás hormonas responsables del bienestar como la oxitocina, la serotonina, la endorfina y  la dopamina, y cuando el cuerpo está libre de estrés, pasa lo contrario”.(1) La ACTH es capaz de producir un ambiente ácido en el organismo, hecho que será muy dañino sobre todo a las personas que padezcan alguna patología importante, principalmente si hablamos de cáncer, pues es sabido que las células cancerígenas viven en ambientes ácidos.
No obstante, hay muchas personas que prefieren gastar su tiempo pensando en cosas improductivas. Muchas de ellas se pasan el día hablando de enfermedades, a otras les gusta hablar de sexo todo el tiempo, otras de las desgracias del mundo y del día a día, a otras les gusta hablar mal de los demás, etc.  Esto les proporciona una tremenda pérdida de energía. Sea cual sea la situación, normalmente lo que se habla es lo que se piensa.
Canalicemos nuestro pensamiento en cosas productivas.
A través del pensamiento una persona puede fomentar las mismas sensaciones de las acciones que podrían estar ocurriendo en realidad. Sea un pensamiento positivo o negativo, las respuestas neurofisiológicas, psicológicas,  fisiológicas vuelven a materializarse. Cuando por ejemplo una persona se encierra en seguir recordando algo malo que le ha pasado en su vida, las alarmas fisiológicas seguirán funcionando de la misma manera que en el momento de aquel acontecimiento negativo. El cerebro activa algunas zonas como el sistema límbico. La hipófisis o glándula pituitaria recibe la información del hipotálamo para que se libere la ACTH (hormona del estrés), que estimula la liberación del cortisol, que es la hormona que prepara el organismo para la reacción al miedo (prepara el cuerpo para la huída o para afrontar la situación).

El cortisol  inhibe el sistema inmunológico.

El hipotálamo transmite la amenaza a la amígdala, ésta administra las reacciones psicológicas, fisiológicas, neurofisiológicas, y la corteza cerebral conecta la memoria. Y todo esto pasa sólo por recordar algún acontecimiento negativo que haya tenido lugar en nuestra vida. El poder del pensamiento es algo realmente fascinante que tanto puede darnos fuerzas para seguir adelante, como  hundirnos. Es capaz de cambiar nuestro estado anímico. Por este motivo no es recomendable vivir del pasado, puesto que no sacaremos absolutamente nada con ello, haya sido bueno o malo. Si nuestras experiencias pasadas fueron malas, pasará lo que he relatado anteriormente; y si han sido buenas, nos adentraremos en los recuerdos corriendo el riesgo de deprimimos  por añorar los buenos momentos, cosa que tampoco es saludable. Lo más inteligente para lograr  mantener una buena salud en todos los aspectos, es vivir el presente y hacerlo  lo mejor que se pueda, no importando la situación. Es fundamental estar  libres de preocupaciones, aunque éstas existan,  puesto que preocuparse no sirve de nada; no arreglará el problema, más bien lo contrario. Cambiemos las preocupaciones por acciones.

El pasado ya se ha ido, y el futuro todavía no ha llegado, así que sólo podemos hacer algo por nosotros mismos en el presente.     

Enfoquemos nuestras energías al optimismo.  Al direccionar el pensamiento a cosas buenas visualizando conquistas, ya sea dentro del deporte, en el día a día, y sobre todo dentro de las enfermedades, promoveremos grandes cambios bioquímicos en nuestro cerebro, y ese hecho hará que seamos más felices y, desde luego, nuestra salud experimentará  cambios positivos increíbles .

   
1. El Blog del Dr. Sergio Simphronio (EL ESTRÉS SIN  MOTIVO)



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martes, 5 de marzo de 2013

EL ESTRÉS SIN MOTIVO


En nuestras vidas muchas veces perdemos un precioso tiempo con cosas negativas que no nos llevan a ninguna parte. En las innúmeras adversidades por las que pasamos, ocurren cosas que no  esperamos y que casi siempre huyen de nuestro control. Es entonces cuando nos enfadamos y, en gran parte de los casos, nos estresamos, siendo que muchas personas  guardan este enfado dentro de sí. Comenzamos a dar vueltas sobre el tema y, casi siempre, de una manera negativa y colérica; y cuando nos damos cuenta, estamos días, semanas, meses pensando en dicho problema con un monumental enfado sin encontrar ninguna solución y, lo más importante, dejando de vivir tranquilo y saludablemente. Cuanto más pensamos sobre lo que nos ha pasado más nos enfadamos y, en este momento, damos paso a la indignación,  haciendo que ese enfado llegue a niveles desmesurados. En estos momentos perdemos nuestra concentración, nuestro equilibrio, nuestra cordura y hasta el sentido común. El estrés es muy perjudicial para nuestro cuerpo y para nuestras vidas, y en particular esa clase de estrés nos hace mucho daño.
El estrés es parte de la naturaleza humana desde los tiempos de nuestros antepasados, pues es una de las maneras que el cuerpo tiene de afrontar un peligro preparándose para la lucha o la huida. En los días de hoy, ante un inminente  peligro, las reacciones inesperadas que tenemos y que son producto del estrés podría salvarnos la vida.
No obstante, el gran problema surge cuando generamos el estrés ante situaciones de poca importancia, o en aquellas situaciones en que no se requiere ni la lucha ni la huida y donde la solución de un determinado problema no depende de nosotros. Nuestro cuerpo se prepara para una situación de emergencia que no ocurre y, cuando eso pasa, el cerebro envía las órdenes de la misma manera  para provocar la liberación de las hormonas responsables del estrés, la ACTH. Estas hormonas  hacen que  aumente el flujo sanguíneo  transportando así  más oxigeno, que se incremente el tono muscular y que estemos más alertas ante cualquier estímulo. El corazón se dispara, los músculos se tensan, la presión arterial sube pudiendo llegar a niveles muy altos, los niveles de adrenalina aumentan considerablemente. Con el objetivo de afrontar la presunta amenaza nuestro cuerpo experimenta  estos cambios metabólicos dirigidos a aumentar la fuerza y la energía, pero si dicha amenaza no existe nuestro cuerpo sufre de una manera descomunal,  pues al no utilizarlas deben ser extravasadas de alguna manera. Como eso no es posible en esta clase de situación, esa energía no gastada se acumula en forma de tensión muscular, y las consecuencias son: presión alta, taquicardias, dolor de cabeza, contracturas, dolor de espalda, falta de concentración, etc.  
Con la llegada de la noche, al parar para reflexionar sobre todo el día, deparamos  en todas las situaciones incómodas que hemos experimentado y muchas veces el balance es negativo, la balanza se inclina hacia nuestra falta de paciencia con los demás y, sobre todo, con nosotros mismos. Al padecer una situación de estrés, independiente de la manera en que se nos presente, la hormona del estrés, cuando es liberada,  se encarga de bloquear gran parte de las demás hormonas responsables del bienestar como la oxitocina, la serotonina, la endorfina y  la dopamina, y cuando el cuerpo está libre de estrés, pasa lo contrario. Por ello  es importante que no perdamos el tiempo con cosas innecesarias o problemas absurdos. Es importante que veamos la vida de una manera más  fácil.
De otra parte, es fundamental que aprendamos a defendernos. En el caso de las personas que sepan que padecen estrés o de aquellas que trabajen o vivan en entornos estresantes, más que mantener la calma en las situaciones límite, es fundamental equilibrar el metabolismo mediante actividad física, con énfasis en  las actividades aeróbicas: correr, clases dirigidas donde exista la música (la música y el movimiento juntos son dos importantes elementos para combatir el estrés), clases de spinning, la natación, etc. Los trabajos aeróbicos proporcionan interesantes mecanismos para el control del estrés pues, al elevar la frecuencia cardiaca de manera controlada,  se altera el metabolismo de una forma muy significativa haciendo que el cuerpo elimine toxinas, que disminuya el nivel de cortisol  y que aumente el de serotonina, endorfinas, oxitocina, dopamina, etc. Al tener controlados los niveles de cortisol y con el incremento del flujo sanguíneo hacia el cerebro, la actividad cerebral aumentará, luego el rendimiento intelectual también se intensificará. De otra parte, la alimentación sana proporcionará un mejor funcionamiento de los órganos internos y del flujo sanguíneo, facilitando así la liberación de las toxinas  estimulada por el ejercicio físico.

Normalmente las personas que practican actividad física mantienen una dieta sana y, por estos motivos, de una manera general son más tranquilas y padecen menos estrés. Independiente de las costumbres que uno desarrolle a lo largo de su vida, es fundamental que no nos dejemos atrapar por los malos pensamientos, deseos de venganza o resentimientos de cosas injustas que pasan en nuestras vidas. Es un reto difícil de poner en práctica, pero no imposible y además, ¿de qué nos sirve este tipo de situaciones donde por algo malo que nos ha sucedido  dejamos reinar el enfado y a la vez no podemos hacer nada para solucionar el problema?
En la vida es necesario buscar las soluciones a los problemas que tenemos, al mismo tiempo que debemos tomar decisiones sobre lo que es mejor para nosotros. Estas decisiones deben ser tomadas con la cabeza fría y no debemos dejar que un mal estado anímico se apodere de nuestras resoluciones. Todos podemos y debemos enfadarnos en dado momento de nuestras vidas, pero por un corto espacio de tiempo. Enfadarse es una característica humana, pero vivir dentro del enfado no; además de ser muy perjudicial para la salud, es un desencadenante del estrés.


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