En nuestras vidas muchas veces perdemos un precioso tiempo con cosas
negativas que no nos llevan a ninguna parte. En las innúmeras adversidades por
las que pasamos, ocurren cosas que no esperamos y que casi siempre huyen de nuestro
control. Es entonces cuando nos enfadamos y, en gran parte de los casos, nos
estresamos, siendo que muchas personas
guardan este enfado dentro de sí. Comenzamos a dar vueltas sobre el tema
y, casi siempre, de una manera negativa y colérica; y cuando nos damos cuenta,
estamos días, semanas, meses pensando en dicho problema con un monumental
enfado sin encontrar ninguna solución y, lo más importante, dejando de vivir
tranquilo y saludablemente. Cuanto más pensamos sobre lo que nos ha pasado más
nos enfadamos y, en este momento, damos paso a la indignación, haciendo que ese enfado llegue a niveles
desmesurados. En estos momentos perdemos nuestra concentración, nuestro
equilibrio, nuestra cordura y hasta el sentido común. El estrés es muy
perjudicial para nuestro cuerpo y para nuestras vidas, y en particular esa
clase de estrés nos hace mucho daño.
El estrés es parte de la naturaleza humana desde los tiempos de nuestros
antepasados, pues es una de las maneras que el cuerpo tiene de afrontar un
peligro preparándose para la lucha o la huida. En los días de hoy, ante un
inminente peligro, las reacciones
inesperadas que tenemos y que son producto del estrés podría salvarnos la vida.
No obstante, el gran problema surge cuando generamos el estrés ante
situaciones de poca importancia, o en aquellas situaciones en que no se
requiere ni la lucha ni la huida y donde la solución de un determinado problema
no depende de nosotros. Nuestro cuerpo se prepara para una situación de
emergencia que no ocurre y, cuando eso pasa, el cerebro envía las órdenes de la
misma manera para provocar la liberación
de las hormonas responsables del estrés, la ACTH. Estas
hormonas hacen que aumente el flujo sanguíneo transportando así más oxigeno, que se incremente el tono
muscular y que estemos más alertas ante cualquier estímulo. El corazón se
dispara, los músculos se tensan, la presión arterial sube pudiendo llegar a
niveles muy altos, los niveles de adrenalina aumentan considerablemente. Con el objetivo de afrontar la presunta
amenaza nuestro cuerpo experimenta estos
cambios metabólicos dirigidos a aumentar la fuerza y la energía, pero si dicha
amenaza no existe nuestro cuerpo sufre de una manera descomunal, pues al no utilizarlas deben ser extravasadas
de alguna manera. Como eso no es posible en esta clase de situación, esa
energía no gastada se acumula en forma de tensión muscular, y las consecuencias
son: presión alta, taquicardias, dolor de cabeza, contracturas, dolor de
espalda, falta de concentración, etc.
Con la llegada de la noche, al parar para reflexionar sobre todo el día,
deparamos en todas las situaciones incómodas
que hemos experimentado y muchas veces el balance es negativo, la balanza se
inclina hacia nuestra falta de paciencia con los demás y, sobre todo, con
nosotros mismos. Al padecer una situación de estrés, independiente de la manera
en que se nos presente, la hormona del
estrés, cuando es liberada, se encarga
de bloquear gran parte de las demás hormonas responsables del bienestar como la
oxitocina, la serotonina, la endorfina y la dopamina, y cuando el cuerpo está libre de
estrés, pasa lo contrario. Por ello es importante que no perdamos el tiempo con
cosas innecesarias o problemas absurdos. Es importante que veamos la vida de
una manera más fácil.
De otra parte, es
fundamental que aprendamos a defendernos. En el caso de las personas que sepan
que padecen estrés o de aquellas que trabajen o vivan en entornos estresantes, más
que mantener la calma en las situaciones límite, es fundamental equilibrar el
metabolismo mediante actividad física, con énfasis en las actividades aeróbicas: correr, clases
dirigidas donde exista la música (la música y el movimiento juntos son dos
importantes elementos para combatir el estrés), clases de spinning, la
natación, etc. Los trabajos aeróbicos proporcionan interesantes mecanismos
para el control del estrés pues, al elevar la frecuencia cardiaca de manera
controlada, se altera el metabolismo de
una forma muy significativa haciendo que el cuerpo elimine toxinas, que
disminuya el nivel de cortisol y que
aumente el de serotonina, endorfinas, oxitocina, dopamina, etc. Al tener controlados
los niveles de cortisol y con el incremento del flujo sanguíneo hacia el
cerebro, la actividad cerebral aumentará, luego el rendimiento intelectual también
se intensificará. De otra parte, la alimentación sana proporcionará un mejor
funcionamiento de los órganos internos y del flujo sanguíneo, facilitando así
la liberación de las toxinas estimulada
por el ejercicio físico.
Normalmente las personas que practican actividad física mantienen una
dieta sana y, por estos motivos, de una manera general son más tranquilas y
padecen menos estrés. Independiente de las costumbres que uno desarrolle a lo
largo de su vida, es fundamental que no nos dejemos atrapar por los malos pensamientos,
deseos de venganza o resentimientos de cosas injustas que pasan en nuestras
vidas. Es un reto difícil de poner en práctica, pero no imposible y además, ¿de qué nos sirve este tipo de situaciones
donde por algo malo que nos ha sucedido dejamos
reinar el enfado y a la vez no podemos hacer nada para solucionar el problema?
En la vida es necesario buscar las soluciones a los problemas que
tenemos, al mismo tiempo que debemos tomar decisiones sobre lo que es mejor
para nosotros. Estas decisiones deben ser tomadas con la cabeza fría y no
debemos dejar que un mal estado anímico se apodere de nuestras resoluciones.
Todos podemos y debemos enfadarnos en dado momento de nuestras vidas, pero por
un corto espacio de tiempo. Enfadarse es
una característica humana, pero vivir dentro del enfado no; además de ser
muy perjudicial para la salud, es un desencadenante del estrés.
Ahora también podréis
seguir mis publicaciones visitando mi página de Facebook “Prof. Dr. Sergio
Simphronio” o en Twitter.
0 comentarios :
Publicar un comentario