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martes, 21 de mayo de 2013

LESIÓN DEPORTIVA O LESIÓN PSICOLÓGICA (neurofisiología deportiva)

A veces en nuestra vida  ocurren  infortunios que son capaces de cambiar el rumbo que estábamos siguiendo. Las adversidades pueden marcarnos de una manera muy importante, y si no somos conscientes de la necesidad de buscar una solución efectiva que nos ayude a solventar esa situación, en el momento menos pensado estaremos inmersos en un problema todavía mayor. Los problemas, sean de la índole que sean, siempre repercuten en nuestra salud.
Si nos referimos a las lesiones tanto dentro como fuera del deporte, ante la presencia de factores psicológicos importantes fruto de algún problema previo a la lesión, o añadido al mismo tiempo que se produjera dicho daño, su  recuperación puede hacerse muy complicada si no se administran los debidos cuidados enfocados a la atención psicológica del mismo; es decir, además de los pertinentes tratamientos para solucionar la lesión en sí, es fundamental dar una especial atención al estado psicológico de la persona que la sufre. Está comprobado que un enfoque mental positivo en el tratamiento de una lesión o  de una enfermedad  es una estupenda herramienta para su recuperación.
Hace un tiempo tuve dos casos de lesión articular en los cuales fueron aplicados tratamientos de  larga duración que no consiguieron el efecto esperado, haciendo que estos   pacientes siguiesen  padeciendo  dolor crónico (empeora debido a factores ambientales y psicológicos y persiste durante largo periodo de tiempo) e incomodidades. Los fármacos casi no hacían efecto. Al investigar el motivo, me di cuenta de que para tener éxito en el tratamiento que se aplicaba era necesario poner el foco en el factor psicológico como procedimiento principal. Es importante señalar que en ambos casos la intervención quirúrgica estaba descartada debido a que, en una situación normal, el tratamiento debería dar resultado. A parte del importante problema articular que tenían, descubrí que los dos padecían sustanciales problemas psicológicos. Uno de ellos sufría  un trauma psicológico muy significativo que le llevaba a tener trastornos de estrés postraumático en función de las graves adversidades que ocurrieron en su vida casi en momentos paralelos a la aparición de la lesión.
Los traumas postraumáticos pueden implicar importantes cambios en la química del cerebro.
En los dos casos, la ayuda de otros profesionales fue fundamental para que pudiéramos remitir el proceso de empeoramiento de calidad de vida de los pacientes. Profesionales como los psiquiatras, los psicólogos y los fisioterapeutas, son de suma importancia en muchos casos relacionados con la actividad física y el deporte, mucho más de lo que se imagina. Fue un trabajo en equipo  donde, en un corto espacio de tiempo, los resultados fueron muy significativos tanto a nivel psicológico como, sobre todo, articular; mas el trabajo no  terminaba allí. Al explorar la movilidad articular de los pacientes y al constatar que habían ganado movimiento con ausencia de dolor, les orienté a que hiciesen un entrenamiento físico controlado.  Les indique un profesional de educación física, al que pedí que desarrollase un entrenamiento con estos pacientes teniendo en cuenta los debidos cuidados con la articulación afectada y su grado de movilidad en aquel momento. Los resultados fueron geniales.

Muchas enfermedades tardan en curarse debido a que el cerebro no está en consonancia con el cuerpo.    
La actividad física es de suma importancia, sobre todo en casos como éstos, pues el ejercicio físico modifica la composición del hipocampo (de entre varias funciones, regula la respuesta al estrés), disminuyendo así la depresión y la ansiedad, debido al incremento de las capacidades de reestructuración de las redes neuronales.  Es un hecho maravilloso, pues con la actividad física es posible reducir los problemas de conducta ocasionados por un suceso traumático, debido al aumento del flujo sanguíneo en las arterias y a la liberación de una ingente cantidad de neurotransmisores que ayudan a remitir el dolor, el estrés, la ansiedad, que fomentan la alegría, las ganas de moverse y de entrenar, etc.  El ejercicio físico contribuye al aumento de los niveles de BDNF (factores neurotrópicos: familia de proteínas que facilitan la supervivencia de las neuronas). Este hecho nos facilita indicios fehacientes sobre la forma de tratar numerosas enfermedades que afectan el estado de ánimo y al comportamiento de las personas. El gran dilema es que, como en los casos planteados anteriormente, las personas  afectadas se abstienen de entrenar, pues  no tienen la fuerza necesaria en la parte que ha sido dañada y el dolor ejerce sobre ellas un gran control de manera que las inutiliza, disminuyendo drásticamente su calidad de vida. De otra parte, cuando experimentan mínimas reducciones del dolor, tiene miedo a que con la práctica del ejercicio éste vuelva. Por este motivo, la práctica de la actividad física se hace muy difícil, pero no tiene porque ser así. En los días de hoy, para casos como éstos, tenemos varias clases de entrenamiento que son muy eficaces: entre ellos, los que se desarrollan dentro de la piscina cubierta.
¿Por qué los atletas de alto nivel se recuperan de las lesiones tan rápidamente?
La respuesta es sencilla: en primer lugar, porque se toman muy en serio sus lesiones; en segundo lugar,  porque exploran todos los medio viables, objetivando que la recuperación sea lo más rápida posible; y en tercer  lugar, al ser una recuperación  funcional, nunca paran totalmente sus actividades, sino que siguen entrenando a un ritmo diferente, y este hecho hace que sigan proporcionando estímulos al cerebro, a los músculos, y a las partes afectadas por la lesión.  Y este último es uno de los factores más relevantes para que la recuperación sea rápida.   

El movimiento es parte de la idiosincrasia humana, e incluso en los momentos de enfermedad y/o lesión, no existiendo  incapacidad de movimiento, la persona debe seguir practicando su movilidad. El cuerpo es una máquina tan perfecta que nuestro cerebro siempre encuentra la manera de hacer que nos sintamos mejor, no importa la situación en que nos encontremos. La cuestión es:
¿Estás  tú proporcionando a tu cuerpo los medios adecuados para que éste funcione cada vez mejor?  



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martes, 30 de abril de 2013

LA DANZA (NEUROFISIOLOGÍA DEPORTIVA)


Ayer fue el Día Internacional de la Danza que, desde los años 80, es celebrado en todo el mundo por los amantes de este arte tan fabuloso y al mismo tiempo tan sufrido. Yo siempre digo que los bailarines son los “atletas de la  cultura”, puesto que  trabajan su cuerpo con enorme esfuerzo y, en muchos casos, sobreesfuerzo. Al contrario de los atletas de alto nivel, los bailarines no tienen como objetivo la victoria en un partido o en una competición, sino estar en su mejor forma física y representar su mejor función. A los que amamos la danza siempre nos emociona ver grandes  performances. Desafortunadamente, estos profesionales son muy poco valorados.
Bailar no es cosa fácil.
La mayoría de las personas no tiene ni idea de la gran cantidad de horas que estos profesionales dedican a clases de danza con el objetivo de mejorar su técnica y para perfeccionarla. En el momento en el que consigan un nivel técnico aceptable que les permitirá  subir a un escenario, seguramente ya habrán  pasado muchos años. Cuando llegue el momento de dar el salto hacia un nivel profesional, les serán otorgadas  aún más responsabilidades, lo que les obligará a hacer  más clases de mantenimiento y perfeccionamiento.

Las técnicas utilizadas en el mundo de la danza para  conseguir equilibrio, coordinación, sincronización, etc., básicamente siempre fueron las mismas y  han cambiado muy poco.  De una manera general, danzar nos proporciona   una de las mejores herramientas para desarrollar la inteligencia, aspecto éste desconocido por muchos. No importa de qué edad se trate, los estímulos que pueden ser favorecidos a través del movimiento y de la música son incontables. La danza desenvuelve la inteligencia espacial, la inteligencia musical, la memoria auditiva, la memoria visual, la inteligencia interpersonal, la inteligencia intrapersonal, la inteligencia matemática… También controla el cortisol, y estimula la acción de la enzima  AMPK, que se pone en funcionamiento cuando bailamos o hacemos ejercicio. Una de las actividades de dicha enzima es auxiliar  el  aumento  del consumo de  azúcar  y de oxígeno en los músculos. Si estas enzimas dejan de existir en el organismo de una persona por falta de actividad física, ésta tendrá un menor nivel de mitocondrias, que son la central de energía de las células, y eso dificultará la absorción de glucosa en el momento en el que desarrolle algún tipo de actividad como bailar o hacer ejercicio. Al bailar con regularidad o al hacer ejercicio, los niveles de mitocondrias en los músculos suben de manera significativa; al contrario, ante la falta de actividad física, la concentración de ese gen se reduce, dejándonos cada vez más perezosos y en baja forma. La enzima AMPK es la que controla dicha producción y es considerada la “enzima de la pereza”.
Bailar es una actividad muy interesante que posibilita recibir y desenvolver una gran cantidad de estímulos: la sincronización del movimiento con la música, los desplazamientos en todas las direcciones, la  medición  de las distancias con las demás personas para que no existan accidentes, aprender a observar el lenguaje corporal, etc.; y todo ello nos será de gran provecho en nuestras vidas, pues la danza nos proporciona una inmensa cantidad de información corporal.
La danza promueve la inhibición del estrés, de  la ansiedad y del miedo, debido a que mientras se baila se produce una tremenda cantidad de sinapsis entre un incontable número de neuronas.  Cuando una persona baila, ya sea a nivel  profesional o amateur, está centrada en aprender y desarrollar los cánones que fundamentan dicha actividad. Comparando el estado de las personas antes de empezar una sesión de danza y después, es posible comprobar que los cambios anímicos son evidentes.
Estos cambios se producen debido a que la danza es capaz de involucrar varias zonas del cerebro que se encargan de ayudar a nuestro estado de ánimo.  Con la danza se estimula la liberación de dopamina, de serotonina, de oxitocina, etc. Al bailar, se estimula el hipocampo (parte del cerebro que regula el estado anímico y las zonas que comprenden la coordinación motora), se inhibe la depresión con la estimulación de endorfinas, se fortalecen las pautas mentales y la creatividad, se incrementa significativamente el flujo sanguíneo hacia el cerebro y, al mismo tiempo, los niveles de oxígeno, beneficiando así la acción de los neurotransmisores, y se aumenta la transmisión nerviosa. Ayuda en la prevención y combate de las enfermedades cardiovasculares y de muchas neuromusculares;  mejora las habilidades de atención, de memorización y de comunicación, además de incrementar significativamente la coordinación motora.
También colabora en el incremento de neuronas en los niños, favoreciendo un mayor  número de sinapsis a través de los estímulos proporcionados mediante  la unión de los movimientos con la música. La música les incita a pensar rápido y a buscar soluciones psicomotrices a la gran cantidad de impulsos que se proporcionan en una clase de danza. Es una actividad que se adapta a todos los públicos. De otra parte, los lazos sociales que pueden ser desplegados con la danza son realmente interesantes. De una manera general, los que practican esta actividad, son personas libres de estrés y posen  comportamientos positivos. La explicación es que la danza, además de fomentar una buena preparación física, se compone de dos herramientas muy importantes: la música y el movimiento. La unión del ejercicio físico y la música resultan en un compuesto homogéneo que culmina en una gran explosión de energía y sensualidad.


¡FELIZ DIA INTERNACIONAL DE LA DANZA!


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martes, 9 de abril de 2013

ESTUDIO DE LOS EFECTOS DEL EJERCICIO FÍSICO EN LA QUÍMICA DEL CEREBRO


Este fue un e-mail de resultados que envié a una amiga profesora de psicología, con la que compartía parte de las conclusiones  de un escueto estudio  que me llenó de esperanza en la búsqueda de nuevas alternativas  en el tratamiento de algunas enfermedades por vía del ejercicio físico. Me ha parecido bastante oportuno compartirlo en esta publicación.
Hace un tiempo atrás,  estudié un caso de bipolaridad. Al tener muy poca información neurológica al respecto, empecé  a documentarme al mismo tiempo que fui asesorado por un compañero neurólogo sobre los cambios de simetría del cerebro de las personas que padecen dicha enfermedad.
El trastorno bipolar, también conocido como  trastorno afectivo bipolar (TAB), es una enfermedad que se refiere al trastorno del estado de ánimo, y se caracteriza por episodios con niveles anormales de energía. Los afectados oscilan entre la alegría y la tristeza de una manera muy señalada. Se manifiesta por un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores cerebrales. 
En las personas diestras, la parte izquierda del cerebro normalmente controla funciones como la velocidad, y el lenguaje, mientras que la derecha se encarga de las emociones. En el caso de las personas zurdas ocurre lo contario, y ese  cambio  se da debido al gen LRRTM1. Es un gen clave a la hora de controlar qué partes del cerebro rigen funciones como el habla o la emoción, así como las probabilidades de ser zurdo o sufrir esquizofrenia o bipolaridad. Al conocer más sobre estas enfermedades, nos hemos dado cuenta de que existían interesantes estudios que habían comprobado que tanto la bipolaridad como la esquizofrenia son enfermedades que tienen los mismos orígenes, que contienen raíces genéticas comunes y que ambas enfermedades comparten un 63% de esa carga genética.     
Tras conseguir  información suficiente que me diera seguridad para desarrollar una línea de investigación, me decidí a utilizar  clases de Funk y Hip Hop para ver si podrían aportar  algún tipo de beneficio en el tratamiento de esta enfermedad. Al tener también  la carrera de Educación Física y habiendo dedicado muchos años de mi vida a impartir clases de estos dos estilos, soy consciente de los posibles cambios químicos que el cerebro puede experimentar con esta clase de actividad debido a la tremenda cantidad de información que es posible proporcionar en un corto espacio de tiempo.

Eran clases con una tremenda riqueza coreográfica, al mismo tiempo que presentaban una gran exigencia de estímulos y de esfuerzo físico. Trabajábamos con  coreografías largas, con varios tiempos de ocho, que eran repetidas una y otra vez. Además, se indicó  a la persona que entrenara esas mismas coreografías en casa para traerlas perfeccionadas para la próxima sesión. Estos “deberes” también servían para hacer que mantuviera la cabeza ocupada y centrada en el afán  de perfeccionar el trabajo coreográfico, al mismo tiempo que conseguían apartarla de los cambios bioquímicos más importantes en su cerebro como, por ejemplo,  la depresión. Con ese trabajo estimulábamos su memoria espacial, visual y auditiva, al tiempo que desarrollábamos  también su inteligencia espacial, musical e interpersonal, y los demás estímulos que se generaban con las otras personas que participaban en la clase.
El trabajo era desarrollado en un gimnasio, lo que permitía que los demás alumnos no se percatasen de que era un estudio. El nivel de exigencia era alto, tanto en la parte de entrenamiento físico, como en la solicitación  psicomotriz. Las músicas eran muy excitantes y el ambiente positivo. Se utilizaban coreografías rápidas, con desplazamientos en todas las direcciones. El objetivo era proporcionarle el máximo de información visual, auditiva, espacial, temporal, etc.   
Se conseguía así incentivar la liberación de una ingente  cantidad de serotonina, endorfinas, oxitocina, noradrenalina, además de estimular muchos  neurotransmisores que contribuían a alterar las respuestas bioquímicas de su cerebro, equilibrando de alguna manera los desequilibrios electroquímicos de esos neurotransmisores.  Hemos hecho un escáner de su cerebro antes de empezar las sesiones, al final del tercer mes, en el sexto y  en el décimo mes. Fue realmente sorprendente presenciar en su mapa encefálico los cambios de estímulos  que experimentó. Lo más representativo de este estudio es que, el psiquiatra responsable del caso clínico  de la persona en cuestión, redujo los fármacos (anti psicóticos) que tomaba en función de la evidente mejora de comportamiento de su enfermedad. Es importante señalar que, en otros momentos, esas mismas cantidades de fármacos no habían sido capaces de bloquear los episodios que la paciente padecía. 
Fue genial constatar que esa persona pudiese seguir con su vida ingiriendo   mínimas dosis del fármaco que durante años utilizó, y que el entrenamiento físico basado en estímulos neuromusculares unido a la música  fuera tan efectivo en un caso como este. Está claro que el estudio prueba solamente que pueden existir otras vías de tratamiento que podrían ser bastante efectivas; pero todo es muy prematuro aún, y la falta de conocimiento sobre los entresijos del cerebro son todavía muy evidentes.
Aunque los resultados del  estudio fueron muy satisfactorios,  es necesario seguir investigando con un mayor número de  personas, con diferentes metabolismos, diferentes edades y sexo. Es importante decir que cada individuo es un mundo totalmente diferente, y que la química del cerebro de cada uno funciona de manera distinta; por ese motivo hemos de ser responsables y no podemos aplicar la misma fórmula a todas las personas. Tampoco debemos pensar que todos los fármacos son malos, todo lo contrario: si son bien aplicados podrán  reportar resultados muy positivos.  

Lo que sí está claro es que  moverse es parte de la idiosincrasia del ser humano, y que cuando nos movemos, alteramos la química de nuestro cerebro de una manera importante debido a la aceleración del flujo sanguíneo que ocurre en todo el cuerpo y principalmente en el encéfalo. Si aplicamos los estímulos correctos en las personas correctas y en el tiempo oportuno, conseguiremos proporcionar los equilibrios bioquímicos que el cerebro necesita en el caso de que dichos desequilibrios existan. Por este motivo, la actividad física específica puede ser mucho más interesante de lo que se imagina. En este caso se han utilizado clases coreografiadas, pero en otros tipos de enfermedades, pueden ser muy efectivas otras clases de entrenamientos. Actualmente, en su gran mayoría, el enfoque que se da al ejercicio físico se dirige a la recuperación y mantenimiento de la forma física, o para ayudar a  prevenir ciertas enfermedades como las cardiacas, el sobrepeso, la obesidad, etc.; pero es importante tener en cuenta que el ejercicio físico ayuda a recuperar la homeostasis,  que es la estabilización del cuerpo relacionada a los procesos fisiológicos y neurofisiológicos, en otras palabras, ayuda a tratar enfermedades. El deporte o la actividad física constituyen una potente herramienta para la mejoría de la salud mental y física, cosa que puede ser muy positivo para nuestra salud, una vez que tenemos el conocimiento  de la existencia de los caminos  que podrían propiciar las vías  para que se materialicen los adecuados cambios químicos  en el cerebro  por medio de los diferentes estímulos  biomecánicos y neurofisiológicos.


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miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA INTELIGENCIA A TRAVES DE LA DANZA

Danzar es una de las cosas más placenteras que existen. Aunque uno no se vea coordinado y piense que no tenga las condiciones óptimas para mover el cuerpo al ritmo de una música, todos somos capaces hacerlo. Además de ser una estupenda herramienta para mejorar la condición física, el hecho de bailar también puede favorecernos en varios factores. Un de esos factores, y el más relevante, es la mejoría de nuestra capacidad intelectual por medio del aumento de las sinapsis neuronales que los estímulos ocasionados por la música y el movimiento pueden ocasionar en las personas que bailan. Sea profesionalmente o por diversión, los efectos químicos que el cuerpo sufre mientras bailamos son increíbles.
Al  escuchar una música que nos gusta muchas emociones afloran y con ello se produce la liberación de algunos neurotransmisores. La atención, la memoria, la emoción, la sensibilidad, la voluntad, son algunos de los elementos implicados cuando se baila. En todo este proceso, el Lóbulo Frontal es accionado y  con sus neuronas se encarga de los músculos del cuerpo, de la reproducción del habla, de la elaboración del pensamiento y de la emoción. El Lóbulo Parietal influye en la  ubicación espacio-temporal, que se relaciona con los sonidos y la memoria, además de participar en el desplazamiento de la persona que baila, fomentando la integración espacio / individuo. También calcula el espacio entre el bailarín en cuestión  y los  demás mientras  están en movimiento. El Lóbulo Occipital interpreta las imágenes y figuras coreográficas. El Lóbulo Temporal se encarga de complejas tareas como el reconocimiento de procesos auditivos y visuales. Se ocupa de la audición y del lenguaje, entre otras funciones. Al escuchar la música que utilizamos para bailar, el lóbulo temporal se encarga de descifrar todas las informaciones que recibimos.  Al hablar con otra persona pasa lo mismo: todo el proceso de memorización auditiva y  la gestión de las informaciones que recibimos  pasa por ese interesante órgano, que recibe, procesa e identifica la información que entra a través del oído. Además, también ayuda en la gestión del equilibrio y regula las emociones, tanto positivas como negativas (la motivación, la ansiedad, el placer y la ira), emociones que afloran muy fácilmente cuando se baila.
El Cerebelo también ayuda a controlar el equilibrio del cuerpo estando parados, desplazando el cuerpo, o aplicando un giro dentro de un baile.
El contagio emocional que proporciona una coreografía bien estructurada puede ser un afortunado espectáculo, tanto para las personas que están bailando como para las que lo están contemplando. Esto ocurre debido a que se activan las “neuronas espejo”, que son capaces de infundir placer a los espectadores  mediante  las emociones visuales ocasionadas por la coreografía en cuestión, al mismo tiempo que los bailarines que disfrutan de la misma  emoción, desde otro punto de vista. Interpretar esas emociones a través de la música, sincronizar los movimientos con la información auditiva que recibimos,  interpretar los cambios melódicos a través de estos mismos movimientos y respetar los patrones espaciales sin chocar con las demás  personas que tenemos a nuestro alrededor, no es tarea fácil. El mejor ordenador del mundo no conseguiría hacerlo, pues además de la exactitud de los cálculos espaciales dentro del movimiento coreografiado, las emociones recibidas y emitidas que ocurren  cuando uno baila son algo que sólo la maquina más perfecta jamás creada  es capaz de hacer: el ser humano.
Cuando bailamos, aceleramos la cantidad de procesos químicos en nuestro organismo y promovemos la liberación de una cantidad inusual de neurotransmisores. Estos neurotransmisores facilitarán un efecto muy positivo para nuestro organismo, pues todas esas sensaciones placenteras que sentimos ocurren debido a la liberación de las endorfinas, de la noradrenalina, de la oxitocina, etc. Estos neurotransmisores también sirven para disminuir el estrés, mejoran el ánimo y son importantes para conseguir un mejor aprendizaje. 
“Con la disminución del estrés, la cognición mejora, pues el estrés es una respuesta de defensa del organismo frente a un posible peligro”. (1)
En el caso de la oxitocina, estimula la alegría y el placer. La oxitocina tiene un efecto muy interesante en nuestro organismo, pues es fundamental para que consigamos estabilidad emocional, para combatir la ansiedad, el estrés, las fobias, etc. Solo con el simple hecho de bailar, conseguimos la liberación de este importante neurotransmisor en nuestro organismo. De ahí viene la sensación de bienestar y la alegría que sentimos después de una sesión de danza. La danza también mejora, y mucho, la coordinación motora.
“Cuanto mejor es la coordinación motora, mejores serán las respuestas neurofisiológicas de cara a los estímulos musculares. La coordinación motora proporciona una mejor acción muscular y a la vez perfecciona la interpretación nerviosa del movimiento. Estando el cerebro en equilibrio con el cuerpo, cualquier clase de estímulo que recibamos será rápidamente asimilada. Las sinapsis cerebrales funcionarán de una manera bastante más acelerada y las respuestas musculares se harán de una forma inmediata” (2). Al bailar el metabolismo se  acelera y, en consecuencia,  habrá un incremento en la cantidad de riego sanguíneo. “Cuanto mayor la cantidad de riego sanguíneo, mayor la claridad de ver las cosas y de la toma de decisiones. Otra de las cosas interesantes que ocurren con la subida del riego sanguíneo, es el aumento de la neuroplasticidad, en otras palabras, una mayor conexión entre neuronas”  (3).
 Es sabido que existen varios tipos de inteligencia. En el caso de la danza, las personas son  estimuladas  de una manera muy importante a utilizar  su  inteligencia visual espacial  y la inteligencia musical. Al bailar, estas inteligencias  no solo son estimuladas, sino también entrenadas. Lo interesante es que las personas con una  predisposición a tener como modus operandi la utilización de otras clases de inteligencias, también desarrollarán estas dos que son fundamentales para la danza. Al mismo tiempo, estimularán una gran cantidad  de sinapsis neuronales y, en el caso de las personas adultas,  también fomentarán  la regeneración de las  neuronas fomentando una mayor facilidad para nuevos  aprendizajes en todos los ámbitos.
En algunas partes del mundo, muchas instalaciones deportivas y gimnasios empiezan a dejar de ofrecer las clases dirigidas a sus clientes, y eso me produce una tremenda tristeza.  Aparte de la danza, las clases de aeróbic, las de Funk y Hip Hop, las clases donde existan músicas y coreografías  son de suma importancia, no solo por la alegría que puedan producir en las personas, sino también para el mejor desarrollo de la inteligencia a través de un mayor uso de las varias herramientas encefálicas que tenemos y que,  en muchas situaciones,  no utilizamos. Al contrario de lo que mucha gente piensa, los ejercicios coreografiados, la danza, y todas las actividades que contienen música y movimiento, son fundamentales para el incremento de nuestra inteligencia, no importa la edad.         


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