Este fue un e-mail de resultados que envié a una amiga profesora de
psicología, con la que compartía parte de las conclusiones de un escueto estudio que me llenó de esperanza en la búsqueda de
nuevas alternativas en el tratamiento de
algunas enfermedades por vía del ejercicio físico. Me ha parecido bastante
oportuno compartirlo en esta publicación.
Hace un tiempo atrás, estudié un
caso de bipolaridad. Al tener muy poca información neurológica al respecto, empecé
a documentarme al mismo tiempo que fui asesorado
por un compañero neurólogo sobre los cambios de simetría del cerebro de las
personas que padecen dicha enfermedad.
El trastorno
bipolar, también conocido como trastorno
afectivo bipolar (TAB), es una enfermedad que se refiere al trastorno del
estado de ánimo, y se caracteriza por episodios con niveles anormales de energía.
Los afectados oscilan entre la alegría y la tristeza de una manera muy
señalada. Se manifiesta por un desequilibrio electroquímico en los
neurotransmisores cerebrales.
En las personas diestras, la parte izquierda del cerebro normalmente controla funciones como la velocidad, y el lenguaje, mientras que la derecha se encarga de las emociones. En el caso de las personas zurdas ocurre lo contario, y ese cambio se da debido al gen LRRTM1. Es un gen clave a la hora de controlar qué partes del cerebro rigen funciones como el habla o la emoción, así como las probabilidades de ser zurdo o sufrir esquizofrenia o bipolaridad. Al conocer más sobre estas enfermedades, nos hemos dado cuenta de que existían interesantes estudios que habían comprobado que tanto la bipolaridad como la esquizofrenia son enfermedades que tienen los mismos orígenes, que contienen raíces genéticas comunes y que ambas enfermedades comparten un 63% de esa carga genética.
Tras conseguir información suficiente
que me diera seguridad para desarrollar una línea de investigación, me decidí a
utilizar clases de Funk y Hip Hop para
ver si podrían aportar algún tipo de
beneficio en el tratamiento de esta enfermedad. Al tener también la carrera de Educación Física y habiendo
dedicado muchos años de mi vida a impartir clases de estos dos estilos, soy
consciente de los posibles cambios químicos que el cerebro puede experimentar
con esta clase de actividad debido
a la tremenda cantidad de información que es posible proporcionar en un corto
espacio de tiempo.
En las personas diestras, la parte izquierda del cerebro normalmente controla funciones como la velocidad, y el lenguaje, mientras que la derecha se encarga de las emociones. En el caso de las personas zurdas ocurre lo contario, y ese cambio se da debido al gen LRRTM1. Es un gen clave a la hora de controlar qué partes del cerebro rigen funciones como el habla o la emoción, así como las probabilidades de ser zurdo o sufrir esquizofrenia o bipolaridad. Al conocer más sobre estas enfermedades, nos hemos dado cuenta de que existían interesantes estudios que habían comprobado que tanto la bipolaridad como la esquizofrenia son enfermedades que tienen los mismos orígenes, que contienen raíces genéticas comunes y que ambas enfermedades comparten un 63% de esa carga genética.
Eran clases con una tremenda riqueza coreográfica, al mismo tiempo que
presentaban una gran exigencia de estímulos y de esfuerzo físico. Trabajábamos
con coreografías largas, con varios
tiempos de ocho, que eran repetidas una y otra vez. Además, se indicó a la persona que entrenara esas mismas coreografías
en casa para traerlas perfeccionadas para la próxima sesión. Estos “deberes” también servían para hacer
que mantuviera la cabeza ocupada y centrada en el afán de perfeccionar el trabajo coreográfico, al
mismo tiempo que conseguían apartarla de los cambios bioquímicos más
importantes en su cerebro como, por ejemplo, la depresión. Con ese trabajo
estimulábamos su memoria espacial, visual y auditiva, al tiempo que
desarrollábamos también su inteligencia
espacial, musical e interpersonal, y los demás estímulos que se generaban con
las otras personas que participaban en la clase.
El trabajo era desarrollado en un gimnasio, lo que permitía que los
demás alumnos no se percatasen de que era un estudio. El nivel de exigencia era
alto, tanto en la parte de entrenamiento físico, como en la solicitación psicomotriz. Las músicas eran muy excitantes
y el ambiente positivo. Se utilizaban coreografías rápidas, con desplazamientos
en todas las direcciones. El objetivo era proporcionarle el máximo de información
visual, auditiva, espacial, temporal, etc.
Se conseguía así incentivar la liberación de una ingente cantidad de serotonina, endorfinas,
oxitocina, noradrenalina, además de estimular muchos neurotransmisores que contribuían a alterar
las respuestas bioquímicas de su cerebro, equilibrando de alguna manera los
desequilibrios electroquímicos de esos neurotransmisores. Hemos hecho un escáner de su cerebro antes
de empezar las sesiones, al final del tercer mes, en el sexto y en el décimo mes. Fue realmente sorprendente presenciar
en su mapa encefálico los cambios de estímulos
que experimentó. Lo más representativo de este estudio es que, el
psiquiatra responsable del caso clínico
de la persona en cuestión, redujo
los fármacos (anti psicóticos) que tomaba en función de la evidente mejora de
comportamiento de su enfermedad. Es importante señalar que, en otros
momentos, esas mismas cantidades de fármacos no habían sido capaces de bloquear
los episodios que la paciente padecía.
Fue genial constatar que esa persona pudiese seguir con su vida ingiriendo
mínimas dosis del fármaco que durante
años utilizó, y que el entrenamiento físico basado en estímulos neuromusculares
unido a la música fuera tan efectivo en
un caso como este. Está claro que el estudio prueba solamente que pueden
existir otras vías de tratamiento que podrían ser bastante efectivas; pero todo
es muy prematuro aún, y la falta de conocimiento sobre los entresijos del
cerebro son todavía muy evidentes.
Aunque los resultados del estudio
fueron muy satisfactorios, es necesario
seguir investigando con un mayor número de personas, con diferentes metabolismos,
diferentes edades y sexo. Es importante decir que cada individuo es un mundo
totalmente diferente, y que la química del cerebro de cada uno funciona de
manera distinta; por ese motivo hemos de ser responsables y no podemos aplicar
la misma fórmula a todas las personas. Tampoco debemos pensar que todos los
fármacos son malos, todo lo contrario: si
son bien aplicados podrán reportar
resultados muy positivos.
Lo que sí está claro es que
moverse es parte de la idiosincrasia del ser humano, y que cuando nos
movemos, alteramos la química de nuestro cerebro de una manera importante
debido a la aceleración del flujo sanguíneo que ocurre en todo el cuerpo y
principalmente en el encéfalo. Si aplicamos los estímulos correctos en las
personas correctas y en el tiempo oportuno, conseguiremos proporcionar los
equilibrios bioquímicos que el cerebro necesita en el caso de que dichos
desequilibrios existan. Por este motivo, la
actividad física específica puede ser mucho más interesante de lo que se
imagina. En este caso se han utilizado clases coreografiadas, pero en otros
tipos de enfermedades, pueden ser muy efectivas otras clases de entrenamientos.
Actualmente, en su gran mayoría, el enfoque que se da al ejercicio físico se
dirige a la recuperación y mantenimiento de la forma física, o para ayudar a prevenir ciertas enfermedades como las cardiacas,
el sobrepeso, la obesidad, etc.; pero es importante tener en cuenta que el
ejercicio físico ayuda a recuperar la homeostasis, que es la estabilización del cuerpo
relacionada a los procesos fisiológicos y neurofisiológicos, en otras palabras,
ayuda a tratar enfermedades. El deporte o la actividad física constituyen
una potente herramienta para la mejoría de la salud mental y física, cosa que
puede ser muy positivo para nuestra salud, una vez que tenemos el
conocimiento de la existencia de los
caminos que podrían propiciar las
vías para que se materialicen los
adecuados cambios químicos en el cerebro
por medio de los diferentes estímulos biomecánicos y neurofisiológicos.
Ahora también
podréis seguir mis publicaciones visitando mi página de Facebook “Prof.Dr.Sergio Simphronio” o en Twitter.
0 comentarios :
Publicar un comentario