martes, 9 de abril de 2013

ESTUDIO DE LOS EFECTOS DEL EJERCICIO FÍSICO EN LA QUÍMICA DEL CEREBRO


Este fue un e-mail de resultados que envié a una amiga profesora de psicología, con la que compartía parte de las conclusiones  de un escueto estudio  que me llenó de esperanza en la búsqueda de nuevas alternativas  en el tratamiento de algunas enfermedades por vía del ejercicio físico. Me ha parecido bastante oportuno compartirlo en esta publicación.
Hace un tiempo atrás,  estudié un caso de bipolaridad. Al tener muy poca información neurológica al respecto, empecé  a documentarme al mismo tiempo que fui asesorado por un compañero neurólogo sobre los cambios de simetría del cerebro de las personas que padecen dicha enfermedad.
El trastorno bipolar, también conocido como  trastorno afectivo bipolar (TAB), es una enfermedad que se refiere al trastorno del estado de ánimo, y se caracteriza por episodios con niveles anormales de energía. Los afectados oscilan entre la alegría y la tristeza de una manera muy señalada. Se manifiesta por un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores cerebrales. 
En las personas diestras, la parte izquierda del cerebro normalmente controla funciones como la velocidad, y el lenguaje, mientras que la derecha se encarga de las emociones. En el caso de las personas zurdas ocurre lo contario, y ese  cambio  se da debido al gen LRRTM1. Es un gen clave a la hora de controlar qué partes del cerebro rigen funciones como el habla o la emoción, así como las probabilidades de ser zurdo o sufrir esquizofrenia o bipolaridad. Al conocer más sobre estas enfermedades, nos hemos dado cuenta de que existían interesantes estudios que habían comprobado que tanto la bipolaridad como la esquizofrenia son enfermedades que tienen los mismos orígenes, que contienen raíces genéticas comunes y que ambas enfermedades comparten un 63% de esa carga genética.     
Tras conseguir  información suficiente que me diera seguridad para desarrollar una línea de investigación, me decidí a utilizar  clases de Funk y Hip Hop para ver si podrían aportar  algún tipo de beneficio en el tratamiento de esta enfermedad. Al tener también  la carrera de Educación Física y habiendo dedicado muchos años de mi vida a impartir clases de estos dos estilos, soy consciente de los posibles cambios químicos que el cerebro puede experimentar con esta clase de actividad debido a la tremenda cantidad de información que es posible proporcionar en un corto espacio de tiempo.

Eran clases con una tremenda riqueza coreográfica, al mismo tiempo que presentaban una gran exigencia de estímulos y de esfuerzo físico. Trabajábamos con  coreografías largas, con varios tiempos de ocho, que eran repetidas una y otra vez. Además, se indicó  a la persona que entrenara esas mismas coreografías en casa para traerlas perfeccionadas para la próxima sesión. Estos “deberes” también servían para hacer que mantuviera la cabeza ocupada y centrada en el afán  de perfeccionar el trabajo coreográfico, al mismo tiempo que conseguían apartarla de los cambios bioquímicos más importantes en su cerebro como, por ejemplo,  la depresión. Con ese trabajo estimulábamos su memoria espacial, visual y auditiva, al tiempo que desarrollábamos  también su inteligencia espacial, musical e interpersonal, y los demás estímulos que se generaban con las otras personas que participaban en la clase.
El trabajo era desarrollado en un gimnasio, lo que permitía que los demás alumnos no se percatasen de que era un estudio. El nivel de exigencia era alto, tanto en la parte de entrenamiento físico, como en la solicitación  psicomotriz. Las músicas eran muy excitantes y el ambiente positivo. Se utilizaban coreografías rápidas, con desplazamientos en todas las direcciones. El objetivo era proporcionarle el máximo de información visual, auditiva, espacial, temporal, etc.   
Se conseguía así incentivar la liberación de una ingente  cantidad de serotonina, endorfinas, oxitocina, noradrenalina, además de estimular muchos  neurotransmisores que contribuían a alterar las respuestas bioquímicas de su cerebro, equilibrando de alguna manera los desequilibrios electroquímicos de esos neurotransmisores.  Hemos hecho un escáner de su cerebro antes de empezar las sesiones, al final del tercer mes, en el sexto y  en el décimo mes. Fue realmente sorprendente presenciar en su mapa encefálico los cambios de estímulos  que experimentó. Lo más representativo de este estudio es que, el psiquiatra responsable del caso clínico  de la persona en cuestión, redujo los fármacos (anti psicóticos) que tomaba en función de la evidente mejora de comportamiento de su enfermedad. Es importante señalar que, en otros momentos, esas mismas cantidades de fármacos no habían sido capaces de bloquear los episodios que la paciente padecía. 
Fue genial constatar que esa persona pudiese seguir con su vida ingiriendo   mínimas dosis del fármaco que durante años utilizó, y que el entrenamiento físico basado en estímulos neuromusculares unido a la música  fuera tan efectivo en un caso como este. Está claro que el estudio prueba solamente que pueden existir otras vías de tratamiento que podrían ser bastante efectivas; pero todo es muy prematuro aún, y la falta de conocimiento sobre los entresijos del cerebro son todavía muy evidentes.
Aunque los resultados del  estudio fueron muy satisfactorios,  es necesario seguir investigando con un mayor número de  personas, con diferentes metabolismos, diferentes edades y sexo. Es importante decir que cada individuo es un mundo totalmente diferente, y que la química del cerebro de cada uno funciona de manera distinta; por ese motivo hemos de ser responsables y no podemos aplicar la misma fórmula a todas las personas. Tampoco debemos pensar que todos los fármacos son malos, todo lo contrario: si son bien aplicados podrán  reportar resultados muy positivos.  

Lo que sí está claro es que  moverse es parte de la idiosincrasia del ser humano, y que cuando nos movemos, alteramos la química de nuestro cerebro de una manera importante debido a la aceleración del flujo sanguíneo que ocurre en todo el cuerpo y principalmente en el encéfalo. Si aplicamos los estímulos correctos en las personas correctas y en el tiempo oportuno, conseguiremos proporcionar los equilibrios bioquímicos que el cerebro necesita en el caso de que dichos desequilibrios existan. Por este motivo, la actividad física específica puede ser mucho más interesante de lo que se imagina. En este caso se han utilizado clases coreografiadas, pero en otros tipos de enfermedades, pueden ser muy efectivas otras clases de entrenamientos. Actualmente, en su gran mayoría, el enfoque que se da al ejercicio físico se dirige a la recuperación y mantenimiento de la forma física, o para ayudar a  prevenir ciertas enfermedades como las cardiacas, el sobrepeso, la obesidad, etc.; pero es importante tener en cuenta que el ejercicio físico ayuda a recuperar la homeostasis,  que es la estabilización del cuerpo relacionada a los procesos fisiológicos y neurofisiológicos, en otras palabras, ayuda a tratar enfermedades. El deporte o la actividad física constituyen una potente herramienta para la mejoría de la salud mental y física, cosa que puede ser muy positivo para nuestra salud, una vez que tenemos el conocimiento  de la existencia de los caminos  que podrían propiciar las vías  para que se materialicen los adecuados cambios químicos  en el cerebro  por medio de los diferentes estímulos  biomecánicos y neurofisiológicos.


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