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martes, 16 de octubre de 2012

COMBATIENDO EL MIEDO Y LA ANSIEDAD


Es sabido que la actividad física es uno de los mejores fármacos que existen, no  sólo en la prevención de enfermedades sino también por hacer que nuestro organismo reaccione fisiológicamente de una manera muy positiva ante a cualquier peligro. La unión de un buen programa de ejercicio físico con una   alimentación equilibrada,  proporciona al cuerpo las herramientas perfectas para que los órganos internos faciliten la producción de las sustancias que necesitamos para tener una defensa óptima. La actividad física  provoca de una manera natural la liberación de sustancias como la  serotonina, la endorfina,  la oxitocina y muchos otros elementos que inhiben la ansiedad, la depresión, el miedo y, principalmente, el estrés. Éstas son producidas de una manera natural; cuanto más en forma esté la persona en cuestión, mejores serán los niveles de estas sustancias en el organismo, motivo por el cual las personas con una buena forma física tienen mejor autoestima. Como un ejemplo, el sistema cardiovascular favorece el transporte de hormonas, nutrientes y oxígeno al organismo para que pueda aguantar el entrenamiento, al mismo tiempo que elimina del mismo los deshechos.
Las respuestas que son producidas con la práctica de la actividad física  regular y del deporte son siempre beneficiosas. Normalmente las personas que entrenan encaran los problemas de una manera más tranquila y equilibrada. El aumento de la producción de las endorfinas ocasionada por la práctica de la actividad física nos produce mayor sensación de placer y bienestar facilitando así el control del estrés. Los receptores sobre los que la adrenalina actúa son más sensibles a las moléculas debido a la actividad física; en otras palabras, con el ejercicio físico tendremos una  mejoría de la condición física del individuo, pero con una importante  disminución de los niveles de adrenalina. Esto será  beneficioso para la disminución del estrés y también de los factores de riesgo como la hipertensión arterial. Ante la existencia de estrés, el organismo sufre importantes cambios que en muchos casos pueden resultar  muy dañinos para  la salud del individuo.   
Esto es lo que pasa con nosotros cuando tenemos estrés ocasionado por el miedo.
Cuando  notamos  que un estímulo externo puede afectar a nuestra seguridad, se ponen en marcha nuestras alarmas fisiológicas. Cuando el cerebro percibe un peligro potencial, activa ciertas zonas como el sistema límbico. El hipotálamo da la información a la hipófisis o glándula pituitaria para que sea liberada la hormona ACTH (la hormona del estrés). Ésta estimula la liberación de cortisol, que es la hormona que prepara el organismo para la reacción del miedo.
El hipotálamo trasmite la amenaza a la amígdala, ésta  coordina las reacciones psicológicas y fisiológicas, y la corteza cerebral conecta la memoria. El pelo se eriza (piel de gallina), la piel empalidece, pues la sangre se retira de esa zona, y  la sudoración aumenta. Las pupilas se dilatan y el nervio óptico envía el aviso al tálamo. El tálamo envía las sensaciones de miedo a la corteza cerebral, el hipotálamo induce la síntesis de ACTH y de los neurotransmisores. La hipófisis estimula la secreción de las glándulas  suprarrenales. Los bronquios se expanden, los músculos de los brazos se tensan, y el corazón acelera.
El hígado refuerza sus niveles de azúcar y el páncreas reduce su producción de insulina. Las glándulas suprarrenales liberan la hormona del estrés, la ACTH. El intestino se contrae provocando en muchos casos la defecación. Los músculos de las piernas se tensan, y los órganos sexuales dejan de producir hormonas.
Hay muchos casos de personas que, con los nervios, empiezan a comer descontroladamente con el objetivo de calmarse o por la ansiedad, pero esa acción les provocará sin embargo  más angustia que sosiego, pues en general comen de una manera compulsiva y acaban engendrando más preocupación. Los nervios les hacen comer, pero esa ingesta descontrolada acaba provocando más inquietud. En casos como estos es interesante buscar alimentos ricos en sustancias relajantes como la avenina, que es un alcaloide que forma parte de la avena y sirve para tonificar y equilibrar los nervios: por este motivo incluir la avena en el desayuno es una buena idea. Pasa lo mismo con el aminoácido triptófano, que se trasforma en serotonina y  es un neurotransmisor fundamental para controlar la ansiedad. La vitamina B6 también es muy interesante, pues participa en la síntesis de la serotonina y de la mielina, sustancias que cubren las fibras nerviosas.
Cuando practicamos actividad física nos sentimos más descargados de las tensiones, más animados, más tranquilos. En muchos de los casos, al terminar el programa de ejercicios, conseguimos  encontrar la solución a algún problema que nos afectaba antes de empezar el entrenamiento. Las personas que realizan actividad física regular de una intensidad moderada, como mínimo 3 veces por semana, tendrán una mejor calidad de vida. El movimiento es inherente al ser humano y los ejercicios físicos también deberían serlo.
Siempre defenderé la importancia de practicar actividad física, pues la prevención es uno de los mejores fármacos que existen, además de que, si pensamos coherentemente, es mucho más barata la prevención que la cura. Si en la mayor parte de los países del mundo las escuelas impulsasen el conocimiento de la práctica de la actividad física y de la dieta sana desde las primeras edades, enseñando a los alumnos, informando a los padres y, lo más importante, proporcionando los medios necesarios para el mejor desarrollo del ejercicio físico y de la alimentación, estoy convencido de que los altos números que encontramos en la sanidad referente a la cantidad de enfermos con patologías prevenibles como es el caso de la hipertensión, obesidad, arteriosclerosis, etc., serían significativamente más bajos. 



martes, 20 de diciembre de 2011

LOS MÚSCULOS, EL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD

Ante los avatares de la vida reaccionamos de las más diversas maneras y  muchas veces nos preguntamos cómo ha sido posible semejante respuesta a dada situación. En realidad pensamos que nos conocemos y que tenemos todo controlado, pero en algunas situaciones las cosas se nos van de las manos y es cuando nos preguntamos: ¿qué está pasando?
Al  ocurrir esto nos damos cuenta de que no controlamos nuestras reacciones frente a los problemas,  frente al peligro, o frente a  las situaciones consideradas estresantes.
De cara a  esa clase de panorama tenemos tres caminos: el del control, el del autocontrol  y el del descontrol. En el del control podemos controlar la situación, pero sin controlarnos  a nosotros  mismo. En el del autocontrol  nos controlamos  a nosotros mismo y, por consecuencia, la situación. Y si la situación es incontrolable, habremos  ganado, pues mantenerse cuerdo en una situación extrema es un logro. El del descontrol es cuando no controlamos nada. 
Es sabido que tanto el estrés como la ansiedad  son  estados muy  negativos que siempre vienen acompañados de una serie de desequilibrios fisiológicos que pueden hacer mucho daño al organismo si se perpetúan durante mucho tiempo.  
Ante una situación estresante se activa la hormona del estrés. Siguiendo órdenes del hipotálamo y de la pituitaria, las  glándulas  suprarrenales  liberan grandes cantidades de cortisol. En el caso de que esas cantidades sean demasiado altas, la memoria puede verse afectada.
El sistema nervioso simpático se hiperactiva, el ritmo cardíaco y el respiratorio se aceleran, el pulso y la presión sanguínea aumentan y los pulmones se hiperventilan haciendo que la sudoración crezca.
Cuando hay  una situación de estrés o ansiedad el cuerpo sufre y mucho, sobre todo el sistema cardiovascular por los frecuentes cambios de solicitación cardiaca. Son estas experiencias negativas las que hacen  que el cuerpo reaccione de una manera emergente. A menudo suele ocurrir  que las  personas que tienen ansiedad muchas veces se pierden dentro de este problema antes mismo de plantearse buscar ayuda.
Los síntomas del estrés son muy parecidos a los de la ansiedad.
En el caso de la ansiedad,  cuando  ésta  existe  el cerebro hace que haya una respuesta automática del  sistema nervioso con la finalidad de ponernos a salvo.
Algunos  síntomas relacionados con la ansiedad  son  la sudoración, la taquicardia, las palpitaciones, la sensación de nudo en el estómago y de pérdida de control, falta de aire, el  pulso y la presión sanguínea elevados,  la hiperventilación pulmonar...  Hay como  otros 30 síntomas relacionados.
Son síntomas de huída o evitación cuando  el peligro es evidente. El cerebro envía estos estímulos  cuando existe un peligro real, pero el problema mayor aparece cuando el mismo cerebro empieza a utilizar estos síntomas como una reacción normal ante  las mínimas adversidades del individuo, e incluso frente a situaciones normales que no entrañan peligro alguno pero que son percibidas como amenazantes por la persona, desarrollando un trastorno de ansiedad  (ataques de pánico, fobias, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, etc).
Tanto en los casos de estrés como en los de ansiedad, se libera una ingente cantidad de adrenalina en los  músculos. Ésta  adrenalina  hace  que  la musculatura se tense  mucho  dejando así los músculos  preparados para reaccionar ante cualquier estímulo que se identifique como  peligroso.
En la relación con la ansiedad o el estrés es importante saber que  al  lado  del hipotálamo está localizado el núcleo basal de la estría terminal que es la parte del cerebro que se encarga de prolongar el estado de alarma y es responsable de la aparición de la ansiedad  patológica. Por otra parte  el centro de control de las  emociones y de las respuestas primarias  está localizado en la amígdala.
Las personas que padecen estrés o ansiedad deben buscar ayuda, pero sobretodo deben ayudarse a sí mismas. Existen varias formas de tratar ese problema, cada caso es una historia completamente diferente. De todos los tratamientos, uno de los que más me llaman la atención es el basado en el ejercicio físico. Según el estado del sujeto se debe aplicar el ejercicio en función de su individualidad y siempre respetando  sus posibilidades físicas y psicológicas. Lo que  está claro es que si les proporcionamos actividades aeróbicas  para dar estímulos cardiovasculares controlados, podremos así estimular el sistema nervioso parasimpático y contrarrestar los efectos de la hiperactividad del simpático en los momentos de estrés.
Además, con  trabajos específicos de tonificación muscular,  podremos controlar los estímulos negativos proporcionados por la liberación de adrenalina que tensan los músculos haciendo que las fibras musculares vayan perdiendo su flexibilidad. De otra parte, con un buen entrenamiento podemos estimular el hambre, pues el estómago también es afectado en los casos de estrés o ansiedad. El cuerpo destina recursos para  identificar los peligros externos y producir respuestas. Por ese motivo se reduce las actividades en otras funciones no relacionadas con la alerta como la digestión.
La actividad física también puede controlar la sudoración negativa ocasionada por el estrés comentado anteriormente. Con el trabajo aeróbico se entrena el músculo cardiaco dejándolo preparado para cualquier estímulo negativo  manteniendo controlado el ritmo cardiaco,  el respiratorio y su hiperactividad. Es posible controlar el pulso,  la presión sanguínea y la hiperventilación de los pulmones disminuyendo y controlando la sudoración.
La actividad física es uno de los mejores fármacos que existen, pues si la practicamos,  hablaremos por un lado de prevención  y por otro de hacer con que el cuerpo recupere su estado de normalidad y que podamos tener calidad de vida.
De otra parte con la actividad física podremos tener un  buen  estado de ánimo. Aunque una persona esté bajo una gran situación de estrés, si ésta practica actividad física podrá defenderse de una manera muy efectiva  contra  los efectos nocivos que el estrés provoca. Existiendo  un entrenamiento físico adecuado, la persona en cuestión probará  efectos diferentes a lo que experimentaría padeciendo  estrés. Mientras el sujeto entrena, su organismo  realiza  una importante  liberación de endorfinas y  serotonina  por parte del hipotálamo y de la glándula pituitaria. Estos  neurotransmisores  son fundamentales para el bienestar, para el ánimo y para el control de la depresión.  Cuando se entrena también es  liberada  la  oxitocina que  es la hormona que disminuye el miedo y estimula la calma. Por otra parte se reduce la liberación del cortisol y en consecuencia se controla el estrés. Además, la práctica de la actividad física puede tener una acción sociabilizadora, muy útil en los casos más graves en los que el individuo ve afectada su vida normal y tiende a aislarse.
Anteriormente me he referido a los trabajos de tonificación y cardiovasculares, pero también podemos y debemos tener en cuenta otras clases de actividades para la mejoría de la calidad de vida en casos de estrés y  ansiedad como son las diferentes técnicas de relajación. Estas actividades también pueden ser  efectivas. Hay que estudiar cada caso y tener en cuenta varios factores como el estilo de vida, actividad que desarrolla, motivo por lo que padece estrés o la  ansiedad y el  nivel de estrés que padece.
Normalmente cuando un paciente acude a la consulta por un cuadro de ansiedad o estrés, casi siempre se contempla la posibilidad de tratarle con fármacos (antidepresivos y ansiolíticos), lo que en muchos casos está bien; pero existen otras vías de tratamiento muy útiles como la actividad física, que curiosamente produce los mismos efectos en el organismo que estos medicamentos. Una de las diferencias es que los fármacos son necesarios pero son paliativos, mientras que el ejercicio hace parte del estado natural del ser humano, estimula de manera natural las sustancias químicas del organismo  para su autodefensa y además es una actividad que promueve el autocontrol, la superación personal  y  la autoestima, siendo una manera activa de hacer frente a la enfermedad. Si se continúa con la actividad física, el cerebro reconocerá esta situación como la normal y los controles del estrés y la ansiedad se harán de una manera natural, no dejando que ese estado afecte al organismo y que tampoco altere nuestro estilo de vida.
De todas formas, es de suma importancia que estemos atentos a las informaciones que nos da nuestro cuerpo y que  respetemos nuestras posibilidades y límites.  Cuando empecemos  a  perder  el control de la situación con  cierta frecuencia, no debemos  dudar en buscar ayuda profesional.