Según la OMS, un 80 % de los
adolescentes obesos seguirán siéndolo en la edad adulta, menos de un 5 % de los
adultos que pierden peso son capaces de mantenerse en su peso ideal durante
cinco años después del tratamiento y un
6 % recupera el peso perdido en los primeros seis a doce meses. La obesidad
contribuye, entre otras causas, a aumentar la mortalidad por enfermedades
cardiovasculares y a la aparición de la diabetes mellitus, de alteraciones
esqueléticas, hipertensión arterial, hipercolesterolemia e inadaptación
psicosocial. En cuanto a las cuestiones traumatológicas, las articulaciones de las
personas obesas sufren mucho, al igual que sus órganos internos, sobretodo el corazón.
El cerebro de una persona obesa tiene
calculadas y programadas sus acciones en función de su gasto energético, y
obviamente sus órganos responderán en función de dicho cálculo. Al cambiar la
situación de estas personas de un estado de sedentarismo total mantenido durante
años y años, a la actividad física acompañada de dieta, se producirán cambios
neurofisiológicos y fisiológicos bastante importantes. La actividad física
proporciona una inmensa cantidad de estímulos al cerebro que, a su vez, será
capaz de reprogramar las funciones cognitivas, e incluso de cambiar el ADN de
las células. Al iniciar la práctica del ejercicio físico, el cerebro reprograma
todas las respuestas celulares y las funciones de todo nuestro cuerpo; pero
para que nuestro metabolismo pueda asimilar dichos cambios y hacer que éstos
hagan parte de nuestro estilo de vida, es fundamental tener en cuenta el
factor tiempo.
En el año 2014 realizamos
una interesante revisión con el fin de investigar por qué tantas mujeres obesas
abandonan los programas de reducción de peso por medio de entrenamiento físico
y dieta. Para obtener datos, se visitaron varios hospitales, centros especializados, gimnasios, y se
consultó a diferentes profesionales de
la salud involucrados con la obesidad en distintos países de Europa; se ha
recabado información, se han estudiado procedimientos clínicos, evaluado cada
caso y profundizado en los casos más interesantes. Durante 8 meses fueron
entrevistadas 200 mujeres obesas con edades comprendidas entre 20 y 65 años. Dicho
estudio fue realizado en cuatro países diferentes: Inglaterra, Noruega,
Alemania y España.
Nuestro objetivo era saber:
1.
¿Cómo se sentían dentro de un
entrenamiento físico enfocado a tratar la obesidad?
2.
¿Cuáles eran las mayores dificultades
dentro del contexto del ejercicio físico?
3.
¿En qué grado de dificultad notaban el
entrenamiento?
4.
¿Cuáles eran las expectativas que tenían?
5.
¿Tenían la intención de seguir con el
programa y de concluir el objetivo planteado en el principio?
6.
¿Por qué?
RESPUESTAS
1.
Mal (90%) Bien (8%)
Más o Menos (2%)
2.
Moverse (70%) Alimentación (30%)
3.
Mucha dificultad (75%) Mediana
dificultad (35%) Ninguna dificultad (0%)
4.
Estética (80%) Ganar salud y mejorar su
calidad de vida (20%) Ninguna (0%)
5.
SI (32%)
NO (68%)
6.
(32%) Porque tenían riesgo de vida - (68%) No se sentían escuchadas, No sentían la
empatía del entrenador, No se sentían bien con el programa, No notaban resultados estéticos con los
ejercicios.
Al hablar con los
profesionales, ninguno de ellos, en ninguno de los casos ha hecho referencia alguna
a las emociones de los pacientes, y cuando hemos citado este aspecto en las
entrevistas, tampoco han dado la debida importancia al asunto.
Las mujeres encaran la
obesidad de manera totalmente diferente que los hombres.
Hemos comprobado que uno de
los motivos por los que un 68% de las mujeres
con sobrepeso y/u obesas que empiezan un programa de pérdida de peso mediante ejercicio
físico y dieta (libre de fármacos), abandonan
dicho programa debido a que les cuesta mucho adaptarse a los cambios
neurofisiológicos y fisiológicos, además de que un 80% de las personas obesas entrevistadas
presentaban algún problema emocional. En este estudio en concreto, la mayor
parte de las personas que han abandonado el programa padecían ansiedad y/o
depresión. Estas mismas personas decían que no tenían la debida paciencia para
aguardar la llegada de los resultados estéticos, que en gran parte de los casos
era lo único que ansiaban. Dentro de nuestra revisión, hemos advertido que la
mayor parte de las personas que han tomado
la actitud de mejorar su vida cambiando sus malos hábitos, son aquellas cuya obesidad les había llevado
a una gran degradación en su estado de salud pasando a correr algún tipo de
riesgo de vida diagnosticado por su médico. Gran parte de las personas en el
mundo no son conscientes de los problemas que puede conllevar ser obeso.
La obesidad es mucho más que
un tema estético.
Pero también es fundamental
señalar que la obesidad puede ser producida por muchos otros factores que no dependen sólo de la falta de
actividad física o una mala dieta.
Si enfocamos este tema hacia
la obesidad en las mujeres, además de los FACTORES AMBIENTALES, la obesidad se
puede ver favorecida por varios otros motivos. En el caso de la Obesidad
Femenina, hay que valorar los factores genéticos, la hipertensión, la diabetes,
el estrés, problemas de corazón, el embarazo, la menopausia y sobre todo la
ansiedad, que está muy vinculada con el aumento de peso. También puede estar
relacionada con algunas otras enfermedades como el Síndrome de Cushing, el
hipotiroidismo, los ovarios poliquísticos,
el pseudohipoparatiroidismo (trastorno
causado por la disminución de la función de las glándulas paratiroides,
caracterizada por una muy baja concentración de hormona paratiroidea) y el
hipogonadismo (los ovarios no funcionan
correctamente). También existen medicamentos que pueden favorecer el
sobrepeso, como ciertos antidepresivos (no
todos) y los corticoides.
El síndrome de Cushing. También
conocido como hipercortisolismo, es provocado por el aumento del cortisol. Este
exceso de cortisol se puede deber a varias causas, y la más común, que afecta
de 60 a 70 % de los pacientes, es un adenoma en la hipófisis (tumor benigno en la hipófisis); otras causas del síndrome de Cushing son los
tumores o anomalías en las glándulas suprarrenales, el uso crónico de
glucocorticoides o la secreción ectópica de ACTH por parte de tumores que normalmente no la
producen. La ACTH es una hormona que es
producida por la hipófisis, que estimula las glándulas suprarrenales
para que produzcan cortisol. A medida que el índice de masa corporal (IMC) se incrementa, también lo hace el
riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes, algunos trastornos
del aparato locomotor (osteoartritis -
enfermedad degenerativa de las articulaciones-) y ciertos tipos de cáncer (de endometrio, mama y colon).
En muchos casos la obesidad puede
estar acompañada de la depresión, y ésta, siendo crónica, puede llegar a disminuir el
tamaño del hipocampo (aprendizaje,
memoria, humor, emociones), al mismo tiempo que aumentará el tamaño de la
amígdala (miedo y ansiedad).
Infelizmente es común ver a personas obesas que padecen hipertensión, además de
estrés crónico. Éstos son capaces de provocar una deficiencia en el BDNF (Brain Derived Neurothrophic Factor), una
proteína que, de entre varias funciones,
actúa como un antidepresivo natural que sirve para dar fuerza al corazón. Ayuda
a mantener la capacidad de las células musculares cardiacas para su contracción
y relajación de manera adecuada, máxime cuando ocurre un estrés agudo que puede
ser producido por la práctica de actividad física. ¡El gran problema es el
estrés crónico!
El estrés crónico provoca la
muerte celular y debilita el sistema inmunológico.
Al acelerar el metabolismo
vía ejercicio físico, se genera un estrés agudo que será solventado por la
homeostasis, y en ese proceso, el sistema nervioso simpático y el parasimpático
tienen una actuación fundamental. El sistema nervioso simpático produce
respuestas de defensa y de lucha ante un estímulo o el estrés, como aumentar el
ritmo del corazón, la producción de saliva y la sudoración. El sistema parasimpático contrarresta estos
efectos haciendo más lento el ritmo del corazón, dilatando los vasos sanguíneos
y relajando las fibras de los músculos lisos involuntarios: equilibrio
simpático y parasimpático. Estos dos subsistemas tienen funciones opuestas, y así producen un
equilibrio entre las funciones corporales. Además trabajan activamente y de una
manera muy intensa dentro de la actividad física, principalmente si ésta está
enfocada a las enfermedades. También es muy importante recordar que hormonas
como la epinefrina, el glucagón, el
cortisol, las tiroideas y la hormona del crecimiento, desarrollan una
interesante situación metabólica para mantener el ejercicio físico en el marco
de la homeostasis corporal. Lo que suele ocurrir en los casos de obesidad,
es que gran parte de las personas abandonan el programa de ejercicio físico
debido a que tienen una gran dificultad para moverse y realizar los ejercicios;
algo totalmente comprensible, pues están acostumbradas al sedentarismo y a la
inactividad. El problema en estos casos no reside en la persona en sí, sino en programas
de ejercicio físico deficientemente diseñados, en su incorrecta aplicación, en
la forma en la que se incentiva a estas personas y, sobre todo, en la gestión de sus emociones. De otra parte,
al sugerir a una persona obesa que camine en una cinta sin una previa
preparación, ésta sentirá las mismas incomodidades que una persona sana que
entrena con mucha intensidad, principalmente al terminar la sesión de
entrenamiento, pero con la diferencia de que su cuerpo además tiene que
soportar 20 o 30 kilos, o más, por encima del peso normal.
A lo largo de 25 años
trabajando con poblaciones especiales, hemos comprobado que al aplicar ejercicios
de carácter isométrico es posible
conseguir la homeostasis muscular como una preparación previa a los
entrenamientos que puedan exigir más a estas personas. Éste es un procedimiento
muy inteligente y muy recomendable a la hora de trabajar con personas con sobrepeso
y/u obesas pues, en función de la estructura corporal que muchas de ellas
presentan y debido a que dicha morfología les imposibilita el movimiento en
mayor o en menor medida, los ejercicios de contracción isométrica les
proporcionan una estupenda preparación muscular para un posterior entrenamiento
más agresivo, al mismo tiempo que una gran estabilización articular, antes de
que accedan a la cinta para caminar. De otra parte el cerebro humano, y el de
todos los mamíferos, reconoce fácilmente esta clase de contracción debido a que es la
primera contracción muscular que hacemos (estando
en la barriga de nuestras madres), además de que los músculos de una persona
obesa pasan el día realizando estas contracciones con el fin de mejorar la
postura dentro de la incomodidad de su sedentarismo. Al empezar a aplicar ese tipo
de entrenamiento previo, hemos visto que la musculatura de las personas que hacen
parte de nuestros programas, obesidad incluida, reacciona de manera mucho más
rápida. De esta manera, para la segunda fase del entrenamiento, que estará
compuesto de mucha alostasis (proceso de mantenimiento de la estabilidad a
través del cambio activo, previsible o imprevisible), el cerebro ya habrá
preparado la musculatura y los órganos internos de una manera más equilibrada,
estando el organismo bastante mejor preparado para las respuestas a los
estímulos proporcionados por el ejercicio físico. En la segunda parte del
programa, formado por ejercicio aeróbico (caminar en la cinta, bici estática,
etc.), acompañado de ejercicios de fuerza, las personas responden muy bien al
entrenamiento y con menor dificultad para moverse, cosa que no pasaba antes de
que empezáramos con la aplicación de los isométricos, a la vez que hay un mayor
control en las funciones cardíacas. Al trabajar de manera estática y con la
resistencia del propio cuerpo, el cerebro interpreta que debe buscar la
homeostasis muscular de manera acelerada con el fin de proteger tanto la
integridad del organismo, como de los músculos y articulaciones. Hemos podido
constatar que la recuperación muscular se produce de manera mucho más rápida. Los
músculos representan el 40% o 50% del peso corporal de una persona adulta; si
la musculatura va acompañada de una gran cantidad de grasa, la persona obesa padecerá
muchas limitaciones, tanto a nivel muscular como orgánicamente.
La función fundamental del
músculo es transformar energía química en mecánica para generar fuerza y
movimiento. Teniendo en cuenta lo argumentado en el párrafo anterior, lo más
inteligente en programas de ejercicio físico específicos para la obesidad, es
realizar una preparación antes de aplicar los ejercicios más intensos.
La homeostasis es la capacidad
que tiene el cuerpo de mantenerse parcialmente estable, aunque siempre esté
sujeto a cambios radicales, y con frecuencia. Como un ejemplo, imaginemos que
duermes plácidamente en un sueño muy profundo, y de repente te despiertas y en
seguida te pones de pie apoyando sólo una de las piernas en el suelo. Lo más
seguro es que pierdas el equilibrio y que te vayas al suelo. El desequilibrio y
la falta de fuerza en una situación parecida, ocurren debido a que no se ha
podido alcanzar la homeostasis muscular ya que todas las funciones orgánicas en
este momento están calculadas y programadas para el descanso dentro de un
estado basal, y al no dar tiempo a que el cerebro recalcule y reprograme sus
funciones reenviando la información correcta a los órganos y músculos, éstos
responderán de manera desordenada.
El ritmo cardíaco, la temperatura corporal, y el volumen de
sangre son algunos pocos ejemplos de los cientos de situaciones que el cuerpo
tiene que regular para mantener un balance homeostático. Toda enfermedad puede
tener una relación directa con un desequilibrio homeostático.
Todos
los sistemas orgánicos del cuerpo contribuyen a la homeostasis, pero el
cardiovascular, el corazón y los vasos sanguíneos, son especialmente
importantes. El cerebro es el centro de control de todos los procesos
homeostáticos del cuerpo. Si el sistema cardiovascular falla en proporcionarle
oxígeno al cerebro, el cuerpo no puede mantener la homeostasis. Dentro de la
práctica del ejercicio físico el sistema cardiovascular ayuda a mantener la
homeostasis aportando continuamente oxígeno y glucosa al sistema nervioso
central, al cerebro y a la espina dorsal,
para que el organismo pueda aguantar el entrenamiento, al mismo tiempo
que eliminar los radicales libres. Al
aplicar ejercicio físico para tratar o ayudar a tratar enfermedades, o para las
más distintas poblaciones especiales, hemos de tener en cuenta que hasta que
consigamos una estabilización orgánica, podrán suceder las reacciones más
dispares, máxime si se aplica un entrenamiento demasiado intenso y no adaptado
a la capacidad física de la persona en cuestión. De ahí, uno de los motivos que
prueban la importancia de buscar un equilibrio muscular y orgánico antes de la
aplicación de programas de entrenamiento para la obesidad y, en general, para las demás enfermedades.
No es lo mismo aplicar
ejercicio físico a una persona sana que a una enferma.
El cerebro de una persona
que está enferma funciona de una manera totalmente diferente al de una persona
físicamente sana. No me canso de decir que hemos de ver el cuerpo humano desde
dentro hacia fuera. Los efectos de una enfermedad van mucho más allá del daño
aparente que ésta presenta en el momento de tratarla. Es de suma importancia dar
una especial atención a las emociones de las personas, ya sea dentro de un
tratamiento vía ejercicio físico, o bien dentro de un tratamiento médico en un
hospital. Las emociones juegan un papel fundamental en la recuperación de los
pacientes, independientemente de la enfermedad, justamente porque la enfermedad
está directamente asociada al estrés, al miedo, y en algunos casos a la memoria
emocional. Dicho esto, al aplicar ejercicio físico en poblaciones especiales, algo
muy importante a tener en cuenta es que
los resultados del entrenamiento sólo empezarán a aparecer una vez que se
consiga una homeostasis, y dicha homeostasis será capaz de inhibir la ACTH y la
liberación del Cortisol (hormona del estrés). Éstos últimos son capaces de
inhibir por completo el sistema inmunológico.
En la mayor parte de los
casos prácticos, los trabajos físicos direccionados a las enfermedades son
desarrollados dentro de un marco alostático; en otras palabras, gran parte de los entrenamientos para poblaciones especiales y
enfermedades, han conseguido lograr la estabilidad orgánica de sus pacientes o
clientes mediante un entrenamiento físico por medio de la alostasis, y este
hecho hace que los resultados del tratamiento puedan retrasarse. Ello explica
por qué en el caso de algunas enfermedades como la obesidad, muchas son las
personas que no consiguen sobrellevar los entrenamientos con el fin de bajar de
peso y de mejorar su calidad de vida, abandonando el programa de ejercicio
físico e incluso su dieta en los primeros meses.
En el caso de la obesidad,
el factor emocional, el neurofisiológico, y la individualidad, son líneas
fundamentales que en muchos casos, por infelicidad, no se están teniendo en
cuenta.
Ha sido probado científicamente
que las mujeres tienen mejor desarrollada la utilización de las emociones, mientras
que los hombres nos centramos en tareas
más específicas. La mayor parte de los hombres tienen mayor dificultad en
comprender las emociones no verbalizadas. Los hombres tienden a procesar mejor
con el hemisferio izquierdo del cerebro, mientras que las mujeres lo hacen con
los dos por igual. Eso explica por qué las mujeres tienden a solventar los
problemas de una manera más creativa, son más flexibles y más consecuentes con
los sentimientos. De otra parte, se ha descubierto que el lóbulo parietal
inferior (IPL) es mucho mayor en los hombres que en las mujeres en el lado
izquierdo. Es la zona en la que se encuentra el cerebro racional, que procesa
la orientación sensorial, realiza los cálculos matemáticos, etc. El cerebro
racional corresponde a la corteza cerebral, que desarrolla las funciones
intelectuales. Se encarga del análisis racional. Al mismo tiempo, las mujeres
tienen el lado derecho más grande, lo que les faculta a tener mejor
desarrollados los estímulos emocionales. Es la zona donde se encuentra el
cerebro primitivo. El cerebro primitivo controla las zonas mediadoras de las
emociones, el estado anímico, la generación del instinto de supervivencia, la
regulación corporal, etc. Es el área de las funciones vitales. Este desarrollo
cognitivo derecho les juega un mala pasada cuando padecen alguna enfermedad, la
obesidad una de ellas, pues las emociones dentro de una enfermedad son capaces
de producir ansiedad, depresión, y de anular por completo el sistema inmune
como ya he indicado anteriormente. En la existencia de la depresión dentro de
la obesidad, la amígdala aumenta su tamaño y es justo en esta zona donde se
encuentran las expresiones de miedo y de la ansiedad. La gran diferencia entre
el número de casos de depresión y de ansiedad que encontramos en mujeres con
relación a los hombres en enfermedades como la obesidad, nos hace pensar que
este hecho está directamente relacionado con la anatomía del cerebro femenino.
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