martes, 20 de marzo de 2012

EL ACTO DE COMER

Todos sabemos que comer es la cosa más importante para nuestra supervivencia. Es una de las únicas acciones que producen los mamíferos de manera similar. Referente a los humanos, hoy somos cada vez más conscientes de la importancia de la alimentación un nuestras vidas. Se estudian los alimentos, su composición, las mejores maneras de consumirlos, las mejores dietas para según qué tipo de necesidad, pero en muchos casos se siguen cometiendo errores que antes hacíamos con menor regularidad.
La velocidad con la que comemos es uno de los errores más comunes y uno de los más perjudiciales a nuestra salud. Cuando comemos con velocidad, hacemos que el ejercicio de la alimentación sea una cosa mecánica y dejamos de disfrutar de este momento tan “celestial”; cuando se come con velocidad no sentimos el sabor de los alimentos en la boca. De otra parte, hacemos que este  momento que a un principio debería ser de descanso y serenidad, pase a ser de estrés y nervios que repercutirán negativamente en nuestro organismo de una manera importante. Comiendo con velocidad no mensuramos las porciones de alimentos que ingerimos al mismo tiempo que relacionamos  mal las cantidades que necesitamos, las que nuestro estómago puede soportar, y la saciedad. La predisposición a ganar peso es eminente, pues en la mayor parte de los casos no comemos lo que necesitamos para estar alimentados, sino que “comemos con los ojos”. El organismo asimila matemáticamente la energía que condiciona su buen funcionamiento y el excedente lo almacena. De ahí son producidos los tan famosos michelines.
Al comer grandes cantidades, damos al estómago una inusitada dificultad para digerir los alimentos. Si dichos alimentos son de difícil digestión como es el caso de las carnes, la cosa empeora.
El sistema digestivo es responsable de procesar la comida, descomponiéndola en diversas proteínas, carbohidratos, minerales, ácidos grasos y otras sustancias que pasan a la sangre para que puedan ser útiles al cuerpo. Estas sustancias proporcionan el sustrato para construir, reparar y controlar los sistemas del organismo. El proceso digestivo comienza en la boca, donde el alimento se mastica y descompone en pequeñas partes. Las enzimas salival es inician la digestión. El bolo masticado desciende por el esófago mediante movimientos peristálticos hasta el estómago, donde los ácidos lo disuelven. El alimento semidigerido, o quimo, pasa a través del píloro, barrera muscular del fondo del estómago, hacia el intestino delgado y grueso. A través de los largos e enmarañados canales, los nutrientes del quimo se absorben e incorporan a la sangre, dejando atrás los residuos inutilizables. Estos residuos van al colon, donde se reabsorbe la mayor parte del agua hacia la sangre, y luego pasan al recto, donde se eliminan del cuerpo.
Cuando los alimentos entran en el estómago, las glándulas gástricas secretan ácido clorhídrico y las enzimas pepsina, renina y lipasa, que ayudan a digerir carbohidratos, proteínas y grasas. La capacidad de un estómago medio es de un litro, pero puede aumentar. Cuando está vacío o casi vacío, el estómago se contrae y forma unas bandas rugosas a su alrededor. Se creía que estas contracciones del estómago vacío eran las que producían la sensación de hambre. Ya se sabe que esta sensación la provoca el descenso de los niveles de glucosa en el torrente sanguíneo. A veces se puede sentir dicha contracción, que junto con el "sonido" que se produce al pasar comida por el tracto digestivo inferior sirven también como aviso de hambre.
El intestino delgado es el responsable de finalizar la digestión y de absorber los alimentos en el torrente sanguíneo. Es un tubo angosto, de unos 6 metros de longitud. Los alimentos entran en el duodeno, primera parte del intestino, desde el estómago. La bilis y otros jugos digestivos entran en el duodeno desde la vesícula, el páncreas y el hígado, para así poder iniciar el proceso digestivo. Los alimentos digeridos se desplazan con movimientos llamados peristálticos, a través de la válvula ileocecal hasta el intestino grueso. La digestión tiene lugar en millones de diminutas proyecciones de las células intestinales localizadas en la pared del intestino que se denominan vellosidades. Éstas absorben las proteínas y los hidratos de carbono que pasan por los capilares al hígado para el proceso metabólico. Los productos no absorbidos permanecen en el intestino grueso hasta su reabsorción parcial en forma de agua. Los restos pasan a través del ano para su eliminación del cuerpo. El intestino grueso se divide en ocho partes: el apéndice, el ciego, el colon ascendente, el colon transverso, el colon descendente, el colon sigmoideo, el recto y el ano.
Es importante tener  información sobre el funcionamiento de nuestro organismo, pues nos hace valorar la maravillosa  ingeniería que llevamos  dentro. Una vez que nosotros sabemos cómo funciona la digestión y qué pasa con los alimentos  después de que nos  los metemos en la boca, es fundamental que seamos más conscientes de los malos hábitos que muchos de nosotros adoptamos  al alimentarnos. Comer despacio es fundamental, pues quitará cualquier posibilidad de que ingiramos de  manera estresada, haciendo así que el  organismo funcione a un ritmo normal, por otro lado nos permite ser ecuánimes con el hambre que tenemos y la comida que ingerimos.
Es de costumbre universal hablar mientras comemos, momento de disfrute amistoso entre entes queridos,  amigos,  compañeros profesionales, etc. Hablar y comer no es cosa que se debe hacer, pero en muchos casos  es algo inevitable. En verdad sería triste disfrutar de una comida  estando  acompañado, pero  sin emitir palabra. Aunque no se deba hacer, si es imposible hacer lo correcto, hagamos lo incorrecto de una manera inteligente. Debemos masticar bien los alimentos  para facilitar el trabajo del estómago en el proceso digestivo,  de otra parte el cerebro asimila la saciedad a partir de los 20 minutos después de haber introducido el primer bocado. Por ese motivo es muy interesante que además de masticar bien, comamos despacio.  Si hablamos mientras comemos corremos el riesgo de atragantarnos con los alimentos y tener una asfixia, al mismo tiempo que mientras hablamos y comemos, ingerimos por la boca una tremenda cantidad de aire que se alojará en el estómago. Eso hará que en un primer momento nuestro estómago se llene dándonos la sensación de estar satisfechos, pero en un cortísimo espacio de tiempo este aire saldrá del estómago y la sensación se revertirá en más hambre. Siendo así comeremos más.
Como un buen consejo,  mientras estemos comiendo acompañados y nos resulte  inevitable no hablar, comamos despacio, disfrutemos de la compañía y de los sabores.

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