martes, 4 de junio de 2013

LA RELAJACIÓN POR MEDIO DE LA ADRENALINA

Las actividades extremas que son capaces de producir intensas emociones en las personas cada día consiguen más adeptos. El número creciente de individuos que buscan esta clase emociones corresponde a un perfil muy concreto de personas,  en su mayoría  hombres. Estas actividades están muy relacionadas con el estrés debido a la cantidad de adrenalina que son capaces de suministrar, y aunque muchos de los practicantes de deportes de riesgo no sean aparentemente estresados, estas actividades en sí facilitan una alteración en la homeostasis metabólica, pudiendo favorecer un cambio de comportamiento en el organismo de sus practicantes.       
La adrenalina es una hormona vasoactiva  que es secretada en circunstancias  de alerta por las glándulas suprarrenales, provocando reacciones automáticas  que se manifiestan de una manera más rápida de la que estamos acostumbrados y en momentos concretos. Al suceder eso, surgirán verdaderos “superhombres”, pero ese hecho ocurre en momentos precisos. Se trata de un recurso natural que da paso a procedimientos químicos y biológicos, y mediante el cual  se forman varias sucesiones de conducta que parten de un estímulo concreto y responden con la puesta en marcha de una síntesis de elementos: neurotransmisores y hormonas que se distribuyen por el torrente sanguíneo.
El sustituto sintético de la adrenalina se llama epinefrina. Es una hormona de acción que responde a situaciones de peligro.   
Hace unos años conocí  a una persona que era militar y que había  participado de dos guerras. Era muy interesante hablar con él pues se veía que, como militar que era,  había sido entrenado para aquella clase de vida, pero lo más llamativo era que le encantaban las situaciones de extremada vigilancia. Estaba siempre en guardia y me transmitía bastante estrés, dando la sensación de que el peligro se asemejaba al oxígeno que respiraba, y aunque estuviera a salvo en la ciudad, parecía que  seguía  en situación de alerta: “Cuanto mayor era el peligro, mejor vivía”, me comentaba. Me contó varias historias escalofriantes sobre cómo es la vida dentro de una guerra y las cosas que se experimentan en esas situaciones. Era inverosímil que una persona pudiera disfrutar de situaciones como las que ha vivido, al mismo tiempo que se veía claramente que la persona en cuestión, como muchos de sus compañeros, necesitaba aquel tipo de estímulos para sentirse a gusto, y estoy convencido de que si no fuese así no podrían estar en el campo de batalla. De otra parte, tengo muchos amigos a los que les encanta practicar deportes de riesgo y, al comparar muchas de las cosas que me cuentan cuando practican su deporte, me doy cuenta de que aunque las situaciones eran muy diferentes, las sensaciones son las mismas.
Para los viciados a la adrenalina, los estímulos ocasionados por el peligro son como un alimento para su manera de vivir, pero dichos estímulos pueden ser muy diferentes de una persona a otra. Frente al peligro, desde un punto de vista fisiológico, la adrenalina se manifiesta de la misma manera, ya sea por placer, por obligación, o por una adversidad; es decir, los mismos síntomas que una persona puede sentir en la realización de un deporte de riesgo, también los sentirá ante la amenaza de ataque de un perro de raza agresiva descontrolado que va suelto por la calle.
La adrenalina aumenta la concentración de glucosa en sangre, en el hígado y en los músculos, debido a que moviliza las reservas de glucógeno hepático, produce una vasoconstricción en las arteriolas que da como resultado una subida de la presión arterial, dilata las pupilas mejorando la visión, estimula el corazón a latir más fuerte y más rápido aumentando así el ritmo cardiaco, relaja las vías respiratorias permitiendo que entre más aire en los pulmones incrementando así la respiración. Todos los síntomas que son ocasionados en  situaciones de riesgo son muy perjudiciales para nuestra salud. Mismo que a una persona le guste vivir de esa manera, es muy recomendable la práctica de ejercicio físico regular, independiente del deporte de riesgo que practique.
El gran problema de las personas que extravasan su energía practicando deportes de alto riesgo, es acostumbrar al cerebro a que produzca dopamina en las situaciones críticas.
 La dopamina es el neurotransmisor que nos hace sentir bien debido a que nos proporciona relajación. En principio, las descargas de dopamina se producen como respuesta a las acciones que nos dan placer como el sexo, la comida, el entrenamiento físico;  pero también es producida una vez solventada alguna situación de excesivo estrés donde hayan existido grandes descargas de adrenalina, o en los deportes de alto riesgo. De otra parte, la falta de dopamina puede proporcionarnos letargo e incluso depresión.
El riesgo de desarrollar una adicción al peligro surge cuando la persona siente la necesidad de exponerse con frecuencia e innecesariamente a aventuras peligrosas como una manera de desahogarse y de relajación. Nuestro cerebro trabaja en función de los estímulos que le proporcionamos, y si estos estímulos son adictivos quizá podamos tener problemas. Algunas personas ven gran emoción en saltar desde un helicóptero a la cima de una montaña y bajar esquiando sobre nieve virgen, facilitando el riesgo de provocar una avalancha; otros saltan en paracaídas desde la estratósfera o se tiran en caída libre desde las montañas.  
Habitualmente, los amantes de los deportes de riesgo son o se hacen adictos a las fuertes  emociones, y en consecuencia desenvuelven adicción  a la adrenalina. Es sabido que la adicción no es algo positivo, pues es capaz de cambiar totalmente el metabolismo.
“Los neurotransmisores son las sustancias químicas naturales que se responsabilizan de la actividad cerebral: de las emociones, de la motivación, de los instintos, etc. Son sustancias fundamentales en el orden del estado de  ánimo, pudiendo  provocar euforia o inapetencia. Los estados de excitación extrema, provenientes de conductas de estimulación como practicar  ejercicio físico de manera desmesurada o la utilización de drogas,  afectan a los neurotransmisores de manera que el cerebro pasa a producirlos en exceso. Estos cambios pueden ser nefastos y contribuyen de manera significativa  a un desequilibrio bioquímico” (1).

De ahí viene la explicación de las acciones que algunas personas consideran normales, y otras una locura.

1. La adicción  (El blog del Dr. Sergio Simphronio)


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