Las actividades extremas que son capaces de producir intensas emociones
en las personas cada día consiguen más adeptos. El número creciente de
individuos que buscan esta clase emociones corresponde a un perfil muy concreto
de personas, en su mayoría hombres. Estas actividades están muy
relacionadas con el estrés debido a la cantidad de adrenalina que son capaces
de suministrar, y aunque muchos de los practicantes de deportes de riesgo no
sean aparentemente estresados, estas actividades en sí facilitan una alteración
en la homeostasis metabólica, pudiendo favorecer un cambio de comportamiento en
el organismo de sus practicantes.
La adrenalina es
una hormona vasoactiva que es
secretada en circunstancias de alerta
por las glándulas suprarrenales, provocando reacciones automáticas que se manifiestan de una manera más rápida
de la que estamos acostumbrados y en momentos concretos. Al suceder eso,
surgirán verdaderos “superhombres”, pero ese hecho ocurre en momentos precisos.
Se trata de un recurso natural que da paso a procedimientos químicos y
biológicos, y mediante el cual se forman
varias sucesiones de conducta que parten de un estímulo concreto y responden
con la puesta en marcha de una síntesis de elementos: neurotransmisores y
hormonas que se distribuyen por el torrente sanguíneo.
El sustituto sintético de la adrenalina se llama epinefrina. Es una hormona de acción que responde a situaciones de
peligro.
Hace unos años conocí a una
persona que era militar y que había participado de dos guerras. Era muy
interesante hablar con él pues se veía que, como militar que era, había sido entrenado para aquella clase de
vida, pero lo más llamativo era que le encantaban las situaciones de extremada
vigilancia. Estaba siempre en guardia y me transmitía bastante estrés, dando la
sensación de que el peligro se asemejaba al oxígeno que respiraba, y aunque
estuviera a salvo en la ciudad, parecía que
seguía en situación de alerta:
“Cuanto mayor era el peligro, mejor vivía”, me comentaba. Me contó varias historias
escalofriantes sobre cómo es la vida dentro de una guerra y las cosas que se
experimentan en esas situaciones. Era inverosímil que una persona pudiera
disfrutar de situaciones como las que ha vivido, al mismo tiempo que se veía
claramente que la persona en cuestión, como muchos de sus compañeros,
necesitaba aquel tipo de estímulos para sentirse a gusto, y estoy convencido de
que si no fuese así no podrían estar en el campo de batalla. De otra parte,
tengo muchos amigos a los que les encanta practicar deportes de riesgo y, al
comparar muchas de las cosas que me cuentan cuando practican su deporte, me doy
cuenta de que aunque las situaciones eran muy diferentes, las sensaciones son
las mismas.
Para los viciados a
la adrenalina, los estímulos ocasionados por el peligro son como un alimento para
su manera de vivir, pero dichos estímulos pueden ser muy diferentes de una
persona a otra. Frente al peligro, desde un punto de vista fisiológico, la
adrenalina se manifiesta de la misma manera, ya sea por placer, por obligación,
o por una adversidad; es decir, los mismos síntomas que una persona puede
sentir en la realización de un deporte de riesgo, también los sentirá ante la
amenaza de ataque de un perro de raza agresiva descontrolado que va suelto por
la calle.
La adrenalina aumenta la concentración de glucosa en sangre, en el
hígado y en los músculos, debido a que moviliza las reservas de glucógeno
hepático, produce una vasoconstricción en las arteriolas que da como resultado
una subida de la presión arterial, dilata las pupilas mejorando la visión, estimula
el corazón a latir más fuerte y más rápido aumentando así el ritmo cardiaco, relaja
las vías respiratorias permitiendo que entre más aire en los pulmones
incrementando así la respiración. Todos los síntomas que son ocasionados
en situaciones de riesgo son muy
perjudiciales para nuestra salud. Mismo que a una persona le guste vivir de esa
manera, es muy recomendable la práctica de ejercicio físico regular,
independiente del deporte de riesgo que practique.
El gran problema de
las personas que extravasan su energía practicando deportes de alto riesgo, es
acostumbrar al cerebro a que produzca dopamina en las situaciones críticas.
La dopamina es el neurotransmisor
que nos hace sentir bien debido a que nos proporciona relajación. En principio,
las descargas de dopamina se producen como respuesta a las acciones que nos dan
placer como el sexo, la comida, el entrenamiento físico; pero también es producida una vez solventada alguna
situación de excesivo estrés donde hayan existido grandes descargas de
adrenalina, o en los deportes de alto riesgo. De otra parte, la falta de
dopamina puede proporcionarnos letargo e incluso depresión.
El riesgo de
desarrollar una adicción al peligro surge cuando la persona siente la necesidad de exponerse
con frecuencia e innecesariamente a aventuras peligrosas como una manera de
desahogarse y de relajación. Nuestro cerebro trabaja en función de los estímulos
que le proporcionamos, y si estos estímulos son adictivos quizá podamos tener
problemas. Algunas personas ven gran emoción en saltar desde un helicóptero a
la cima de una montaña y bajar esquiando sobre nieve virgen, facilitando el
riesgo de provocar una avalancha; otros saltan en paracaídas desde la estratósfera
o se tiran en caída libre desde las montañas.
Habitualmente, los amantes de los deportes de riesgo son o se hacen
adictos a las fuertes emociones, y en
consecuencia desenvuelven adicción a la
adrenalina. Es sabido que la adicción no es algo positivo, pues es capaz de cambiar
totalmente el metabolismo.
“Los neurotransmisores son las sustancias
químicas naturales que se responsabilizan de la actividad cerebral: de las
emociones, de la motivación, de los instintos, etc. Son sustancias fundamentales
en el orden del estado de ánimo,
pudiendo provocar euforia o inapetencia.
Los estados de excitación extrema, provenientes de conductas de estimulación
como practicar ejercicio físico de
manera desmesurada o la utilización de drogas,
afectan a los neurotransmisores de manera que el cerebro pasa a producirlos en exceso. Estos
cambios pueden ser nefastos y contribuyen de manera significativa a un desequilibrio bioquímico” (1).
De ahí viene la explicación de las acciones que algunas personas consideran
normales, y otras una locura.
1. La adicción (El blog del Dr.
Sergio Simphronio)
Ahora también podréis
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