En este artículo quiero
compartir una pequeña parte de una interesante
investigación que hice sobre el impacto positivo de la activa física y
del juego al aire libre en el desarrollo cognitivo de los niños en edades
comprendidas entre los 7 y los 10 años. Las conclusiones de esta investigación
estarán en mi próximo libro.
Actualmente existe una
preocupación mundial por la obesidad infantil, por la mala alimentación basada
en la ingesta de grandes cantidades de calorías unida a la inactividad
de los niños y los malos hábitos de vida. Son hechos reales dignos de
una gran inquietud. Ya se ha levantado
la voz de alarma para que busquemos soluciones a este problema, y por fortuna
muchos países se han puesto en marcha para intentar solventarlo; no obstante,
existen muchos otros problemas de los que muchas personas ni siquiera se han percatado. El exceso de actividad
diaria que muchos padres imponen a sus hijos es uno de ellos.
Desafortunadamente, desde un
punto de vista científico, hay mucha equivocación acerca del concepto de vida activa. Si nos enfocamos
a los niños, vemos cómo muchos padres insisten en estresarlos con ingentes
cantidades de actividades diarias que más bien sirven para mantenerles
ocupados, pero no por ello no quiere decir que vayan surtir el efecto esperado
en su desarrollo cognitivo. Algunos de
estos padres están preocupados en cuadrar su agenda para que los hijos
no estén solos, pero se están olvidando de lo más importante: las necesidades
reales de sus hijos, como por ejemplo ser niños y disfrutar de esa niñez
(jugar). Es fundamental fomentar el
aprendizaje a los niños, pero desde un punto de vista de la necesidad y no de
la imposición, es decir, que ellos sientan la necesidad de aprender.
En uno de mis viajes a
Brasil, me dediqué a visitar algunas sociedades desfavorecidas y a evaluar el comportamiento de los niños y su
relación con el aprendizaje y el desarrollo de su inteligencia. En esta
maravillosa experiencia, una de las situaciones que más me llamaron la atención
para este estudio fue observar a cinco niñas a las que les encantaba saltar la
comba. Estas niñas saltaban a la comba bailando a la vez. Dos de ellas movían
las combas, y digo “las” porque
jugaban con dos largas combas a la vez, una en cada una de las manos,
moviéndolas en sentido contrario; es
decir, una la movían hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, al mismo tiempo que las otras tres niñas saltaban. Era simplemente genial, pues había
una música y las dos niñas que movían las combas estaban tremendamente
coordinadas, y aceleraban la marcha al mismo tiempo que la disminuían, todo en
función del ritmo de la música. Las chicas que saltaban, que eran tres, no
podían equivocarse, pues si una de ellas fallaba se tenía que volver a empezar
y tenía que cederle el puesto a una de
las que estaban moviendo las combas anteriormente. Era un juego, pero al mismo
tiempo todas ejercían una enorme
responsabilidad de trabajar en equipo, pues si fallaba una fallaban
todas, rompiendo el ritmo del juego. Era fantástico presenciar la enorme
habilidad biomecánica que tenían aquellas pequeñas y me llenaba de satisfacción
contemplar la alegría con la que disfrutaban de un juego tan simple, al mismo
tiempo que lo tomaban con una tremenda responsabilidad. ¿Tenéis una remota idea de la cantidad de estímulos que recibían todas
aquellas niñas? Con aquel juego
trabajaban intensamente su coordinación motora, recibían una ingente cantidad
de estímulos auditivos, de estímulos
visuales, de estímulos nerviosos, a la
vez que eran estimulados muchos neurotransmisores. Además se producía la
estimulación de la ACTH (hormona del estrés), al mismo tiempo que se la
inhibía. Trabajaban su sistema cardiovascular, estimulaban la inhibición de la
AMPK (la hormona de la pereza), quemaban calorías, eran estimuladas varias
clases de inteligencias, como la espacial, la musical, la inteligencia
interpersonal e incluso la inteligencia
matemática. Con aquel sencillo juego, se desarrollaban en aquellas niñas varios protocolos
existentes en la vida en sociedad, pues tenían que compartir las experiencias
de los errores y las de los aciertos; tenían que ponerse de acuerdo para que
todo el equipo funcionase de una manera óptima. Todas debían estar muy
centradas en lo que hacían, pues en el éxito de una estaría la victoria de todas;
además, una de las cosas que más me llamaron la atención era el compañerismo
que había entre ellas.
Si enfocamos el tema desde
otro punto de vista, saltar a la comba representa un importante entrenamiento
aeróbico que produce una excelente
mejoría de las capacidades cardiovascular. Aquellas niñas practicaban
este juego de dos a tres horas al día, y de una manera ininterrumpida.
Utilizaban 6 músicas diferentes, pero todas con la misma intensidad, estilo y
velocidad. Eran unas verdaderas atletas de la comba, y la edad de las cinco
estaba comprendida entre los ocho y los nueve años. En definitiva, el cuerpo de
aquellas niñas se ponía en marcha de una manera realmente asombrosa, y todo
ello con un sencillo juego de calle, que
además se ha utilizado desde hace
mucho.
Si analizamos la preparación
física que el ejercicio de saltar a la comba les proporcionaba, y si al mismo
tiempo añadimos la colosal cantidad de estímulos que ese juego al aire libre
les facilitaba, podemos concluir que estas niñas estaban incrementando su
inteligencia de una manera descomunal, y eso se reflejaba en las notas que
sacaban en el curso escolar. Las cinco amigas iban por delante de sus
compañeros, pero con una tremenda ventaja. Participaban activamente en las
actividades escolares, y
extracurriculares, cuando podían, pues
algunas de ellas tenían responsabilidades en sus casas que eran impuestas por sus padres, pues éstos
trabajaban y ellas tenían que ayudar a cuidar de sus hermanos menores. Al
hablar con las profesoras de estas niñas, nos comunicaban que su comportamiento
era ejemplar, que eran extremadamente educadas, responsables y, en palabras
textuales de una de las profesoras: “Es un placer enseñar a estas personas,
pues ellas quieren aprender, además de que es muy fácil enseñarles”.
Continuará…
Ahora
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