La salud que tendremos
mañana, dependerá de cómo nos cuidamos hoy.
Según la Organización
Mundial de la Salud se estima que 35.6
millones de personas en el mundo padecen alguna demencia. La enfermedad de
Alzheimer es la más común. Ha sido comprobado en algunos estudios que con el
control de otras enfermedades y de algunos factores de riesgo como la
hipertensión, la obesidad, la diabetes, la
depresión, el sedentarismo y también el tabaquismo, se puede reducir la
prevalencia de Alzheimer en el mundo. Las personas
con esta enfermedad van perdiendo la memoria, y con el tiempo esa situación va
empeorando. Es una enfermedad que elimina la autonomía de toma de decisiones,
al mismo tiempo que inhabilita a la persona para la ejecución de tareas
diarias. Eventualmente, las complicaciones provenidas del Alzheimer pueden
ocasionar la muerte. En Estados Unidos es la quinta causa de muerte, de acuerdo
con el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de este país. Sobre
5.3 millones de personas en Estados Unidos padecen Alzheimer.
La demencia es un trastorno definido
por un deterioro cognitivo progresivo
ocasionado por daños o desórdenes cerebrales, con tamaña transcendencia que es
capaz de alterar negativamente la calidad de vida de la persona que lo padece,
así como de inhibir su autonomía para el desarrollo de una vida normal e
independiente. La actividad física y una
alimentación equilibrada pueden jugar un papel primordial en la prevención de
las enfermedades. Con respecto a la
salud cerebral de personas adultas, algunos estudios han observado una
disminución del declive cognitivo en
aquellas personas que practican ejercicio físico y que tienen una dieta
equilibrada. En una metódica revisión, comprobamos una importante conexión entre actividad física y una
reducción del riesgo de desarrollar demencia.
Hemos desarrollado un estudio sobre la posibilidad de reducir el deterioro
cerebral vía ejercicio físico. Dicho estudio tuvo una duración de 2 años,
e intervinieron 400 personas con edades comprendidas entre 65 y 80 años, siendo
120 hombres y 280 mujeres. Las personas fueron divididas en dos grupos, uno que
practicaría ejercicio físico y otro que no. El objetivo era conocer las zonas
del cerebro que realmente se estimulan con la práctica de la actividad física, al
mismo tiempo que mesurar el desarrollo cognitivo del cerebro dentro del
ejercicio físico mediante las zonas del
cerebro que se estimulaban durante la práctica. Se trataba de evaluar la posibilidad de inhibir el declive
cognitivo y cerebral en personas adultas, sobre todo en las personas mayores,
por medio del entrenamiento aeróbico coreografiado acompañado de música, con desplazamientos en todas las direcciones, giros,
cambios de ritmo, y al mismo tiempo mejorar su capacidad cardiorrespiratoria. Las clases tenían una frecuencia de 3 veces por semana y una duración de 60 minutos. Esta clase de movimientos coreografiados
ocasionan una inestabilidad positiva y
hacen que el cerebro tenga que aprender rápidamente y a la vez dar soluciones
efectivas para mantener el cuerpo en
equilibrio y libre de problemas. También
dentro de ese mismo trabajo, se utilizaron muchos movimientos de coordinación motora de
manos y brazos. El cerebro utiliza un 10% de su energía solamente para
gestionar los movimientos de las manos, así que resultaba ser una buena idea
también el plantear desafíos coreografiados utilizando las manos y los brazos.
Todo el trabajo estaba enfocado en clases dirigidas de aerodance y step. El
objetivo era estimular varias inteligencias como la inteligencia
espacial o visual, la matemática, la interpersonal, o la musical. Desde luego
no eran las mismas clases que se imparten a veinteañeros, pero tampoco eran
clases enfocadas a la tercera edad, como se suele decir. El grado de dificultad
de las mismas era respetable, sobretodo tratándose
de personas de esas edades. Al final de
cada sesión se procedía a hacer trabajos de estiramientos .
Se ha comprobado que los
entrenamientos físicos de resistencia aeróbica coreografiados que contienen
cierto grado de dificultad con respecto a la coordinación motora y que son
aplicados de manera habitual, se relacionan con una disminución del riesgo de
padecer demencia. Cuanto mejor es la
coordinación motora, mejores serán las respuestas neurofisiológicas de cara a
los estímulos musculares. La coordinación motora proporciona una mejor acción
muscular y a la vez perfecciona la interpretación nerviosa del movimiento.
Estando el cerebro en equilibrio con el cuerpo, cualquier clase de estímulo que
recibamos será rápidamente asimilada. Las sinapsis cerebrales funcionarán de
una manera bastante más acelerada y las respuestas musculares se harán de una
forma inmediata. Nuestro cerebro es musical, y la música estimula el
movimiento, hecho que propicia el desarrollo de la inteligencia, siendo una combinación perfecta para el
aprendizaje, no importando la edad. La música es capaz de llegar a
cualquier función cognitiva y afectiva
en la estructura del cerebro. La música está directamente relacionada con
nuestro cerebro primitivo, y es capaz de provocar distintas reacciones emotivas
en las más diferentes situaciones. Al
combinar música y movimiento, nuestro cerebro recibe una ingente cantidad de
estímulos y tiene que ponerse en marcha dentro de una actividad frenética, y eso es tremendamente positivo cuando el
objetivo es inhibir la demencia. Hemos comprobado que el entrenamiento de
resistencia aeróbico coreografiado
enfocado a adultos mayores sedentarios, fue capaz de incrementar el tamaño del hipocampo (en un 2,47% en el
izquierdo y en un 2,15% en el derecho). Al término del primero año, nos hemos
percatado de que la memoria de los participantes del primero grupo se había
incrementado; sin embargo, en el segundo grupo, que no había practicado
ejercicio físico en ningún momento, se observó un deterioro de un 1,20% y 1,25%
en el hipocampo en los dos lados.
Al desarrollar alguna
actividad coreografiada, tanto en hombres como en mujeres, el Lóbulo Frontal es accionado, y con sus neuronas se encarga de controlar los
músculos del cuerpo, de la reproducción del habla, de la elaboración del
pensamiento y de la emoción. El Lóbulo Parietal influye en la ubicación espacio-temporal, que se relaciona
con los sonidos y la memoria, además de participar en los desplazamientos de la
persona en cuestión, fomentando la
integración espacio / individuo. También calcula las distancias entre el
individuo y los demás mientras están en movimiento. El Lóbulo Occipital
interpreta las imágenes y figuras coreográficas. El Lóbulo Temporal se encarga
de complejas tareas como el reconocimiento de procesos auditivos y visuales; se
ocupa de la audición y del lenguaje, entre otras funciones. Al escuchar las
músicas que son utilizadas en las sesiones de entrenamiento, el lóbulo temporal
se encarga de descifrar todas las informaciones que son recibidas. Cuando nos comunicamos oralmente con otra
persona pasa lo mismo: todo el proceso de memorización auditiva y la gestión de las informaciones que recibimos pasa por ese interesante órgano, que recibe,
procesa e identifica la información que entra a través del oído; además,
también ayuda en la gestión del equilibrio y regula las emociones. El Cerebelo,
de entre varias funciones, también ayuda a controlar el equilibrio del cuerpo,
no importando la situación en que éste se encuentre. Al bailar o con la utilización de movimientos
coreografiados dentro de un entrenamiento,
el metabolismo se acelera y, en consecuencia, habrá un incremento en la cantidad de riego
sanguíneo. Cuanto mayor es la cantidad de riego sanguíneo, mayor será la
claridad para ver las cosas y para la toma de decisiones. Otra de las cosas
interesantes que ocurren con la subida del riego sanguíneo, es el aumento de la
neuroplasticidad; en otras palabras, una mayor conexión entre neuronas.
Estimular el riego sanguíneo en esas poblaciones es algo muy interesante.
La actividad física puede
favorecer la salud cognitiva mediante algunos beneficios observados en el sistema
cardiovascular que se extienden al sistema cerebro-vascular: el
incremento de la neurogénesis, principalmente a nivel del hipocampo, la mejora de la citoarquitectura cerebral y
de las propiedades electrofisiológicas, el aumento de los factores de
crecimiento cerebrales, una disminución
de la formación de las placas amiloides en la enfermedad de Alzheimer.
Además de estimular las
inteligencias, en este estudio se buscaba
ACTH – hormona del estrés
AMPK – hormona que estimula la
quema de glucosa. Ésta se pone en marcha cuando hacemos ejercicio y una de sus
actividades es favorecer el aumento del consumo de glucosa y de oxígeno en los músculos.
S/E/O/D/N – hormonas del
bienestar y de la felicidad
LRRTM1 – gen relacionado con
el uso de las manos. Cambia la simetría del cerebro de manera congénita o impuesta.
Se han obtenido
resultados muy interesantes, pues las zonas cerebrales
que han sido estimuladas son las mismas
que se estimulan en las actividades de
desarrollo cognitivo libres de actividad
física.
La actividad física para el desarrollo cognitivo, además
de ser un favorable entrenamiento cardiovascular, es capaz de incrementar la reserva cerebral mediante la inducción de neurogénesis
y sinaptogénesis, de aumentar la reactividad sináptica del hipocampo, de mejorar la vasculatura cerebral, de reducir el depósito de hierro en el
cerebro, de reordenar las redes neurocognitivas, de debilitar las reacciones adversas de las hormonas del
estrés en el cerebro, de alterar la
densidad de las lesiones de la sustancia blanca que reflejan microangiopatía, y
de mejorar el rendimiento cognitivo. Algunos otros estudios han comprobado que
las actividades cognitivamente estimulantes desde las primeras edades, se
asocian a una disminución del riesgo de sufrir enfermedades cerebrales en el
futuro, sobre todo en las mujeres, y eso podría empezar desde la gestación. Durante el embarazo, el ejercicio físico
controlado y supervisado ayuda a mejorar
la circulación fetal, mucho más que estar en reposo en la cama, lo que
beneficiaría enormemente al feto. Es tremendamente positivo para la madre, al
mismo tiempo que se fomentan los primeros estímulos al bebé antes mismo de
nacer.
No obstante, si direccionamos nuestras miradas al desarrollo
de la inteligencia, hay varios estudios
que han comprobado que los niños que hacen ejercicio tienen un mejor
rendimiento académico. El aumento del flujo sanguíneo que llega al cerebro hace
que mejore su oxigenación; de otra parte, los factores de crecimiento se
incrementan de una manera muy significativa, lo que favorece en los niños la
creación de nuevas neuronas y potencia la flexibilidad sináptica del cerebro,
lo que es fundamental en estas edades. Asimismo, el ejercicio físico también
aumenta las cantidades de dos neurotransmisores (noradrenalina y endorfina) que
disminuyen el estrés, mejoran el ánimo y son importantes para conseguir un
mejor aprendizaje. Un buen entrenamiento
físico es capaz de estimular el cerebro, y a la vez de proporcionar una
estupenda mejoría física, tanto en las
primeras edades como en las edades adultas, al mismo tiempo que será capaz de
fomentar una vejez libre de enfermedades, sobre todo de las cerebrales. Desde
luego todavía hay mucho que aprender y mucho camino por recorrer dentro de las
enfermedades, principalmente las del cerebro, sin embargo los resultados hasta
ahora están siendo muy prometedores.
En 21 días las células madre
se convierten en neuronas. Por este motivo es fundamental que tengamos en
cuenta que siempre podemos aprender cosas nuevas y que la edad no debe ser un
impedimento para ello. La actividad física es una gran herramienta para el
desarrollo de la inteligencia en todas las edades, y concretamente para prevenir
el deterioro cognitivo. La mejor manera
de mantenernos biológicamente jóvenes es aprender siempre algo nuevo.
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