miércoles, 6 de agosto de 2014

EJERCICIO FÍSICO Y ALZHEIMER: La actividad física puede favorecer la salud cognitiva.

La salud que tendremos mañana, dependerá de cómo nos cuidamos hoy.
Según la Organización Mundial de la Salud  se estima que 35.6 millones de personas en el mundo padecen alguna demencia. La enfermedad de Alzheimer es la más común. Ha sido comprobado en algunos estudios que con el control de otras enfermedades y de algunos factores de riesgo como la hipertensión, la obesidad, la diabetes, la  depresión, el sedentarismo y también el tabaquismo, se puede reducir la prevalencia de Alzheimer en el mundo. Las personas con esta enfermedad van perdiendo la memoria, y con el tiempo esa situación va empeorando. Es una enfermedad que elimina la autonomía de toma de decisiones, al mismo tiempo que inhabilita a la persona para la ejecución de tareas diarias. Eventualmente, las complicaciones provenidas del Alzheimer pueden ocasionar la muerte. En Estados Unidos es la quinta causa de muerte, de acuerdo con el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de este país. Sobre 5.3 millones de personas en Estados Unidos padecen  Alzheimer.
La demencia es un trastorno definido por un deterioro cognitivo  progresivo ocasionado por daños o desórdenes cerebrales, con tamaña transcendencia que es capaz de alterar negativamente la calidad de vida de la persona que lo padece, así como de inhibir su autonomía para el desarrollo de una vida normal e independiente.  La actividad física y una alimentación equilibrada pueden jugar un papel primordial en la prevención de las enfermedades. Con respecto  a la salud cerebral de personas adultas, algunos estudios han observado una disminución del declive cognitivo  en aquellas personas que practican ejercicio físico y que tienen una dieta equilibrada. En una metódica revisión, comprobamos  una importante  conexión entre actividad física y una reducción del riesgo de desarrollar demencia.
Hemos desarrollado un estudio  sobre la posibilidad de reducir el deterioro cerebral  vía ejercicio físico.  Dicho estudio tuvo una duración de 2 años, e intervinieron 400 personas con edades comprendidas entre 65 y 80 años, siendo 120 hombres y 280 mujeres. Las personas fueron divididas en dos grupos, uno que practicaría ejercicio físico y otro que no. El objetivo era conocer las zonas del cerebro que realmente se estimulan con la práctica de la actividad física, al mismo tiempo que mesurar el desarrollo cognitivo del cerebro dentro del ejercicio físico mediante  las zonas del cerebro que se estimulaban durante la práctica. Se trataba de  evaluar la posibilidad de inhibir el declive cognitivo y cerebral en personas adultas, sobre todo en las personas mayores, por medio del entrenamiento aeróbico coreografiado acompañado de música, con  desplazamientos en todas las direcciones, giros, cambios de ritmo, y al mismo tiempo mejorar su capacidad cardiorrespiratoria. Las clases tenían una frecuencia de 3 veces por semana y una duración de 60 minutos. Esta clase de movimientos coreografiados ocasionan una  inestabilidad positiva y hacen que el cerebro tenga que aprender rápidamente y a la vez dar soluciones efectivas  para mantener el cuerpo en equilibrio y  libre de problemas. También dentro de ese mismo trabajo, se utilizaron  muchos movimientos de coordinación motora de manos y brazos. El cerebro utiliza un 10% de su energía solamente para gestionar los movimientos de las manos, así que resultaba ser una buena idea también el plantear desafíos coreografiados utilizando las manos y los brazos. Todo el trabajo estaba enfocado en clases dirigidas de aerodance y step. El objetivo era estimular   varias inteligencias como la inteligencia espacial o visual, la matemática, la interpersonal, o la musical. Desde luego no eran las mismas clases que se imparten a veinteañeros, pero tampoco eran clases enfocadas a la tercera edad, como se suele decir. El grado de dificultad de las mismas era respetable, sobretodo  tratándose  de personas de esas edades. Al final de cada sesión se procedía a hacer trabajos de estiramientos. 

Se ha comprobado que los entrenamientos físicos de resistencia aeróbica coreografiados que contienen cierto grado de dificultad con respecto a la coordinación motora y que son aplicados de manera habitual, se relacionan con una disminución del riesgo de padecer demencia.  Cuanto mejor es la coordinación motora, mejores serán las respuestas neurofisiológicas de cara a los estímulos musculares. La coordinación motora proporciona una mejor acción muscular y a la vez perfecciona la interpretación nerviosa del movimiento. Estando el cerebro en equilibrio con el cuerpo, cualquier clase de estímulo que recibamos será rápidamente asimilada. Las sinapsis cerebrales funcionarán de una manera bastante más acelerada y las respuestas musculares se harán de una forma inmediata. Nuestro cerebro es musical, y la música estimula el movimiento, hecho que propicia el desarrollo de la inteligencia, siendo una combinación perfecta para el aprendizaje, no importando la edad. La música es capaz de llegar a cualquier función cognitiva  y afectiva en la estructura del cerebro. La música está directamente relacionada con nuestro cerebro primitivo, y es capaz de provocar distintas reacciones emotivas en las más diferentes situaciones.  Al combinar música y movimiento, nuestro cerebro recibe una ingente cantidad de estímulos y tiene que ponerse en marcha dentro de una actividad frenética,  y eso es tremendamente positivo cuando el objetivo es inhibir la demencia. Hemos comprobado que el entrenamiento de resistencia  aeróbico coreografiado enfocado a adultos mayores sedentarios, fue capaz de incrementar  el tamaño del hipocampo (en un 2,47% en el izquierdo y en un 2,15% en el derecho). Al término del primero año, nos hemos percatado de que la memoria de los participantes del primero grupo se había incrementado; sin embargo, en el segundo grupo, que no había practicado ejercicio físico en ningún momento, se observó un deterioro de un 1,20% y 1,25% en el hipocampo en los dos lados.
Al desarrollar alguna actividad coreografiada, tanto en hombres como en  mujeres,  el Lóbulo Frontal es accionado, y  con sus neuronas se encarga de controlar los músculos del cuerpo, de la reproducción del habla, de la elaboración del pensamiento y de la emoción. El Lóbulo Parietal influye en la  ubicación espacio-temporal, que se relaciona con los sonidos y la memoria, además de participar en los desplazamientos de la persona en cuestión, fomentando la integración espacio / individuo. También calcula las distancias entre el individuo y los  demás mientras  están en movimiento. El Lóbulo Occipital interpreta las imágenes y figuras coreográficas. El Lóbulo Temporal se encarga de complejas tareas como el reconocimiento de procesos auditivos y visuales; se ocupa de la audición y del lenguaje, entre otras funciones. Al escuchar las músicas que son utilizadas en las sesiones de entrenamiento, el lóbulo temporal se encarga de descifrar todas las informaciones que son recibidas.  Cuando nos comunicamos oralmente con otra persona pasa lo mismo: todo el proceso de memorización auditiva y  la gestión de las informaciones que recibimos  pasa por ese interesante órgano, que recibe, procesa e identifica la información que entra a través del oído; además, también ayuda en la gestión del equilibrio y regula las emociones. El Cerebelo, de entre varias funciones, también ayuda a controlar el equilibrio del cuerpo, no importando la situación en que éste se encuentre.  Al bailar o con la utilización de movimientos coreografiados dentro de un entrenamiento,   el metabolismo se  acelera y, en consecuencia,  habrá un incremento en la cantidad de riego sanguíneo. Cuanto mayor es la cantidad de riego sanguíneo, mayor será la claridad para ver las cosas y para la toma de decisiones. Otra de las cosas interesantes que ocurren con la subida del riego sanguíneo, es el aumento de la neuroplasticidad; en otras palabras, una mayor conexión entre neuronas. Estimular el riego sanguíneo en esas poblaciones es algo muy interesante.

La actividad física puede favorecer la salud cognitiva mediante  algunos beneficios observados en el sistema cardiovascular que se extienden al sistema cerebro-vascular: el incremento de la neurogénesis, principalmente a nivel del hipocampo,  la mejora de la citoarquitectura cerebral y de las propiedades electrofisiológicas, el aumento de los factores de crecimiento cerebrales,  una disminución de la formación de las placas amiloides en la enfermedad de Alzheimer.


                 Además de estimular las inteligencias, en este estudio se buscaba
                                     
ACTH – hormona del estrés
AMPK – hormona que estimula la quema de glucosa. Ésta se pone en marcha cuando hacemos ejercicio y una de sus actividades es favorecer el  aumento  del consumo de glucosa  y de oxígeno en los músculos.
S/E/O/D/N – hormonas del bienestar y de la felicidad
LRRTM1 – gen relacionado con el uso de las manos. Cambia la simetría del cerebro de manera congénita o impuesta.

Se han obtenido resultados   muy interesantes, pues las zonas cerebrales que han sido estimuladas son  las mismas que se estimulan  en las actividades de desarrollo  cognitivo libres de actividad física.
La actividad  física para el desarrollo cognitivo, además de ser un favorable entrenamiento cardiovascular,  es capaz de incrementar  la reserva cerebral mediante la inducción de neurogénesis y sinaptogénesis, de aumentar la reactividad sináptica del hipocampo,  de mejorar la vasculatura cerebral,  de reducir el depósito de hierro en el cerebro, de reordenar las redes neurocognitivas,  de debilitar  las reacciones adversas de las hormonas del estrés en el cerebro, de alterar  la densidad de las lesiones de la sustancia blanca que reflejan microangiopatía, y de mejorar el rendimiento cognitivo.  Algunos otros estudios han comprobado que las actividades cognitivamente estimulantes desde las primeras edades, se asocian a una disminución del riesgo de sufrir enfermedades cerebrales en el futuro, sobre todo en las mujeres, y eso podría empezar desde la gestación.  Durante el embarazo, el ejercicio físico controlado y supervisado ayuda a mejorar  la circulación fetal, mucho más que estar en reposo en la cama, lo que beneficiaría enormemente al feto. Es tremendamente positivo para la madre, al mismo tiempo que se fomentan los primeros estímulos al bebé antes mismo de nacer.
No obstante, si  direccionamos nuestras miradas al desarrollo de la inteligencia,  hay varios estudios que han comprobado que los niños que hacen ejercicio tienen un mejor rendimiento académico. El aumento del flujo sanguíneo que llega al cerebro hace que mejore su oxigenación; de otra parte, los factores de crecimiento se incrementan de una manera muy significativa, lo que favorece en los niños la creación de nuevas neuronas y potencia la flexibilidad sináptica del cerebro, lo que es fundamental en estas edades. Asimismo, el ejercicio físico también aumenta las cantidades de dos neurotransmisores (noradrenalina y endorfina) que disminuyen el estrés, mejoran el ánimo y son importantes para conseguir un mejor aprendizaje.  Un buen entrenamiento físico es capaz de estimular el cerebro, y a la vez de proporcionar una estupenda  mejoría física, tanto en las primeras edades como en las edades adultas, al mismo tiempo que será capaz de fomentar una vejez libre de enfermedades, sobre todo de las cerebrales. Desde luego todavía hay mucho que aprender y mucho camino por recorrer dentro de las enfermedades, principalmente las del cerebro, sin embargo los resultados hasta ahora están siendo muy prometedores.

En 21 días las células madre se convierten en neuronas. Por este motivo es fundamental que tengamos en cuenta que siempre podemos aprender cosas nuevas y que la edad no debe ser un impedimento para ello. La actividad física es una gran herramienta para el desarrollo de la inteligencia en todas las edades, y concretamente para prevenir el deterioro cognitivo.  La mejor manera de mantenernos biológicamente jóvenes es  aprender siempre algo nuevo.