Se empieza a
hablar cada vez más y con mayor frecuencia sobre los tratamientos de
enfermedades por medio de la actividad física. Es muy importante llamar la
atención sobre varios aspectos, uno de
ellos, y el más importante, que el
mundo de las enfermedades es algo muy
interesante pero muy complejo a la vez, y hay que estar verdaderamente
preparado para asumir una
responsabilidad de este calado. De otra parte, al plantear
tratamientos vía ejercicio físico a
poblaciones especiales para las más distintas enfermedades, es de sentido común conocer las enfermedades a fondo antes de la aplicación
de la actividad física, al mismo tiempo que es fundamental tener un gran
conocimiento sobre los ejercicios físicos y sus diferentes formas de
aplicación, además de estar al tanto de
todos los efectos que estos últimos
pueden proporcionar a las personas que padecen alguna anomalía. Dicho esto,
me empieza a preocupar la proliferación de publicidades que últimamente veo
sobre muchas y variadas actividades que
sirven para tratar una inmensa cantidad de enfermedades, y que además todas las
personas que las aplican se dicen “capacitadas” para hacerlo. Desde luego
algunas personas del mundo de la actividad física y de la salud sí que están
capacitadas, y además con una gran preparación, pero lo que me asusta es que
hay una inmensa cantidad de personas que carecen de esta clase de formación, y
que aún así siguen trabajando con esas poblaciones. El mundo de las
enfermedades no tiene nada que ver con el de la salud. El gran tema es fomentar
que estos dos mundos se fusionen haciendo
que el de las enfermedades desaparezca.
Llevo más de 20
años investigando el tratamiento de enfermedades vía ejercicio físico de los
cuales, en algunas enfermedades, tengo
grupos de investigación que llevan conmigo 12 años; y sin embargo cada día que
pasa descubrimos algo nuevo y me doy cuenta de que mi conocimiento es
imperceptible.
Dentro de los
tratamientos de enfermedades por medio de la actividad física existen varias
líneas muy efectivas de trabajo. Siempre es importante recordar que el cuerpo
humano tiene una ingente cantidad de sistemas de autodefensa frente a las más
distintas adversidades que puedan ocurrir en el día a día. La mejor manera de
entrenar estos sistemas de defensa es con la práctica de ejercicio físico
regular y una alimentación equilibrada. El ejercicio físico es capaz de
proporcionar una gran cantidad de estímulos que incitan a nuestro cuerpo a
reaccionar de manera positiva de cara a cualquier anomalía, y que pueden ser claves
en la defensa del organismo frente a una enfermedad más importante.
He escrito
varios artículos hablando sobre el estrés, y lo seguiré haciendo, pues esta
enfermedad que está tan bien aceptada por la sociedad, es una gran impulsora de
la pérdida de calidad de vida de muchas personas, tanto por sí misma como si está vinculada a la
presencia de alguna otra enfermedad. Está presente en más de un 90% de las
enfermedades. Al ponerse enfermas las personas se enfadan, sienten miedo, se deprimen,
algunas a mayor escala que otras, pero todos estos síntomas pueden dificultar
la recuperación de las enfermedades
pudiendo alargarlas de una manera considerable. Es fundamental recordar
que el estrés inhibe el sistema inmunológico de las personas, facilitando así
la pérdida de efectividad del organismo para protegerse frente a las
adversidades. Sin embargo, en la presencia o no de cualquier enfermedad, el
estrés también puede ocasionar la ansiedad y la depresión. Ante una enfermedad,
de manera general, las emociones se hacen difusas, y según la manera que tenga
la persona en cuestión de afrontar dicho
proceso, las emociones son capaces de regular nuestro estado mental, además de
nuestro estado corporal. El cuerpo humano no sólo evidencia las emociones que
sentimos, sino la manera en la que las
sentimos. El cerebro procesa algunas emociones en función del estado
fisiológico del corazón. Al recibir un impulso negativo de miedo o susto por alguna situación inesperada
que se nos cruce en el camino durante la sístole
(contracción miocárdica en la que el corazón expulsa la sangre de su interior),
se percibe la emoción de una manera más intensa que si fuera la misma situación
en diástole (cuando el corazón se
relaja después de la contracción).
El cuerpo está
totalmente sincronizado con las emociones, tanto es así que en algunos casos el
dolor físico puede proceder de una emoción producida por un fuerte proceso de
ansiedad. Las emociones humanas pueden liberar sensaciones físicas muy fuertes.
El cuerpo, además de manifestar las sensaciones que sentimos,
también es capaz de influir en la manera que sentimos estas emociones. Es
importante volver a recordar que toda enfermedad tiene un componente emocional
muy importante, y lo que va a determinar la inhibición de este componente es el
estado anímico de la persona en cuestión. El gran impulsor para la mejoría del
estado anímico de una persona es la práctica regular de ejercicio físico junto
con una alimentación equilibrada, máxime si el individuo se encuentra dentro de
una enfermedad. Practicar actividad física controlada y supervisada durante una
enfermedad es algo muy interesante que además fomentará un avance en el proceso
de recuperación del paciente.
Al hablar de la
emoción, me he referido a sólo uno de los aspectos que intervienen en una
enfermedad. Por ese motivo, es inteligente recordar que cada persona es un
mundo totalmente diferente, y que en un tratamiento también basado en ejercicio físico, es de suma importancia
individualizarlo, al mismo tiempo que debemos valorar cuál será el protocolo más
indicado a seguir, puesto que el protocolo “A” quizás sea correcto, pero puede
estar siendo aplicado a la persona equivocada. El cuerpo humano funciona de
manera global, es decir, todo está conectado con todo. En presencia de una
enfermedad, el cerebro recalcula todos sus procedimientos cambiando así el metabolismo
de la persona con el fin de recuperar su integridad física lo antes posible. Para
el tratamiento de enfermedades vía actividad física, debemos seguir la misma máxima.
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