Este es un tema que casi no se plantea, pero sigue siendo de elevada importancia para la salud de nuestros oídos. En el caso de los gimnasios, dos son los factores principales que contribuyen al proceder inadecuado de algunos profesionales en este sentido. El primer lugar, la mala calidad de los equipos o la mala ecualización de los mismos produce la distorsión del sonido una vez que se sube el volumen. En segundo lugar, que con la intención de generar energía y actitud positiva entre los alumnos, los profesores suelen empezar sus clases con una elevada altura en el sonido, lo que hace que hacia la mitad de la clase ese volumen esté ya para explosionar tímpanos.
Los alumnos de los gimnasios entran en las aulas pre-dispuestos a entrenar y a divertirse en las clases dirigidas, y eso ya les supone una cierta excitación. Los profesores se encargan de exacerbar estos ánimos con su carisma, y si conjuntamente utilizan músicas animadas que es lo que normalmente ocurre, este estado de ánimo se multiplica. La música es un elemento esencial de motivación en las clases dirigidas de los gimnasios. Pero el problema surge cuando el volumen supera la capacidad de recepción auditiva que tiene el oído humano; dicen los expertos que una exposición permanente a más de 85 decibelios puede ser perjudicial a los oídos. Si hacemos una comparación:
Una conversación normal – 60 decibelios // Tráfico en la ciudad - 100 decibelios (máximo exposición = 8 horas) // Música en los gimnasios - 100 decibelios (máxima exposición = 2 horas) Moto sierra – 110 decibelios (máxima exposición = 2 horas)
Si el ruido es fuerte y perdurable puede dañar el oído. El daño causado se llama Hipoacusia neurosensorial (pérdida nerviosa). Uno nunca debe acostumbrarse con un ruido fuerte; de ser así, puede que el oído ya esté dañado. Otro de los resultados de la exposición al ruido son los zumbidos constantes llamados acúfenos. Frente al ruido fuerte y constante, algunas personas reaccionan con ansiedad e irritación. Otras sufren una subida relevante de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial. Hay casos en los que se produce acidez gástrica. También puede disminuir la eficiencia para la realización de tareas difíciles debido a la falta de concentración.
Cuando era profesor de Biomecánica en la facultad de danza de la Universidad Miguel Hernández (Campus Altea), dirigí un interesante estudio sobre los cambios perceptivos del oído en la distorsión del sonido al ruido. Siendo consciente de que el ruido era perjudicial para los oídos, mi objetivo se centraba en descubrir cómo estos cambios podían afectar al equilibrio en el movimiento o dentro de una coreografía. He indagado en diferentes poblaciones durante año y medio y han participado 1.425 personas. Planteé este estudio en diferentes situaciones: en el centro de la ciudad en hora punta, en gimnasios (volumen de las clases en aulas dirigidas) y con personas que utilizaban auriculares.
La metodología era muy sencilla. Todos los participantes en el estudio tenían que recoger un objeto del suelo estando de pie y con apoyo de una sola pierna. Con el apoyo de la pierna izquierda (la otra pierna estirada de tras del cuerpo), debían utilizar el brazo y la mano izquierda para completar la acción, acto seguido tenían que caminar sobre una línea continua. Debían hacer este test antes y después de la clase, antes de salir a la calle en la ciudad y después de regresar, y por último antes de escuchar los auriculares y después haberlo hecho. Para mensurar el nivel de pérdida de equilibrio, se utilizó un casco de medición.
Aquéllos que salieron a la calle en hora punta tuvieron una pérdida de equilibrio de un 8%. Los que usaron auriculares sufrieron una pérdida de equilibrio de un 13 a 18%, y las personas que estaban en las clases dirigidas de los gimnasios padecieron una pérdida de equilibrio de entre un 26% y un 28%. Los últimos niveles porcentuales son muy altos y a la vez preocupantes.
En una segunda fase del estudio, me centré en los grupos de los gimnasios. El reto siguiente era pedir a los monitores que no elevasen el volumen de sus músicas en los momentos de mayor excitación de sus clases. Tras tres meses, el resultado era sorprendente: con ese pequeño cambio de actitud, los alumnos, que en la primera fase habían tenido una pérdida de un 28% de equilibrio, ahora pasaron a experimentar una pérdida de sólo el 12%. Este estudio nos deja claro que la altura excesiva del volumen en las clases dirigidas de los gimnasios o centros de entrenamientos no solo son perjudiciales para la audición, sino que también afectan el equilibrio de los alumnos de una manera relevante. Si el equilibrio se ve afectado en actividades como las dirigidas, el sistema neuromuscular tendrá una mayor dificultad en codificar con la debida precisión los estímulos que recibe y los que emite.
El motivo de que la pérdida de equilibrio sea más relevante en los gimnasios es por el hecho de que en esa situación el cerebro tiene que recibir y procesar estímulos distorsionados y dañinos para el oído, y al mismo tiempo asimilar la información de los nuevos movimientos de las coreografías propuestas en la clase. El ruido en éste caso tiene doble función negativa: perjudicar a los oídos y deformar las informaciones recibidas por el cerebro.
Interesante artículo. Esperamos con ganas la segunda parte.
ResponderEliminarLo hemos compartido en http://redfitnesscard.blogspot.com/2012/02/la-musica-alta-en-los-gimnasios-puede.html
Gracias!