Por fortuna, con el paso del tiempo todo evoluciona. Cada día que pasa se dan a conocer nuevas investigaciones que nos facilitan la manera de vivir. Uno de los temas que actualmente despierta mucho la curiosidad de los científicos es el estudio del cerebro enfocado a la inteligencia humana. Desafortunadamente, aún existe mucho desconocimiento a este respecto. Hemos sido criados y educados bajo el prisma del negativismo: infelizmente en nuestras vidas, aún destacamos más las cosas malas que las buenas, y siempre ponemos los errores en evidencia, pero nunca damos la real importancia a los aciertos. La inteligencia no puede basarse en etiquetas que se dan a ciertas habilidades de algunas personas. Todos somos capaces y todos somos inteligentes, la cuestión es la manera cómo se aprende y la manera cómo se gestiona el error. Cada persona vive en su tiempo personal, que es diferente al de los demás, así que las cosas que son fáciles para unos no lo serán para otros, pero eso no quiere decir que exista incapacidad para aprender.
Recuerdo que en mis tiempos de cole, los listos eran los que aprendían matemáticas con facilidad. Muchos de los profesores de mi época enfocaban una mayor atención a estos compañeros pues, de una cierta manera, los pobres mortales como yo estábamos sentenciados al fracaso. En mi época de estudiante de primaria en Brasil, todavía se vivía la dictadura militar y el ambiente que se respiraba era el del autoritarismo, de la crítica negativa, los castigos, el aprendizaje basado en el miedo por parte de algunos profesores, etc. Desafortunadamente, el ser humano aprende a ser negativo desde pequeño. En las primeras edades, cuando un niño está aprendiendo a andar, muchos padres bromean con sus hijos cuando se caen al suelo diciendo: “que torpe es mi niño”. Por qué no decirles “levántate campeón”. El “no” es de las primeras palabras que escuchamos en las edades iniciales y, si lo trasladamos a la inteligencia, el negativismo infelizmente sigue siendo algo natural.
¿Por qué?
¡Menudo error!
Hay una gran cantidad de casos en los que alumnos mediocres se volvieron grandes profesionales de la medicina, de la física, de la filosofía, de la psicología, grandes arquitectos, e incluso hay casos en que dejaron que saliera el genio que habitaba dentro de ellos. Como un ejemplo de ello: Albert Einstein, y muchos otros.
Afortunadamente el concepto de la inteligencia ha cambiado. La inteligencia es similar a un abanico que se puede abrir o mantenerse cerrado. Cuándo ese abanico se abre, se empieza a comprender cosas, a asociarlas, a crearlas. ¿Cómo puede ser posible que supuestos alumnos torpes terminaran siendo grandes profesionales o genios? La respuesta es muy sencilla: esas personas consideradas menos capaces intelectualmente, en un dado momento de su vida en que sintieron la necesidad de aprender y a la vez estimuladas por otras personas, dejaron que se abriera su abanico. Cuando existe la necesidad de aprender, el cerebro se pone en marcha y cambia su fisiología e incluso su anatomía. Esa misma necesidad cambia el cerebro no solo de los niños, sino también de los adultos. Con la afortunada decisión de querer aprender, aumentará el riego sanguíneo en la corteza prefrontal (parte del cerebro que se localiza por encima de los ojos y por detrás de la frente). Cuanto mayor la cantidad de riego sanguíneo, mayor la claridad de ver las cosas y de la toma de decisiones. Otra de las cosas interesantes que ocurren con la subida del riego sanguíneo, es el aumento de la neuroplasticidad, en otras palabras, una mayor conexión entre neuronas.
Esto también pasa con las personas adultas. Las neuronas no se reproducen, y sí se regeneran a partir de células madre pluripotenciales que se localizan en las cavidades del cerebro. Pueden migrar desde los ventrículos cerebrales hasta el hipocampo de 500 a 1000 neuronas. En 21 días las células madres se convierten en neuronas. El Hipocampo es importante no solo para el aprendizaje, sino también para controlar el pánico que procede del centro del núcleo de la amígdala y está muy conectada con la Dopamina (hormona que estimula la exploración y la curiosidad).
Cuando una persona se siente animada y apoyada, su cuerpo segrega hormonas que son capaces de bloquear en las amígdalas cerebrales el núcleo del miedo que es capaz de paralizar una persona. El apoyo y la positividad en el aprendizaje son fundamentales.
En la actividad física o en el deporte pasa lo mismo. El proceso de aprendizaje puede ser fácil o difícil, según las habilidades de la persona en cuestión, pero sobre todo, según la psicología aplicada por el entrenador o por el profesor. Los bloqueos de rendimiento ocurren no solo por la condición física del atleta, sino que suceden principalmente por su condición psicológica. En el deporte las sinapsis neuronales ocurren de una manera muy rápida, sobre todo en los deportes con balón y en aquéllos donde el atleta debe dar rápidas respuestas a las situaciones de estrés que se le presenten, como es el caso de las artes marciales.
Ha sido descubierto que hay varios tipos de inteligencia, más bien 8, lo que me produce una tremenda alegría, pues de ninguna manera se puede decir que una persona no es inteligente. En el aprendizaje es importante nivelar lo que se pretende enseñar en base a la capacidad de comprensión del interlocutor. De esta manera se puede mesurar el tipo de comunicación que se debe utilizar según el caso que se encuentre, para conseguir lograr el cumplimiento del objetivo que es hacer que la persona en cuestión aprenda.
Están las personas que entienden las cosas de forma lógica (inteligencia matemática); otras entienden de manera más rápida viendo lo que se explica de una manera global (inteligencia visual espacial); las personas que entienden más fácilmente tocando cosas (inteligencia kinestésica); las personas que aprenden más rápido escuchando (inteligencia musical); las que tienen que estar en contacto con otras personas (inteligencia interpersonal); otras que tienen que reflexionar ( inteligencia intrapersonal); las que tienen que estar en contacto con la naturaleza ( inteligencia naturista); otras tienen que ver un propósito en las cosas (inteligencia transcendental). Esto tampoco quiere decir que cada persona sea etiquetada con un tipo de inteligencia de los anteriormente citados, ya que estas inteligencias pueden existir simultáneamente en una misma persona.
Todas las personas son inteligentes y todas las personas son capaces, no importa la edad, la cuestión es saber gestionar el error. Hay un dicho que dice: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. En mi opinión, el problema no está en tropezar dos veces en la misma piedra, el problema surge cuando uno deja de moverse por miedo a tropezar por tercera vez.
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