Para que el cuerpo se mantenga vivo, cada una de sus células debe recibir continuamente nutrientes y oxígeno. Al mismo tiempo, deben recogerse el dióxido de carbono y otros materiales producidos por las células para eliminarlos del cuerpo. El sistema circulatorio es una red de vasos que distribuyen la sangre bombeada desde el corazón.
Los vasos sanguíneos son tubos muy pequeños responsables de transportar la sangre por todo el cuerpo. El sistema circulatorio está compuesto por tres tipos de vasos sanguíneos: arterias, venas y capilares. Una arteria es un vaso sanguíneo grueso que transporta sangre rica en oxígeno desde el corazón hasta las células y tejidos. Las venas transportan sangre pobre en oxígeno y productos de desecho hasta el corazón. Los capilares son de tamaño microscópico, enlazan las arterias y las venas con los tejidos corporales. El intercambio de oxígeno y dióxido de carbono se realiza a través de las finas paredes de los capilares.
Las arterias transportan sangre a alta presión; así que sus paredes son mucho más elásticas que las paredes de las venas. En las arterias la sangre fluye por pulsos. La presión aumenta y disminuye constantemente ya que el corazón bombea sangre hacia las arterias a un ritmo de unas 70 veces por minuto en un estado normal. El efecto produce el pulso que se siente con la yema de los dedos sobre las arterias de la muñeca y del cuello.
La sangre distribuye oxígeno, nutrientes y mensajes hormonales y recoge los deshechos de los 60.000 millones de células del organismo. Tiene cuatro componentes básicos: glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas y plasma sanguíneo. Los glóbulos rojos transportan el 99% del oxígeno necesario. El plasma transporta el otro 1%. Los glóbulos rojos son las células más abundantes y constituyen alrededor del 45% de la sangre. Su principal función es la de transportar oxígeno a los tejidos y recoger dióxido de carbono. Los glóbulos blancos son parte del sistema inmune del organismo. Su principal acción es la de producir defensas contra los agentes infecciosos.
Las plaquetas son pequeñas células especializadas que se activan cuando es necesario reparar la integridad de los vasos sanguíneos. Cuando uno se rompe, las plaquetas van hacia él y se hinchan, con forma irregular, creando una especie de engomado que colapsa el corte. Si el corte es demasiado grande para ellas, envían señales para iniciar la coagulación mediante la liberación de serotonina, hormona que estimula la contracción de los vasos para reducir el flujo de sangre. El plasma sanguíneo se transforma en un entramado de células que forman un coágulo sólido a modo de armazón y esto permitirá al organismo la formación de nuevo tejido.
A través de los cientos de miles de vasos sanguíneos se conectan los órganos vitales y los tejidos. El funcionamiento del cuerpo depende del constante aporte de sangre y de sus componentes.
Todo este trabajo transcurrirá en condiciones adecuadas si hay ausencia de obstrucciones que puedan interrumpir el flujo sanguíneo. Por este motivo es fundamental que no exista ninguna clase de problemas en el paso de la sangre por las arterias o venas; de no ser así, se desencadenaría un trastorno sanguíneo. Como un ejemplo, la arteriosclerosis, que es un depósito de colesterol, grasas y sustancias de desecho de la sangre en las arterias, y una de las causas más comunes de los infartos de miocardio. De otra parte, si la sangre está muy densa, se pueden provocar coágulos que dificultarán la circulación de la sangre pudiendo así ocasionar una trombosis. La mala circulación venosa puede derivar en un trastorno menos importante como las varices, la celulitis o las hemorroides, pero no menos preocupante.
Es imprescindible hacer ejercicios para activar la circulación: caminar, hacer flexiones de piernas (sentadillas), nadar, correr, ir en bicicleta o hacer clases de spinning, etc. El exceso de calor no es una buena idea para las personas que tengan problemas de circulación, pues con la alta temperatura se produce la vasodilatación de los capilares, lo que puede provocar hinchazón, pesadez, dolor y cansancio. Por este motivo es una buena idea evitar las saunas o las duchas calientes. Descansar con las piernas elevadas auxilia bastante la buena circulación de la sangre, sobre todo en los casos que presenten predisposición a tener mala circulación. Es importante usar ropas cómodas, calcetines y medias que no compriman las piernas o utilizar medias especiales enfocadas a paliar la mala circulación, y zapatos confortables. Mantener una buena alimentación es condición sine qua non para conservar la buena salud de las venas y arterias.
El aporte de fibras favorece el tránsito intestinal y una defecación favorable y sin esfuerzo. Esto facilita que la presión abdominal no aumente, no debilitando así las paredes de las venas y la pared del colon. De esta manera, el riesgo de padecer estreñimiento, varices y hemorroides es menor. Los antioxidantes dan protección ante a los radicales libres, sustancias que ocasionan el envejecimiento y el deterioro de las paredes de las arterias y venas. Propician el buen estado de los vasos sanguíneos, contienen una acción antiinflamatoria y vasoconstrictora.
El potasio favorece la eliminación de agua, lo que es favorable en los casos de tener piernas hinchadas o retención de líquidos. Los ácidos grasos poliinsaturados reducen el colesterol y los triglicéridos sanguíneos, lo que evita la arteriosclerosis: hacen que la sangre sea más fluida, reducen su viscosidad y actúan como antiagregantes, lo que disminuyen el riesgo de haber trombos y coágulos. El agua facilita la eliminación de toxinas y la depuración de la sangre, con ello la sangre circulará de una manera más fluida. La velocidad de la sangre puede verse seriamente afectada sin el aporte adecuado de agua.
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