Cuando era pequeño las cosas eran bastante diferentes de lo que
son ahora, y en verdad, podría decir que soy afortunado por ello. Nos divertíamos
en la calle, y solíamos jugar al fútbol en un pequeño campo que existía cerca
de mi casa. Nos reuníamos varios niños, amigos y conocidos, para jugar. Era genial, pues
pese a la gran cantidad de críos que había (tantos que muchas veces teníamos que
repartirnos en 3 ó 4 equipos), reinaba
un tremendo respeto y compañerismo entre todos. Unos jugaban mejor, otros peor,
otros jugaban de pena, pero lo más importante era que había lugar para todos.
Había dos amigos que participaban en estos partidos en la calle que me llamaban mucho la atención. Uno de
ellos era el crack de la calle, pues sus habilidades despuntaban con mucha diferencia frente a los
demás. Nuestro amigo jugaba tan bien al fútbol, que nos sorprendía que no se
dedicara a este deporte de manera más seria, federándose y disputando
competiciones importantes; en lo referente a los estudios, desafortunadamente, no se llevaba muy bien con los libros.
Después de una gran
insistencia por parte de los demás niños, el crack de la calle decidió hacer
una prueba para acceder al único equipo de la zona para federarse y, a lo
mejor, poder hacer carrera deportiva. El
día de la prueba, él estaba acompañado por otros chicos del barrio que
compartían el mismo objetivo. La prueba era un sábado por la mañana, me acuerdo
como si fuera hoy, debido a la tremenda expectación que despertó en la calle.
Mi hermano jugaba en este equipo,
y yo todavía era muy pequeño para acceder a las pruebas, pero pude presenciar
todo lo que pasó ese día. Había una gran cantidad de niños venidos de todas partes,
pues se trataba de un club importante. Nuestro amigo, el crack de la calle,
sólo debía hacer aquello que venía haciendo tan bien desde siempre. Y jugaba tan bien que con
imitar su actuación en un día malo de algún partido de los que habíamos
presenciado, estaría dentro; pero para mi sorpresa y la de los demás, el chico
no se movía, no corría, casi no participaba, no parecía el mismo.
Al final, el gran crack de
la calle tuvo un resultado negativo y no pudo entrar en el equipo y federarse;
sin embargo, sorprendentemente, muchos de los chicos del barrio que también se
presentaron a la prueba consiguieran aprobar.
Yo
tenía casi 7 años de edad, y me sentí bastante confundido frente a aquella
situación.
El segundo caso me llama la
atención por ser todo lo contrario: era un chico realmente pésimo jugando al fútbol.
Todos los demás niños nos manteníamos dentro de los estándares normales de las
habilidades para ese deporte, pero nuestro amigo se pasaba de malo; mas, una de las buenas cualidades que
tenía era su persistencia. El fútbol le encantaba pero no era su deporte.
En contrapartida, en el lado intelectual, era una “eminencia”. Le gustaba la
lectura, era un as del ajedrez, hacía cálculos matemáticos muy avanzados para
su edad con tremenda rapidez y exactitud, poseía un gran conocimiento sobre la
historia mundial y, siempre que tenía la oportunidad, nos deleitaba con su
sabiduría.
A
mis casi 7 años de edad, yo pensaba que las personas extremadamente
inteligentes no tenían habilidades deportivas.
Con el paso del tiempo esa
persona fue incrementando su inteligencia, lo que era normal, debido a que
estaba en fase de crecimiento y a que no paraba de estudiar. Además, era consciente
de que el fútbol no era precisamente lo suyo, por lo que estaba constantemente
probando nuevos estímulos. Y le pasó algo muy interesante. A sus 14 años empezó
a probar otras clases de deportes. Haciendo caso a su gran inteligencia e
inquietud deportiva, probó gran cantidad
de deportes, hasta que se decidió con el Taekwondo. Se aplicó en las clases y en
los entrenamientos, y en muy poco tiempo estaba examinándose para adquirir los
cinturones identificativos de cada nivel. Siguió entrenando de manera muy
seria, haciendo que se convirtiera en su deporte número uno, aunque seguía
teniendo una gran pasión por el fútbol. En algunos años, consiguió un alto
nivel competitivo llegando a conquistar unas cuantas medallas.
En
aquél momento, este hecho me hizo entender que las personas extremadamente
inteligentes también podían ser grandes deportistas. En los días de hoy, ese
gran amigo de infancia sigue practicando Taekwondo, además de ser juez federal
en Brasil.
En el primer caso, mi amigo
el crack del fútbol, nunca dejó de ser un crack; lo que le pasó es que estaba
acostumbrado a ser el mejor en un espacio reducido y en condiciones inadecuadas,
además de que siempre jugaba entre conocidos y se sentía como en casa. Al jugar
en la calle no sentía presión, ni tenía ninguna responsabilidad de tener que
cumplir objetivos; por ese motivo su cerebro se relejaba y hacía que su inteligencia
se divirtiera con el uso de la creatividad. De ahí salían las grandes jugadas
que con frecuencia veíamos en la calle. Pero
de repente se encontró en un gran espacio verde, donde las condiciones eran las
mejores (algo a lo que él no estaba
acostumbrado en absoluto), había mucha
gente desconocida, una gran presión por tener que aprobar la prueba, pues él
era el crack de la calle, y esa situación de estrés era nueva. Se jugaba con un
balón decente (oficial), cosa a la que tampoco estaba acostumbrado. Todos estos motivos han podido contribuir a
que aquel chico suspendiera la prueba, pero el motivo que más le influyó
negativamente fue que su cerebro no estaba
acostumbrado a hacer a su cuerpo moverse en tamaña cantidad de espacio. Ante
tal desafío, mi amigo se quedó completamente
bloqueado. No se divirtió ese día, y el estrés que padecía se podía notar en su
boca reseca; los nervios pudieron con él. Sin embargo, al año siguiente, el crack de la calle volvió a
hacer la prueba y fue el mejor de todos.
¿Habrá
entrenado durante todo el año?
Rotundamente
no,
lo que sí pasó es que aquella situación ya la había vivido, ya conocía los
protocolos, el campo en el que se hacía
la prueba, el inmenso verde ya no le asustaba, tampoco el balón oficial. Su
cerebro tenía la situación registrada y controlada, y aquél día, el estrés fue
inhibido por las endorfinas y la serotonina, que era lo que su organismo estaba
acostumbrado a liberar en situaciones parecidas (fútbol de la calle). Ese día jugó como lo había hecho siempre en la calle.
El segundo caso tiene una gran relación con el primero, pues
mi otro amigo, al educar su cerebro con otras clases de estímulos, consiguió
desenvolver habilidades que hasta aquellos momentos no conocía, al mismo tiempo
que adaptó su cuerpo a dichas habilidades de una manera muy favorable.
Es cierto que, en la mayor
parte de las veces, las personas elijen la práctica deportiva en función de sus
aptitudes para desarrollar dichos ejercicios, o de la pasión que sienten por
determinado deporte o actividad física, cosa que muchas veces es algo
inconsciente, puesto que cuando la adaptación mecánica a estos movimientos se hace de manera rápida, el
cerebro configura esa información biomecánica con velocidad; pero eso no quiere
decir que un corredor no pueda hacer clases de baile, o que un adepto a las clases de step no pueda acceder a
sesiones de natación.
Escoger el ejercicio perfecto
también viene al encuentro de las necesidades que uno tenga en dado momento de su vida. Las personas que
tengan la costumbre de practicar ejercicios aeróbicos cada día podrían, en determinado momento,
hacer clases de estiramientos, o de yoga, y seguro que les vendría muy bien; al
mismo tiempo que a los que practican Pilates o Yoga, hacer algo de trabajo
aeróbico seguro que les favorecería mucho. Pero como todo en la vida, es de
suma importancia que exista un momento óptimo
para ello, al mismo tiempo de que se fomenten la necesidad y la curiosidad. Lo
más importante de todo, es que nunca
nadie sea forzado a nada. Es importante dar la información y fomentar la
necesidad de hacer ejercicio por motivos
lógicos (ganar salud), pero además del entrenamiento físico diario al que uno esté acostumbrado, cuanto mayor sea el
abanico de posibilidades de hacer diferentes ejercicios dentro de un
entrenamiento, mejor. En otras palabras, la
persona que practique una actividad física de manera cotidiana, y que la
acreciente con otras clases diferentes de ejercicios, verá sus capacidades físicas e intelectuales
gratamente incrementadas. Eso fue lo que hizo mi amigo, el protagonista de la
segunda historia, pero en un primer momento con el objetivo de búsqueda más que de entrenamiento. Y una vez descubiertas
sus nuevas aptitudes se dedicó a
desarrollarlas.
Cada persona vive en un
mundo distinto, pero todos compartimos el mismo planeta.
Lo que sirve para unos,
quizás no sirva para otros, y pensar que no es así es una tremenda insensatez.
Cada persona disfruta de momentos de vida diferentes. Lo más interesante es que
tenemos relojes diferentes, pero todos marcan la misma hora.
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