El deporte es algo mágico que, incluso los que amamos esta práctica, no entendemos muy bien por qué nos produce tal fascinación. Quizás la psicología o algunos estudios antropológicos puedan explicar la lógica que pueda existir en las intensas pasiones que despiertan los equipos de fútbol o la afición ciega por un determinado equipo de baloncesto. Cómo se puede explicar el amor que uno puede tener por la Fórmula 1, o por el sonido de una moto de competición. Desde luego el deporte es algo fascinante, algo que los que vivimos o trabajamos para ello queremos mimar. A los amantes del deporte nos gusta ver lo mejor de esta práctica, los records, los éxitos. ¿A quién no le ha gustado alguna vez ver a Pelé jugando al fútbol (a quienes no lo hayan visto se lo recomiendo), y a Messi, a Michael Jordan, a Roger Federer, a Rafa Nadal o a Tiger Woods en sus respectivos deportes? ¿A quién no le ha gustado ver a Michael Phelps romper sus records? Esta gente, y muchos otros que están repartidos por todo el mundo, hacen brillar este espectáculo llamado deporte, pero desafortunadamente dicho espectáculo no siempre está provisto de total pulcritud. El deporte hoy es un negocio y, con la llegada de los contratos millonarios, los requerimientos sobre los resultados de los atletas aumentaron de una manera sustancial. Infelizmente algunos pocos atletas, en la búsqueda de un mejor rendimiento o, mejor dicho, de mejores resultados, utilizan atajos que solo sirven para ensuciar esta práctica. En la actualidad las exigencias dentro del deporte se incrementaron significativamente, pero eso no da licencia para que unos pocos puedan hacer uso de prácticas prohibidas para lograr el éxito. El doping o dopaje es desgraciadamente una de estas prácticas utilizadas por algunos atletas. Se define como la administración o uso por parte del atleta de cualquier sustancia ajena al organismo o cualquier sustancia fisiológica ingerida en cantidades anormales con el fin de incrementar de manera fraudulenta su actuación en las competiciones.
Es sabido que, a lo largo de la década pasada y también de la actual, esta mala praxis ha sido utilizada por muchos atletas, pero en un 90% de los casos fueron descubiertos. Que se detecte o no, el doping es una práctica muy peligrosa que puede pasar una factura muy importante en quien lo practica. El doping perjudica la lealtad deportiva, daña la salud, y es un estimulante de la violencia. Aumenta el rendimiento pero, en contrapartida, el doping hace daño al deporte y puede llevar a la adicción; en definitiva, es algo muy pernicioso. Consiste en incrementar la potencia del cuerpo artificialmente por vía exógena o endógena, proporcionando así una importante mejoría en el rendimiento del atleta, pero eso no quiere decir que el cuerpo de este atleta esté preparado para ello. Nuestro cuerpo tiene límites y, en el caso de utilización de doping, esa limitación no es respetada.
Hay varias maneras de doparse.
En los días de hoy se empieza a hablar de una nueva clase de doping que está preocupando mucho a los médicos y al medio científico: el doping genético. Esta forma de dopaje, que sería considerada endógena, significa inyectar genes inteligentes que limiten la producción de miostatina o que aumenten el EPO. En otras palabras, sería lo mismo que adiestrar un gen para que, de por vida, realice una función específica. EPO o eritropoyetina es una hormona que facilita el aumento de eritrocitos en sangre, consiguiendo así que los músculos dispongan de más oxígeno para el mantenimiento de la energía en el esfuerzo durante un mayor período de tiempo, logrando el retraso de la aparición de la fatiga.
Si exponemos al cuerpo a exigencias que de una manera natural no aguantaríamos, podemos provocar problemas que podrían llegar a ser importantes. Nuestra estructura ósea, nuestros tendones y articulaciones no soportarían esfuerzos exagerados, al igual que nuestras arterias no aguantarían tan espesa sangre, sin hablar de los perjuicios causados al corazón por la ingente carga de trabajo proporcionada.
Un interesante caso que ha abierto las puertas a la posibilidad de esta clase de doping por mutación, fue el nacimiento de un niño en Alemania. Al nacer llamó mucho la atención de los médicos, pues padecía una hiperdefinición muscular, y se llegó a pensar que era una enfermedad; no obstante, lo que ocurría es que tenía desactivados los genes de miostatina, y eso hacía que su desarrollo muscular superase en 4 veces un desarrollo normal. A los 4 años podía mantener una mancuerna de 3 kilos con los brazos estirados.
Al contrario del doping exógeno, que se aplica por ciclos, el doping endógeno se mantendría de por vida y además sería imposible identificarlo, así que en las competiciones un test antidopaje no delataría al infractor. Ya se ha empezado a investigar sobre esa nueva posibilidad de fraude en el deporte y todos los estudios que se están haciendo evidencian los peligros que entraña tal práctica. Es sumamente peligroso, pues conllevaría la utilización del cuerpo de una manera descontrolada en los entrenamientos, a la vez que se extralimitarían los lindes anatómicos, fisiológicos y psicológicos del atleta.
El doping debe de ser combatido por:
Motivos sanitarios: expone al organismo al riesgo de sobrepasar sus límites normales, lo que podría tener efectos desastrosos. Altera las funciones normales y psíquicas, incita a la dependencia y al hábito del uso de las drogas, ocasiona un deterioro físico que puede llegar a ser irreversible.
Éticos: su práctica es contraria a la ética y a la lealtad deportiva. Uno de los objetivos principales de la práctica deportiva es el desarrollo del deportista en la dignidad, honestidad y libertad. El doping anula ese propósito.
Prevención de la violencia: debemos recordar que doparse es drogarse y las drogas son estimulantes que favorecen la agresividad.
Estas son las drogas consideradas prohibidas en el deporte: estimulantes, narcóticos, betabloqueantes, diuréticos, hormonas peptídicas y sus derivados. El doping de sangre y la manipulación farmacológica, física o química de la orina también son métodos prohibidos.
Otras sustancias son: el alcohol, la marihuana, los anestésicos locales, los corticoesteroides. Ciertas federaciones tienen su propia lista de sustancias prohibidas.
Por fortuna, son pocos los atletas que emplean estas prácticas, pero hemos de estar muy atentos pues, como sabéis, hay una tremenda cantidad de gente seria trabajando para dignificar el deporte: entrenadores, médicos, científicos, preparadores físicos, los propios atletas, etc. Por estos, y muchos otros motivos, no podemos dejar que unos pocos ensucien el deporte, que tanto queremos.
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