miércoles, 9 de enero de 2013

NEUROFISIOLOGIA DEPORTIVA: EL MOVIMIENTO Y EL APRENDIZAJE

Hace muy poco tiempo atrás fue espectador de una clase de tenis muy peculiar. Había  un señor que parecía ser el profesor o el padre de un niño que no tenía más de 4 años de edad. Era inverosímil la falta de psicología y de tacto deportivo que mostraba  aquél señor para lidiar con el reto de hacer  que el pequeño alumno devolviera la pelota de la manera que se le requería. Era evidente que el niño no estaba disfrutando de la clase, y se le notaba el estrés.  Se apreciaba claramente la falta de paciencia que el profesor  tenía con el pobre niño. A cada pelota perdida le gritaba, echándole unas broncas monumentales.
No  todas las personas sirven para enseñar.      
No importa de qué materia se trate; dar clases es un arte donde la persona que se involucra con ese reto debe  estar preparada y además  poseer los conocimientos pertinentes que se  propone enseñar. Es fundamental tener mucha psicología y saber cómo llegar hasta el alumno  sacando  el máximo rendimiento posible durante el tiempo que dura la sesión. Estoy convencido de que en el caso de ese pobre niño, su profesor tenía las mejores de las intenciones, pero los métodos que presencié no eran los más adecuados. En los niños, sobre todo con esas edades, los músculos, al igual que su cerebro, están en pleno desarrollo. Su psicomotricidad no es perfecta, motivo por el cual la coordinación motora en esas edades es escasa.  
Salvo que sea un genio del deporte, es meramente imposible que un niño de 4 años tenga una perfecta sincronía neuromuscular. Además, ese profesor lo que estará consiguiendo es hacer que este pequeño odie el tenis, pues la enseñanza basada en la coacción  no es de lo más efectivo. 
En el aprendizaje es fundamental fomentar la necesidad de aprender, sobre todo en los niños. “Cuando existe la necesidad de aprender, el cerebro se pone en marcha y cambia su fisiología e incluso su anatomía. Esa misma necesidad cambia el cerebro no solo de los niños, sino también de los adultos.” (2)
No somos verdaderamente conscientes del increíble funcionamiento del cuerpo humano. Pasamos nuestras vidas aprendiendo.  Con referencia al deporte, un atleta, no importa de qué edad, en la práctica  de su deporte proporciona una cantidad inusual de estímulos que a su vez su cerebro tendrá procesar y facilitar las respuestas adecuadas para que sus músculos y su organismo puedan responder  convenientemente a dichos estímulos.
La arquitectura de la máquina humana presenta la más perfecta estructura; infelizmente pocas son las personas que son consecuentes con este hecho. Ninguno de los  músculos que tenemos trabaja de una manera aislada, todos están interconectados, y cuando nos movemos necesitamos gran cantidad de estos músculos para concretar la acción. Al caminar, por ejemplo, solicitamos 200 músculos diferentes; para conducir un coche, 100 músculos; levantar una taza de café, 70 músculos.     
Los músculos de la parte posterior de las piernas, que son los más voluminosos, requieren las órdenes de  500 nervios. Son los músculos de mayor tracción. Lo que es realmente interesante no es la manera en que controlamos los músculos grandes, sino cómo  controlamos los pequeños. Los músculos más complejos, como es el caso  de los de las manos, necesitan de 4.000 nervios para el control de sus movimientos. Cada mano cuenta con 27 huesos, 39 diferentes músculos y más de 1.600 kilómetros de fibras nerviosas y vasos sanguíneos. La coordinación de ese trabajo supone una gran labor por parte del cerebro: el hecho de controlar nuestras manos ocupa casi la mitad de la parte de nuestro cerebro destinada al control del movimiento. ¿Podéis imaginar la frenética actividad cerebral que debería estar sufriendo el niño de 4 años que intentaba aprender a jugar el tenis, además de tener que lidiar con un profesor que le estresaba?
Una serie de conexiones de nuestras células cerebrales controla cada una de nuestras acciones; sin embargo, no hemos nacido con esas capacidades, tenemos que aprenderlas. Aprendemos y desarrollamos estas facultades a lo largo de nuestras vidas y desenvolvemos la posibilidad de dominar ese poder, incluso mientras dormimos. Como un ejemplo, cada vez que un jugador de fútbol  da una patada al balón, el cerebro registra y almacena la fuerza y la coordinación de sus músculos haciendo así que cada próximo intento sea cada vez más fácil y más perfecto. Con la repetición, sin ni siquiera pensarlo, las señales saldrán disparadas hacia los músculos a más de 10.000 cm. por segundo, y el movimiento se volverá    automático. Lo interesante del aprendizaje de los movimientos es que ese entrenamiento se mantiene por la noche mientras dormimos. El sueño no solo sirve para descansar: mientras uno duerme, las actividades que tenemos durante el día se ven reforzadas, pues las conexiones neuronales se consolidan en el cerebro. Nuestra actividad cerebral mientras dormimos es tan importante como la que tenemos cuando estamos despiertos. Durante el sueño es cuando más cosas aprendemos y,  cuanto más tiempo  dediquemos a enviar señales mentales a nuestro cuerpo, mayores capacidades conseguiremos para mejorar nuestras actividades deportivas o diarias,  aunque estemos durmiendo. “Mientras soñamos consolidamos el control que tenemos sobre nuestros músculos. La fase del sueño en la que más aprendemos es la fase MOR (Movimiento Ocular Rápido). En esta fase del sueño hay tanta actividad cerebral que el flujo sanguíneo se duplica en esta zona”. (1)
Es fundamental que seamos conscientes de que todos somos inteligentes y todos somos capaces de aprender, solo hay que respetar la individualidad de cada uno, pues somos diferentes y cada uno de nosotros hemos recibido estímulos desiguales. Por ese motivo, dentro del aprendizaje, es importante que fomentemos en todos los ámbitos una enseñanza basada en el respeto y en el desarrollo de la creatividad, sobre todo para los niños. En el mundo del deporte y de la actividad física, esto debería ser una norma a seguir.

(1) Aprender durmiendo Blog del Dr. Sergio Simphronio  
(2) La Inteligencia Blog del Dr. Sergio Simphronio
(3) Los músculos, el estrés  y la ansiedad

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