martes, 23 de julio de 2013

ESCUCHA A TU CUERPO

Escuchar a nuestro cuerpo es una de las cosas más inteligentes que podemos hacer en beneficio de  nuestra salud. Desafortunadamente, gran parte de las personas no son capaces de interpretar las señales que su cuerpo les envía. Esa incapacidad en la interpretación de  dichas señales se da debido a una falta de atención en la recepción de estos códigos que el cuerpo nos envía, pero esa descodificación es  intrínseca en el ser humano. En realidad es el cerebro el que gestiona las necesidades que nuestro organismo tiene según cada momento del día y de acuerdo con las actividades que desarrollamos. De otra parte, hay una gran equivocación de cara a algunas de estas señales, puesto que mucha gente puede interpretarlas de manera errónea: el hambre y la sed, por ejemplo. La mayor parte de las personas solo comen cuando tienen hambre y solo beben agua cuando tienen sed; mas esto es un error, pues si uno siente sed es porque los niveles de hidratación están por debajo de los cánones normales. Hay que beber agua durante todo el día, aunque sea a pequeños sorbos, y aunque no tengamos sed; nunca debemos  sentir sed. Lo mismo pasa con el hambre. Si comiéramos pequeñas cantidades varias veces al día, de una manera balanceada y equilibrada, no entraríamos en débito; en otras palabras, no sentiríamos hambre, estaríamos alimentados durante todo el día, nuestra  digestión sería más efectiva puesto que las cantidades de comida en el estomago serían menores, tendríamos más energía para las tareas de día a día, y ahorraríamos una gran energía al cerebro al hacer que deje de enviar las señales de hambre o de sed. Es importante decir que el cerebro humano consume un 20% de toda la energía del cuerpo.

Sin embargo, el cerebro pasa el día enviándonos  diferentes señales de alerta en las más variadas situaciones, que van desde las señales de estrés hasta las de miedo o pánico; pero en esta ocasión quiero centrarme en las pequeñas señales, aquéllas  que mucha gente no  percibe, y que pueden pasar una gran factura a nuestra calidad de vida en el caso de que no hagamos caso al “gran jefe” (nuestro cerebro). Si permaneces sentado durante mucho tiempo y  te duelen los lumbares o las cervicales, levántate y muévete un poco; y si tienes  información acerca de cómo hacerlo, estira la zona que te incomoda,  y después vuelve a trabajar. Si estás delante de una pantalla de ordenador durante muchas horas, date un descanso, sal fuera a mirar tu entorno, la gente en la calle, etc. Y si esto no es posible, busca información visual que  te proporcionen diferentes estímulos visuales: tu cerebro lo interpretará como una manera de descanso. Si te duele alguna parte del cuerpo sin un motivo aparente, no te fijes en el dolor en sí, intenta buscar el motivo por el cual te duele. Averigua las cosas diferentes que has hechos en los últimos días; seguramente encontrarás las respuestas. Lo único que debes hacer es cambiar de actitud. En todos estos ejemplos, el modus operandi de nuestro cerebro es  el mismo, pues siempre nos avisa de que algo negativo pasa a través de las señales en forma de molestias que sentimos en nuestro  cuerpo.
 Las personas sedentarias,  a las  que les gusta estar la mayor parte de su tiempo en la inactividad, tienen la costumbre de estar sentados en el sofá siempre de la misma forma y en la misma posición; y, como de costumbre, en las consultas  protestan siempre por el mismo dolor no difuso que se localiza en la misma zona,  algunas veces  más agudo, otras menos. Es la manera que su cerebro tiene de decirles “lo estás haciendo mal; debes cambiar de actitud y moverte más”. No sé si algunas señales que son enviadas por el cerebro no son entendidas por algunas personas, o si éstas no quieren entenderlas: lo cierto es que hay muchos problemas físicos que se podrían evitar si las personas utilizasen el sentido común.  Es un tema interesante, pues algunas  personas saben que lo hacen mal y son conscientes de que en materia de salud tienen un mal comportamiento.

Si volvemos a enfocar el tema a los avisos que el cerebro nos proporciona frente situaciones comprometedoras,  vemos que hay zonas del cerebro que funcionan como un sistema de alerta ante el peligro. Hay algunas teorías científicas que defienden que somos capaces de anticiparnos al peligro y ponernos en estado de alerta.
El cerebro es simplemente un órgano fantástico.
Muchas veces dejamos de cometer algún error o equivocación en nuestras vidas por haber pensado dos veces en el mismo problema; pero es muy importante señalar que nuestro cerebro es capaz de decirnos que hemos cometido un error antes mismo de haberlo hecho.
Por todo ello, es fundamental que aprendamos a escuchar nuestro cuerpo y a  comunicarnos con nuestro cerebro.
En 2009 me ocurrió  una experiencia genial. Me he quedado “enganchado” de la espalda por primera y única vez en mi vida. En algunas épocas  del año viajo mucho, y en aquel momento me encontraba en una de esas fases. Tenía el cuerpo descompensado, hacía tiempo que no entrenaba, disfrutaba de una mala dieta en ese momento (“dieta de avión”), gozaba afortunadamente de buena salud, pero estaba totalmente desequilibrada. Al levantarme del sofá mi zona lumbar se enganchó forzándome a sentarme de nuevo. Acto seguido, del sofá me tumbé en el suelo de una manera muy lenta y empecé a realizar  el protocolo para desengancharme. Fue una de aquellas escenas de película, pues mi esposa me miraba incrédula y estupefacta. Utilice mis conocimientos médicos para curarme a mí mismo. En aquel momento yo era mi propio paciente, y fue muy divertido. Empecé a contraer mi cuerpo al mismo tiempo que lo estiraba, trabajaba mis músculos desde los pies hasta la cabeza, buscaba la mejor manera de quitar la presión que sufría mi zona lumbar por medio de movimientos de estiramiento y de contracciones musculares. Era genial,  pues en aquel momento yo estaba manteniendo una conversación con mi cerebro y éste me decía cuáles eran las pautas que debía seguir a cada paso,  al mismo tiempo que tenia la seguridad de que funcionaría. Fue un proceso que duró  más o menos unos 8 minutos y, desde luego, una de las conversaciones más interesantes que he mantenido en mi vida. Mi sistema neuromuscular se activó de una manera increíble. En aquel momento tenía en alerta todos los músculos de mi cuerpo.  Y al final  he notado que la  musculatura de mi zona lumbar  recuperaba su integridad y que mi espalda se desenganchaba totalmente. Justo después  me levanté, empecé a caminar y a hacer  vida normal. Por la tarde salí a correr, y por la noche me fui  a cenar con mi esposa.

Nuestro cerebro siempre nos proporciona las mejores soluciones para que fomentemos una buena calidad de vida, basta con escucharlo. Si le escuchamos nunca dejaremos que nuestra salud llegue a sufrir situaciones incómodas que puedan descontrolar el ritmo normal de nuestras vidas.

Aprendamos a escuchar y mejoraremos significativamente nuestra calidad de vida.        


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