Escuchar a nuestro cuerpo es
una de las cosas más inteligentes que podemos hacer en beneficio de nuestra salud. Desafortunadamente, gran parte
de las personas no son capaces de interpretar las señales que su cuerpo les
envía. Esa incapacidad en la interpretación de
dichas señales se da debido a una falta de atención en la recepción de
estos códigos que el cuerpo nos envía, pero esa descodificación es intrínseca en el ser humano. En realidad es
el cerebro el que gestiona las necesidades que nuestro organismo tiene según
cada momento del día y de acuerdo con las actividades que desarrollamos. De
otra parte, hay una gran equivocación de cara a algunas de estas señales,
puesto que mucha gente puede interpretarlas de manera errónea: el hambre y la
sed, por ejemplo. La mayor parte de las personas solo comen cuando tienen hambre
y solo beben agua cuando tienen sed; mas esto es un error, pues si uno siente
sed es porque los niveles de hidratación están por debajo de los cánones
normales. Hay que beber agua durante todo el día, aunque sea a pequeños sorbos,
y aunque no tengamos sed; nunca debemos sentir sed. Lo mismo pasa con el hambre.
Si comiéramos pequeñas cantidades varias veces al día, de una manera balanceada
y equilibrada, no entraríamos en débito; en otras palabras, no sentiríamos
hambre, estaríamos alimentados durante todo el día, nuestra digestión sería más efectiva puesto que las
cantidades de comida en el estomago serían menores, tendríamos más energía para
las tareas de día a día, y ahorraríamos una gran energía al cerebro al hacer
que deje de enviar las señales de hambre o de sed. Es importante decir que el cerebro humano consume un 20% de toda la
energía del cuerpo.
Sin embargo, el cerebro pasa
el día enviándonos diferentes señales de
alerta en las más variadas situaciones, que van desde las señales de estrés
hasta las de miedo o pánico; pero en esta ocasión quiero centrarme en las
pequeñas señales, aquéllas que mucha
gente no percibe, y que pueden pasar una
gran factura a nuestra calidad de vida en el caso de que no hagamos caso al “gran
jefe” (nuestro cerebro). Si permaneces sentado durante mucho tiempo y te duelen los lumbares o las cervicales, levántate
y muévete un poco; y si tienes información acerca de cómo hacerlo, estira la
zona que te incomoda, y después vuelve a
trabajar. Si estás delante de una pantalla de ordenador durante muchas horas,
date un descanso, sal fuera a mirar tu entorno, la gente en la calle, etc. Y si
esto no es posible, busca información visual que te proporcionen diferentes estímulos visuales:
tu cerebro lo interpretará como una manera de descanso. Si te duele alguna
parte del cuerpo sin un motivo aparente, no te fijes en el dolor en sí, intenta
buscar el motivo por el cual te duele. Averigua las cosas diferentes que has
hechos en los últimos días; seguramente encontrarás las respuestas. Lo único
que debes hacer es cambiar de actitud. En todos estos ejemplos, el modus operandi
de nuestro cerebro es el mismo, pues
siempre nos avisa de que algo negativo pasa a través de las señales en forma de
molestias que sentimos en nuestro cuerpo.
Las personas sedentarias, a las
que les gusta estar la mayor parte de su tiempo en la inactividad, tienen
la costumbre de estar sentados en el sofá siempre de la misma forma y en la
misma posición; y, como de costumbre, en las consultas protestan siempre por el mismo dolor no
difuso que se localiza en la misma zona,
algunas veces más agudo, otras
menos. Es la manera que su cerebro tiene de decirles “lo estás haciendo mal;
debes cambiar de actitud y moverte más”. No sé si algunas señales que son
enviadas por el cerebro no son entendidas por algunas personas, o si éstas no
quieren entenderlas: lo cierto es que hay muchos problemas físicos que se
podrían evitar si las personas utilizasen el sentido común. Es un tema interesante, pues algunas personas saben que lo hacen mal y son
conscientes de que en materia de salud tienen un mal comportamiento.
Si volvemos a enfocar el
tema a los avisos que el cerebro nos proporciona frente situaciones
comprometedoras, vemos que hay zonas del
cerebro que funcionan como un sistema de alerta ante el peligro. Hay algunas
teorías científicas que defienden que somos capaces de anticiparnos al peligro y
ponernos en estado de alerta.
El
cerebro es simplemente un órgano fantástico.
Muchas veces dejamos de
cometer algún error o equivocación en nuestras vidas por haber pensado dos
veces en el mismo problema; pero es muy importante señalar que nuestro cerebro
es capaz de decirnos que hemos cometido un error antes mismo de haberlo hecho.
Por todo ello, es
fundamental que aprendamos a escuchar nuestro cuerpo y a comunicarnos con nuestro cerebro.
En 2009 me ocurrió una experiencia genial. Me he quedado “enganchado”
de la espalda por primera y única vez en mi vida. En algunas épocas del año viajo mucho, y en aquel momento me
encontraba en una de esas fases. Tenía el cuerpo descompensado, hacía tiempo
que no entrenaba, disfrutaba de una mala dieta en ese momento (“dieta de avión”),
gozaba afortunadamente de buena salud, pero estaba totalmente desequilibrada.
Al levantarme del sofá mi zona lumbar se enganchó forzándome a sentarme de
nuevo. Acto seguido, del sofá me tumbé en el suelo de una manera muy lenta y
empecé a realizar el protocolo para desengancharme.
Fue una de aquellas escenas de película, pues mi esposa me miraba incrédula y
estupefacta. Utilice mis conocimientos médicos para curarme a mí mismo. En
aquel momento yo era mi propio paciente, y fue muy divertido. Empecé a contraer
mi cuerpo al mismo tiempo que lo estiraba, trabajaba mis músculos desde los
pies hasta la cabeza, buscaba la mejor manera de quitar la presión que sufría
mi zona lumbar por medio de movimientos de estiramiento y de contracciones
musculares. Era genial, pues en aquel
momento yo estaba manteniendo una conversación con mi cerebro y éste me decía cuáles
eran las pautas que debía seguir a cada paso,
al mismo tiempo que tenia la seguridad de que funcionaría. Fue un proceso que duró más o menos unos 8 minutos y, desde luego, una
de las conversaciones más interesantes que he mantenido en mi vida. Mi
sistema neuromuscular se activó de una manera increíble. En aquel momento tenía
en alerta todos los músculos de mi cuerpo.
Y al final he notado que la musculatura de mi zona lumbar recuperaba su integridad y que mi espalda se
desenganchaba totalmente. Justo después me
levanté, empecé a caminar y a hacer vida
normal. Por la tarde salí a correr, y por la noche me fui a cenar con mi esposa.
Nuestro cerebro siempre nos
proporciona las mejores soluciones para que fomentemos una buena calidad de
vida, basta con escucharlo. Si le escuchamos nunca dejaremos que nuestra salud
llegue a sufrir situaciones incómodas que puedan descontrolar el ritmo normal
de nuestras vidas.
Aprendamos a escuchar y
mejoraremos significativamente nuestra calidad de vida.
Ahora
también podréis seguir mis publicaciones visitando mi página de Facebook “Prof.Dr.Sergio Simphronio” o en Twitter.
0 comentarios :
Publicar un comentario