martes, 20 de enero de 2015

EL ENTRENAMIENTO CELULAR


Haciendo un paralelismo entre los tiempos actuales y los tiempos pasados percibimos que, pese a la poca infraestructura y pocos avances que había hace 30,40, o 50 años, los niños de entonces nos poníamos bastante menos enfermos que los de hoy. Recuero que no queríamos estar enfermos para poder salir a jugar al fútbol con los compañeros y, en presencia de algún resfriado, que era la enfermedad más común en aquellas épocas,  los pocos días que nuestras madres nos decían que nos quedáramos dentro de casa nos enfadábamos mucho, pues teníamos la sensación de que nos estábamos perdiendo algo. Cuando nos resfriábamos seguíamos jugando al fútbol con los amigos en la calle, y lo más interesante es que casi no tomábamos fármacos, salvo que fuera alguna anomalía más importante. Para un simple resfriado, nuestras madres preparaban sus pócimas milagrosas aprendidas de sus madres que consistían en cosas naturales como un té de ajo caliente, miel y limón calientes, té de canela y cosas por el estilo. Estos remedios eran aplicados por la noche y al día siguiente ya estábamos recuperados. El estilo de vida que llevábamos era simplemente genial, teníamos una alimentación muy sana, hacíamos mucho ejercicio físico, estábamos siempre en movimiento. El estrés era algo que afortunadamente yo no conocía, y desde luego en aquellos tiempos se daba muy poco espacio a la posibilidad de tener una enfermedad.
El estrés es uno de los mayores impulsores de las enfermedades, puesto que la liberación del ACTH es capaz de inhibir el sistema inmune.
Cada día billones de células mueren, al mismo tiempo que otros billones  se reproducen. Cada tres días el sistema digestivo renueva sus células; cada siete días las células de actina se renuevan, y cada catorce días las de miosina; cada treinta días se renuevan las células del miocardio.  Pero ante la existencia de estrés, todo el proceso de renovación celular se bloquea debido a  que el sistema inmune se inhibe a causa de la liberación de la ACTH (hormona del estrés).
La ACTH apaga el sistema inmunitario. Por ello, en la presencia de estrés, una persona pierde muchas células,  mermando su calidad de vida de una manera muy importante. En otras palabras, se detiene  el crecimiento del cuerpo. Al mismo tiempo, con la inhibición del sistema inmunitario, la energía del cuerpo se debilita de manera sustancial, lo que facilita que los virus  actúen con mayor facilidad.
En nuestro caso, casi nunca nos poníamos enfermos, y cuando ello ocurría nos recuperábamos con tremenda facilidad. Éramos muy activos físicamente, además de que en aquellos tiempos era inaceptable que un niño pasase el día dentro de casa.  No conocíamos los ordenadores, tampoco los videojuegos. Las hamburgueserías casi que no existían y el consumo de azúcar era muy bajo. Durante el día se gastaba muchísima energía, y la obesidad no era una preocupación.   
La clave de nuestra buena salud era el ejercicio físico. El ejercicio físico es capaz de proporcionar una gran cantidad de estímulos que incitan a nuestro cuerpo a reaccionar de manera positiva de cara a cualquier anomalía, y que pueden ser claves en la defensa del organismo frente a una enfermedad más importante.   Y no me canso de decir que la práctica de actividad física nos proporciona una gran liberación de neurotransmisores que se encargan de inhibir el cortisol (hormona del estrés), además de estimular otros neurotransmisores que nos ayudan a tener tranquilidad, alegría y más ganas de hacer ejercicio y de movernos; estos neurotransmisores también pueden ser estimulados  por vía del pensamiento positivo y de la buena energía. La química del cerebro puede ser alterada por el pensamiento, tanto positivo como negativo y, cuando ello ocurre, experimentaremos las mismas sensaciones emocionales que nos son proporcionadas cuando hacemos ejercicio  o cuando estamos enfadados, deprimidos o desanimados. 
En nuestro caso, queríamos estar siempre bien de salud para poder estar con los amigos en la calle,  y ese pensamiento positivo que teníamos,  junto con el amor y la seguridad que nos transmitían nuestras madres y su convicción al confeccionar aquellas formidables pócimas, fomentaban una aceleración de nuestra recuperación.  Las ganas que teníamos de estar bien para poder salir a la calle jugar superaban a cualquier sensación de miedo por estar enfermo. 
De otra parte, yo jugaba al fútbol mismo estando resfriado, y lo único que ocurría era que al comienzo del partido me sentía un poco congestionado,  pero después de la primera carrera detrás del balón ya casi no me acordaba de que estaba enfermo. La ingente entrada de oxígeno que se producía en mi organismo, fomentaba un gran auxilio en la lucha de mis defensas en contra de los virus que estaban en mi cuerpo, al mismo tiempo que al practicar ejercicio físico, los niveles de cortisol bajaban y se fomentaba la estimulación de una gran cantidad de hormonas y neurotransmisores que proporcionan bienestar e inhiben el estrés. Se fomentaba la liberación de enormes cantidades de Dopamina.
La Dopamina es un neurotransmisor  que tiene como funciones principales proporcionar energía mental, mejorar la atención, controlar los impulsos, la motivación, la determinación,  el movimiento, la memoria, las recompensas agradables, el comportamiento y la cognición, la atención, el sueño, el humor, el aprendizaje, etc. Y, entre varias otras cosas, es un neurotransmisor predominante en las áreas del sistema de recompensa mesolímbico: respuestas de euforia y de la estimulación en el cerebro.
Dentro de una enfermedad, desafortunadamente la primera medida que viene a la cabeza de las personas es la ingesta de fármacos, muchas veces sin la prescripción de un facultativo. En los países considerados de “primer mundo”, esta adicción supera límites inimaginables. Hoy en día, al mínimo estornudo de un niño, los padres, como precaución a un posible resfriado, les proporcionan fármacos a sus hijos. Pero el abuso de fármacos puede traer consecuencias negativas. El uso excesivo de una sustancia puede llevar a la adicción.
Es importante recordar que la adicción, no importa cuál, proporciona muchas perturbaciones cognitivas.  Los sistemas cerebrales, los neurotransmisores, los sistemas de recompensa mesolímbico (principales vías del sistema nervioso central), son cruciales en el desarrollo de las manifestaciones  adictivas.
Los neurotransmisores son las sustancias químicas naturales que se responsabilizan de la actividad cerebral: de las emociones, de la motivación, de los instintos, etc. Son sustancias fundamentales en el orden del estado de  ánimo, pudiendo  provocar euforia o inapetencia. Los estados de excitación extrema, provenientes de conductas de estimulación como practicar  ejercicio físico de manera desmesurada o la utilización de drogas,  afectan a los neurotransmisores de manera que el cerebro pasa a producirlos en exceso. Estos cambios pueden ser nefastos y contribuyen de manera significativa  a un desequilibrio bioquímico.
El entrenamiento de las células:
En el desarrollo de una enfermedad, la detección del virus o patógeno que la compone es complicada, ya que éstos pueden evolucionar rápidamente produciendo adaptaciones con el fin de penetrar en el sistema inmunitario pudiendo así infectar con éxito a sus huéspedes. Para superar este problema, son  desarrollados en el organismo múltiples mecanismos que reconocen y neutralizan dichos patógenos.
Podemos entrenar nuestras células vía ejercicio físico. Según el estímulo que proporcionemos a nuestro cuerpo, nuestras células responderán de una manera o de otra, y la forma en la que nuestras células se comportan nos facilita una mejor o peor calidad de vida.
Tras la práctica del ejercicio físico se producirá un daño muscular microscópico. Este daño implica la ruptura del sarcómeros (unidad anatómica y funcional del músculo estriado), y de las membranas, lo que facilitará una inflamación,  que es la consecuencia de una respuesta inmunitaria del organismo frente al daño ocasionado. Las células inmunitarias, como por ejemplo los leucocitos, actúan y hacen que aumente el flujo sanguíneo hacia el área dañada, y éste hace que lleguen más nutrientes y más oxígeno a las zonas dañadas para poder eliminar los radicales libres, como por ejemplo el lactato.
Al practicar actividad física dentro de una enfermedad, el equilibrio químico de la célula (la homeostasis celular) se rompe. La homeostasis es la estabilidad orgánica. Con el desequilibrio de la homeostasis, se produce un cambio en el medio químico de la célula alterando así su función fisiológica en el control de los órganos. Los órganos reaccionan en contra del estrés con el fin de controlar la homeostasis y por consiguiente sus funciones orgánicas.
Éstos son los cambios homeostáticos  durante la actividad física: elevación de la temperatura corporal, aumento de la acidez en la sangre, caída del oxigeno contenido en los líquidos corporales, incremento del dióxido de carbono, entre otros. Al recibir estos desórdenes, las células cambian sus funciones para adaptarse al ejercicio físico. Estos ajustes ocurren en el corazón, en los pulmones, en el páncreas, en los  músculos, y los huesos. Todo este desequilibrio temporal ocurre constantemente en nuestro organismo, sobre todo  con la práctica de la actividad física, y dentro de un proceso de enfermedad es beneficioso porque hace reaccionar a las células de manera muy positiva.
En la práctica de ejercicio físico, siempre debemos ver el cuerpo desde dentro hacia fuera, y no desde fuera hacia dentro. Cuando hablamos de prescribir ejercicio físico para tratar o para ayudar a tratar  las más distintas enfermedades, sea un resfriado, la diabetes, la obesidad, el cáncer, etc., en realidad estamos hablando de entrenar las células para que éstas cambien su modus operandi, haciendo que el organismo reaccione de forma positiva para propiciar una mejoría en la salud de la persona afectada.
Pero para que estos beneficios se produzcan, es necesario dar tiempo a las células para su adaptación. Como un ejemplo, la obesidad: no sirve de nada que una persona pierda una gran cantidad de peso de manera rápida y en un corto espacio de tiempo si sus células no se han adaptado a la nueva situación.  Para que los cambios pasen a hacer parte de nuestras vidas, las células necesitan tiempo para su readaptación. Es necesario que la nueva situación se repita una y otra vez, y que nuestro cerebro recalcule y mecanice los nuevos estímulos transformándolos de acción de conducta a rutina. Este cambio puede tardar entre 18 a 260 días, según la persona, además de que es necesario que las nuevas tareas se automaticen durante una media de 60 a 70 reincidentes días (ejercicio, alimentación equilibrada, consumo de agua diario equilibrado, horas de descanso, etc.).
Tanto en el caso de la obesidad, como en el de la diabetes,  es fundamental dar una especial atención a la enzima AMPK,  que es un regulador metabólico y auxilia a los músculos en el consumo de azúcar y de oxígeno. Al hacer ejercicio físico se  estimula la acción de la enzima  AMPK. Una de las actividades de dicha enzima es auxiliar  el  aumento  del consumo de  azúcar  y de oxígeno en los músculos. Si estas enzimas dejan de existir en el organismo de una persona por falta de movimiento, ésta tendrá un menor nivel de mitocondrias, que son la central de energía de las células, y eso dificultará la absorción de glucosa en el momento en el que desarrolle algún tipo de actividad como hacer ejercicio. Al hacer ejercicio físico, los niveles de mitocondrias en los músculos aumentan de manera significativa.
¡El ejercicio es la mejor medicina!
En la existencia de un mínimo de energía, hacer ejercicio físico dentro del proceso de una enfermedad es importante, pues éste es capaz de activar el organismo de manera notable, y de esa forma, las defensas también son activadas, cosa que acelerará la recuperación.
Otro de los motivos importantes para la práctica de actividad física durante una enfermedad, es que el ejercicio físico acelera la necesidad de rehidratación. Normalmente las personas, desafortunadamente no tienen la costumbre de beber las cantidades recomendadas de agua  durante el día, y menos cuando están enfermas. Para que se fomente un “entrenamiento celular” de una manera  satisfactoria, es fundamental que exista un inmejorable aporte hídrico.
El agua compone la mayoría de las células de nuestro cuerpo, es la parte más grande de nuestro sistema sanguíneo y linfático,  desarrolla una función primordial transportando alimento y oxígeno a las células y  desechando intrusos y desperdicios. Limpia nuestros riñones de substancias tóxicas;  balancea nuestros electrolitos  ayudándonos  a controlar la presión sanguínea; nos provee de los minerales que  necesitamos  tales como magnesio, cobalto y cobre.(1) 
Hay muchos casos en los que una mala hidratación y la falta de actividad física pueden hacer que los radicales libres tarden mucho en eliminarse del organismo, sobre todo si esta situación  se acompaña de otros hábitos perjudiciales (dietas inadecuadas, adicción a las drogas, tabaco, alcohol, la utilización excesiva de fármacos, el sedentarismo) y si además se padece alguna enfermedad. Frente a esta situación, las células intentan defenderse de varias maneras antes de ponerse enfermas. Una de esas maneras es la acidosis metabólica. Las células retienen agua con el fin de solventar la situación ácida dentro de su entorno, y eso ocasiona una subida importante en el peso corporal al mismo tiempo que en el volumen de la persona (retención de líquidos).  Ante esta situación, la actividad física gana una especial relevancia puesto que, al mismo tiempo que produce una importante alteración en la situación de acidosis vivida por las células, alteración promovida por la gran entrada de oxígeno en el organismo, es capaz de controlar la retención de líquidos producida por las células como respuesta a dicha situación ácida. Hemos de recordar que son los pulmones y los riñones los que regulan el estado ácido/básico del cuerpo.(2)
La mejor manera de entrenar las células es moverse, y a la vez de estimular el cerebro.






(1) LA IMPORTANCIA DEL AGUA EN NUESTRAS VIDAS - El blog del Dr. Sergio Simphronio
(2) EL EJERCICIO FÍSICO ES LA MEJOR MEDICINA El blog del Dr. Sergio Simphronio







viernes, 21 de noviembre de 2014

EL EJERCICIO FÍSICO Y LAS ENFERMEDADES QUE NO VEMOS

En los estados anímicos negativos, el estrés se apodera de las personas. Ello es profundamente perjudicial para la salud, pues el organismo se ve afectado de una manera muy negativa. Dentro del proceso de las enfermedades, por infelicidad, el estrés está presente la mayor parte de las veces. Independientemente  de la enfermedad que sufran, las personas  suelen sentir miedo, y en muchos casos se deprimen. Ese estado desencadena una serie de efectos negativos en el organismo, muchos de ellos tan perjudiciales para la salud como la enfermedad misma que padecen. En presencia del estrés o del miedo, el cortisol y el glutamato elevan sus niveles, y esa subida ocasiona la muerte de una gran cantidad de neuronas, en su mayoría, las que están en el hipocampo (parte del cerebro que regula el estado anímico, el miedo y las zonas que comprenden la coordinación motora; estos núcleos son capaces de reestructurar la memoria, motivo por el cual el ser humano es capaz de modificarse constantemente).   
Siempre es importante recordar que el cuerpo humano tiene una ingente cantidad de sistemas de autodefensa frente a las más distintas adversidades que puedan ocurrir; pero estas mismas defensas pueden  inhibirse, y en muchos casos, dependiendo de la enfermedad  y sobre todo de  los niveles de estrés que se padezcan, estos sistemas pueden anularse. 
El sistema inmunológico es el conjunto de procesos biológicos y estructuras que están en el interior del organismo y que sirven para protegerle de las enfermedades. Es la defensa natural de nuestro cuerpo frente a las infecciones. Es fundamental hacer que el sistema inmunitario sea activo y trabaje dentro de su normalidad. Siempre es bueno recordar que los trastornos del sistema inmunitario pueden ocasionar más enfermedades.
El trabajo del sistema inmunológico es destruir organismos infecciosos invasores, antes mismo de que puedan atacarnos y causarnos daño.
Debemos tener en cuenta, además de ser conscientes de que dentro de la  enfermedad manifiesta casi siempre existe una enfermedad oculta que se llama estrés, y la misma atención que damos a la enfermedad principal móvil del tratamiento debemos dar al estrés. Si el estrés perdura puede llegar a afectar al sistema cardiovascular, provoca hipertensión, aumenta el colesterol, los triglicéridos, etc. Al recibir un impulso negativo de  miedo por alguna situación inesperada que se nos cruce en el camino durante la sístole (contracción miocárdica en la que el corazón expulsa la sangre de su interior), se percibe la emoción de una manera más intensa que si fuera la misma situación en diástole (cuando el corazón se relaja después de la contracción). Ello puede parecer algo inverosímil y un detalle insignificante, pero en estas situaciones, el corazón sufre una importante presión y se deteriora poco a poco.
En la ausencia del estrés, los sistemas nerviosos simpático y parasimpático se conectan con los ganglios linfáticos y estos producen linfocitos que sirven para combatir los tumores, virus y bacterias. En presencia del estrés, ésta asociación cambia, pues éste se asocia con el  sistema nervioso simpático e inhibe la producción de nuevos linfocitos en el sistema linfático, ocasionando un gran desastre en las defensas del organismo.
Para que se pueda entender mejor la relevancia que tiene el sentimiento de miedo y  la importancia del estrés dentro de las enfermedades, es fundamental tener en cuenta algunos conceptos. El cerebro se divide en tres partes: El sistema nervioso central, el sistema nervioso periférico y el sistema nervioso autónomo. Nos centraremos en el sistema nervioso autónomo.
El sistema nervioso autónomo es el responsable de los aspectos de autocontrol (funciones involuntarias) del organismo, aunque está bajo el control de la corteza cerebral, el hipotálamo y la médula oblongada. Trabajando en conjunto con el sistema nervioso central, el sistema nervioso autónomo se divide en dos subsistemas que regulan las funciones del organismo como los movimientos involuntarios de los músculos lisos y el movimiento del corazón. Estos dos subsistemas son el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático, cuyas funciones son opuestas, y así producen un equilibrio entre las funciones corporales.
El SISTEMA NERVIOSO SIMPÁTICO produce respuestas de defensa y de lucha ante un estímulo, como por ejemplo el estrés, tales como aumentar el ritmo del corazón, la producción de saliva y la sudoración. El sistema parasimpático contrarresta estos efectos haciendo más lento el ritmo del corazón, dilatando los vasos sanguíneos y relajando las fibras de los músculos lisos involuntarios.
Vistos individualmente, el sistema nervioso simpático está compuesto por una serie de nervios que surgen de la médula espinal entre la primera vértebra torácica y la segunda vértebra lumbar. Estas fibras nerviosas se unen en un largo tronco de fibras llamado el tronco simpático, a cada lado de la médula espinal.
Siempre actúan juntos, equilibrándose, pero en presencia de estrés ese equilibrio se deshace produciendo un gran caos en el organismo.
Dentro o fuera de una enfermedad, la mejor y más efectiva manera de combatir el estrés y el miedo, es a través de la alegría y la tranquilidad; pero si nos estamos refiriendo a enfermedades, ¿cómo es posible estar alegres en esa situación y dentro de un tratamiento médico? La única manera de conseguir tan  interesante hecho es por vía de la elevación de los niveles de Dopamina (“hormona de la alegría y de la confianza”) y, en situaciones parecidas a las que han sido planteadas, la mejor forma de conseguir la elevación de esos niveles de Dopamina es por vía del movimiento y de la actividad física,  unidos al tratamiento médico. Se ha podido  comprobar con una inmensa cantidad de evidencias científicas, que la práctica controlada de ejercicio físico dentro de los tratamientos, además de ocasionar una rápida elevación de los niveles de defensa del organismo, reequilibra los niveles metabólicos fomentado la homeostasis. De otra parte, al proporcionar una espectacular subida de los niveles de Dopamina, ayuda a proteger el sistema cardiovascular haciendo que las aurículas del corazón segreguen un péptido  llamado Péptido Natriurético  Auricular, el cual tiene como finalidad regular el tono cardíaco, protege de la hipertensión, reduce la grasa, y proporciona tranquilidad al cerebro. Al mismo tiempo, se activa la zona prefrontal izquierda, que es la zona de las emociones positivas del cerebro, que a su vez estimula el sistema parasimpático. Con la liberación de la Dopamina, los niveles de cortisol se inhiben disminuyendo o eliminando el estrés, y  se ralentiza la actividad metabólica (ritmo Alfa). En algunos tratamientos, además de la utilización de ejercicio físico, la danza también  puede ser una estupenda herramienta para acelerar la recuperación de los pacientes y de inhibir la liberación del cortisol y del glutamato.
En enfermedades como el cáncer, por ejemplo, deberíamos tener en cuenta la relevante ayuda que la actividad física es capaz de proporcionar a los pacientes. Generalmente, muy pocas veces se tienen en cuenta la alimentación alcalina y equilibrada y el ejercicio físico como partes de un tratamiento integral del cáncer, y constituyen, sin embargo, ejes fundamentales para la recuperación de la enfermedad.
De otra parte, la danza también es capaz de involucrar varias zonas del cerebro que se encargan de ayudar a nuestro estado de ánimo.  Con la danza se estimula la liberación de dopamina, de serotonina, de oxitocina, etc. Al bailar, se estimula el hipocampo, se inhibe la depresión con la estimulación de endorfinas, se fortalecen las pautas mentales y la creatividad, se incrementa significativamente el flujo sanguíneo hacia el cerebro y, al mismo tiempo, los niveles de oxígeno, beneficiando así la acción de los neurotransmisores, y se aumenta la transmisión nerviosa. Además de ayudar en la prevención y combate de las enfermedades cardiovasculares, también interviene positivamente en muchas enfermedades neuromusculares;  mejora las habilidades de atención, de memorización y de comunicación, además de incrementar significativamente la coordinación motora. El ejercicio físico y la danza son mucho más importantes de lo que se piensa.

Es fundamental evaluar las enfermedades desde varios y diferentes aspectos. Todavía encaramos las enfermedades desde un punto de vista muy simple, y nos olvidamos de la complejidad que es el cuerpo humano y que son las enfermedades. La salud está involucrada con varios campos de la ciencia, motivo por el que es de suma importancia que fomentemos discusiones, cambios de impresiones, debates y, sobre todo, que los profesionales del mundo de la salud nos aproximemos y que aprendamos más los unos de los otros.

De ninguna manera nos podemos olvidar de que lo más importante son las personas.   



No te pierdas este evento tan importante para TODOS  los profesionales del ejercicio físico, del deporte y de la salud.






jueves, 2 de octubre de 2014

DEBEMOS INVERTIR MÁS EN EJERCICIO FÍSICO


Mantener una vida activa equivale a  tener la llave para fomentar una existencia libre de problemas de salud y con buena calidad. Por desconocimiento o no, muchas personas todavía no se han percatado de la importancia de no ser sedentario; gran parte de las enfermedades existen porque las fomentamos nosotros mismos con nuestras acciones. El ejercicio físico y la alimentación equilibrada juegan un papel fundamental en la consecución de una vida sana. Nuestro cuerpo es capaz de facilitar todos los caminos para la obtención de la salud. Por infelicidad, muchas personas aún están en la inopia, pues quieren tener grandes resultados físicos sin esfuerzo, y buscan las más dispares posibilidades para no tener que sudar ni moverse. Mucha es la gente que está pagando grandes sumas de dinero en productos y las más diferentes técnicas, la mayoría con fines estéticos. La X de la cuestión es que en el mundo existen muchas personas que están enfermas y que no lo saben, y muchas otras que lo estarán en un corto espacio de tiempo, pero que posen una apariencia inmejorable debido a que cuidan mucho  su estética. Enfermedades como la hipertensión, el estrés, la diabetes, etc.,  no suelen presentar mudanzas físicas evidentes, además de ser muy silenciosas, pudiendo  llegar a ser muy dañinas en ausencia de cuidados. Además, la mayor parte de las investigaciones sobre las enfermedades se direccionan a la búsqueda de su cura  siempre por vía de los tratamientos  farmacológicos. Se invierte una absurda cantidad de dinero en investigaciones,  muchas de las cuales  intentan obtener fármacos que simulen los efectos beneficiosos del ejercicio físico en el organismo, como es el caso de algunas investigaciones actuales sobre diabetes tipo 2.
En presencia de la diabetes tipo 2, el hígado, la grasa y las células musculares no responden de manera óptima a la insulina, hecho que llamamos “resistencia a la insulina”. Como resultado, el azúcar de la sangre no consigue entrar en las células con el fin de ser almacenado como fuente de energía. Cuando ello ocurre, se acumulan niveles anormalmente altos de azúcar en la sangre, lo que se denomina hiperglucemia. Por lo general, la diabetes tipo 2 se desarrolla lentamente y en silencio. Gran parte de las personas que la padecen tienen sobrepeso, y el aumento de la grasa dificulta al cuerpo el uso de la insulina de la manera correcta. La diabetes tipo 2 también puede presentarse en personas delgadas y es más común en los ancianos.
Con la práctica de la actividad física, la enzima  AMPK estimula el consumo de glucosa por parte del músculo. Esto es importante porque el aumento de dicho consumo por los músculos es uno de los efectos protectores del ejercicio, principalmente para las personas con diabetes de tipo 2, que tienen un elevado nivel de glucosa en la sangre. El ejercicio físico es perfecto para controlar estos niveles, tanto de azúcar, como de colesterol y la presión arterial. Las personas que hacen ejercicio físico de manera  regular pueden reducir a la mitad el riesgo de desarrollar alguna enfermedad. Infelizmente, el porcentaje de personas que se ejercitan es muy pequeño.  
¿No sería más barato educar a la gente sobre la importancia de la práctica regular de la actividad física y facilitar el acceso de las personas a los centros deportivos que destinar miles de millones para crear fármacos que imiten sus beneficios? Una buena medida en España, por ejemplo, sería la reducción del IVA actual del 21% que soportan las instalaciones deportivas, y  establecer bonificaciones fiscales para las personas que practican actividad física en una instalación, y que serviría como un incentivo para reducir el sedentarismo en la población general.

Vivimos en un entorno tremendamente hostil para la salud. La proliferación de los “fast food”, las grasas polisaturadas, el excesivo consumo de azúcar, de sal,  los refrescos, el ingente consumo de carne roja, la harina refinada, la combinación de la harina refinada con el azúcar, el alcohol, el tabaco u otras  drogas, la contaminación ambiental, la contaminación acústica, el estrés, el sedentarismo, la contaminación del agua, etc.  En la existencia de una enfermedad, curarse vía fármacos no es suficiente, pues si la persona sigue teniendo los mismos hábitos perjudiciales que le llevaron a ponerse enferma, es casi que seguro que con el tiempo volverá a tener recaídas o se fomentará la aparición de otras enfermedades. De todos los fármacos conocidos hasta el momento, el ejercicio físico, combinado o no con los fármacos químicos, es la única vía capaz de tratar y de fomentar  cambios reales, mismo en presencia de dicho ambiente hostil en que vivimos.
Sería interesante que los gobiernos invirtieran las mismas cantidades de dinero que se gastan en investigar fármacos químicos en educar las personas sobre la importancia de moverse, en programas de incentivo para la práctica de actividad física y en concienciar sobre la necesidad de tener una alimentación sana. Con la educación podríamos tener resultados bastante más efectivos tanto en la prevención  como en la cura de las patologías. Al encarar las enfermedades desde diferentes puntos de vista ganamos todos y,  sobre todo, nos damos cuenta de que la prevención es uno de los pilares fundamentales para la lucha contra  la mayoría de las enfermedades. Las respuestas metabólicas del ejercicio físico son fundamentales para el mantenimiento de la buena salud. Esa máquina tan maravillosa que es el cuerpo humano necesita moverse y, además, también necesita ser bien gestionada, así que cuanto mayor es el control que tengamos sobre nuestro cuerpo, mejores serán las posibilidades de tener una vida con más calidad y libre de enfermedades.
El ejercicio físico es un fármaco tan potente que es capaz de curar enfermedades y de prevenirlas, además de evitar las recaídas de las mismas. Dentro de la práctica del ejercicio físico, el sistema cardiovascular favorece el transporte de hormonas, nutrientes y oxígeno al organismo para que pueda aguantar el entrenamiento, al mismo tiempo que elimina del cuerpo los deshechos. Las hormonas como la epinefrina, el  glucagón, el cortisol, las tiroideas y la hormona del crecimiento, desarrollan una interesante situación metabólica para mantener el ejercicio físico en el marco de la homeostasis corporal (estabilización del cuerpo en los procesos fisiológicos).
El sudor producido por la actividad física facilita la eliminación de las toxinas y  al mismo tiempo controla la temperatura del cuerpo,  eliminando  el  exceso de calor. Éste es uno de los  motivos por lo que es importante sudar, al contrario de lo que piensan muchas personas a las que no les gusta practicar actividad física porque no quieren sudar.
El ejercicio físico dentro de las enfermedades es capaz de eliminar el estrés, que es uno de los “grandes villanos” dentro del proceso patológico. El sistema inmunitario utiliza muchísima energía: cuando estamos enfermos, nos sentimos muy cansados porque nuestras energías están siendo  utilizadas por el sistema inmunitario. Las hormonas del estrés inutilizan todo aquello que utiliza energía dentro del organismo. Cuando una  persona está bajo estrés, las células dejan de regenerarse. A cada tres días el sistema digestivo renueva sus células, pero en presencia de estrés, éste interfiere en ese crecimiento. Cuando hay estrés, el sistema inmunitario se apaga. De ser así, el organismo estará expuesto a otras enfermedades. El estrés es mucho más serio de lo que mucha gente piensa; ésta enfermedad es muy dañina, tanto presentándose sola, como acompañando a otras patologías. La única manera de erradicar el estrés de nuestras vidas es practicar ejercicio físico regular  y cambiar de estilo de vida adoptando mejores hábitos. 
  
Mismo dentro del proceso de una enfermedad, nuestro cuerpo sigue desarrollando una frenética actividad. Al caminar, por ejemplo, solicitamos 200 músculos diferentes; para conducir un coche, 100 músculos; levantar una taza de café, 70 músculos. Los músculos de la parte posterior de las piernas, que son los más voluminosos, requieren las órdenes de  500 nervios; son los músculos de mayor tracción. Lo que es realmente interesante no es la manera en que controlamos los músculos grandes, sino cómo  controlamos los pequeños. Los músculos más complejos, como es el caso  de los de las manos, necesitan de 4.000 nervios para el control de sus movimientos [1]. Cada mano cuenta con 27 huesos, 39 diferentes músculos y más de 1.600 kilómetros de fibras nerviosas y vasos sanguíneos. La coordinación de ese trabajo supone una gran labor por parte del cerebro: el hecho de controlar nuestras manos ocupa casi la mitad de la parte de nuestro cerebro destinada al control del movimiento. La práctica del ejercicio físico proporciona mucho trabajo al cerebro haciendo que éste esté muy ocupado gestionando una gran cantidad de estímulos. Y ese hecho proporciona la inhibición de la hormona del estrés.
Para desenvolver toda esa actividad, el cuerpo necesita  mucha energía. Por ello,  el sistema inmunitario siempre debe  estar protegido, y la mejor manera de hacerlo es a través de la práctica regular de la actividad física, aunque sea dentro de una enfermedad.
Cuando una persona está bajo mucho estrés,  enferma. Al debilitar el  sistema  inmunitario, las células malas  proliferan y las enfermedades se expanden. Ése es uno de los motivos por los cuales  algunos tratamientos con fármacos no funcionan o tardan mucho más tiempo en hacer efecto. Ese estrés se asocia al miedo, a las emociones, y a las enfermedades que se están tratando. Los tratamientos farmacológicos son de suma importancia en muchos casos, pero es fundamental informar a las personas de que el cuerpo humano está diseñado para moverse, así que es muy importante mantener una vida activa mismo dentro de una enfermedad, pues hacer ejercicio controlado  podrá acelerar el proceso de recuperación de una patología debido a que éste inhibe la liberación del ACTH (hormona del estrés), evitando la aparición de estrés.
Enfocar la vida de una manera sana es la forma más eficaz de ayudar a nuestro organismo a  realizar sus funciones vitales y  mecánicas. Practicar actividad física y mantener una dieta equilibrada y ecuánime al entrenamiento físico y al gasto energético, propiciará una buena salud. Cuando practicamos ejercicio físico nos sentimos más descargados de las tensiones, más animados, más tranquilos, más “limpios” por dentro.




[1] El blog del Dr Sergio Simphronio – EL MOVIMIENTOY EL APRENDIZAJE



miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL EJERCICIO FÍSICO ES LA MEJOR MEDICINA


 “Vale más prevenir que curar”. Galeno

En los días de hoy es muy fácil fomentar un ambiente ácido en el organismo: el consumo desmesurado de azúcar, de refrescos, de sal, de carne, de harinas refinadas, etc.; acompañando todo eso, la falta de una limpieza de “nuestros filtros” y, para rematar, el sedentarismo. Con una dieta inadecuada,  unida al consumo de alcohol y al tabaquismo (aunque sea de manera  social), se fomentará un ambiente increíblemente ácido en el organismo con una gran aceleración de su deterioro. Las células se volverán ácidas y, si además somos sedentarios, dejaremos las puertas abiertas a la posibilidad de tener alguna enfermedad  importante.  Nuestro sistema nervioso central (SNC) da las órdenes a las células y éstas las ejecutan. Todo lo que ocurre con  nuestra salud depende de nuestras células, pero es fundamental tener claro que para que las células estén sanas deben vivir  en un ambiente totalmente alcalino, libre de acidez. Es importante saber que el colesterol es la grasa degradada por las células, así como el ácido úrico es el radical libre de las proteínas. Estos radicales libres son desechados por las propias células, pero ellas no pueden vivir en contacto con sus propios residuos. Si dejas de cepillarte  los dientes durante 10 años, puede que te quedes sin dientes,  pues estos se pudrirán en tu boca; lo mismo pasa con las células de nuestro cuerpo si no las cuidamos. En la enfermedad del cáncer, como en muchas otras, es lo que suele pasar en la mayor parte de los casos. Así, cuanto mayor es la acidosis en nuestro organismo, mayor será la posibilidad de tener células enfermas y, en consecuencia, enfermedades. Si viviéramos en  contacto constante con nuestros excrementos, nos ducháramos en la bañera con ellos, durmiéramos con nuestros desechos, seguramente nos moriríamos en un corto espacio de tiempo. Pues no será diferente con nuestras células. En nuestras acciones del día, fomentamos una gran cantidad de desechos que se quedan en nuestro organismo hasta ser eliminados. En muchos casos estos radicales libres tardarán mucho en eliminarse debido a las malas praxis: dietas inadecuadas, adicción a las drogas, tabaco, alcohol, la utilización excesiva de fármacos, el sedentarismo, las enfermedades, etc. Frente a esa situación, las células intentan defenderse de varias maneras antes de ponerse enfermas. Una de esas maneras es la acidosis metabólica. Las células retienen agua con el fin de solventar la situación ácida dentro de su entorno, y eso ocasiona una subida importante en el peso corporal al mismo tiempo que en el volumen de la persona en cuestión (retención de líquidos).  En presencia de situaciones como estas, la actividad física gana una especial relevancia puesto que, al mismo tiempo que produce una importante alteración en la situación de acidosis vivida por las células, alteración promovida por la ingente entrada de oxígeno en el organismo, es capaz de controlar la retención de líquidos producida por las células como respuesta a dicha situación ácida. Hemos de recordar que son los pulmones y los riñones los que regulan el estado ácido/básico del cuerpo.

La supervivencia de las células:

Nuestras células deben vivir en un ambiente limpio, libre de desechos; de no ser así, su ADN cambiará para garantizar su propia supervivencia, pues de lo contrario, no conseguirían sobrevivir en un medio ácido. Las células sanas son alcalinas, tienen potasio en su interior y sodio en su exterior, mientras que  las células malas tienen mucho sodio en su interior. Esto es lo que facilita su supervivencia en un medio compuesto por acidosis, ya que en nuestro organismo tenemos un 9,4% de sodio en un 70% de medio líquido. Muchos pacientes de cáncer, estando o no en tratamiento, siguen con una excesiva ingesta de sal, de azúcar, de grasas, y en muchos casos, más de los que se imagina, siguen fumando.  Es fundamental que los pacientes de cáncer que se encuentran en tratamiento de quimioterapia, radioterapia, o mismo los que han sido intervenidos quirúrgicamente,  sigan una  dieta especial y adecuada, durante y después del tratamiento. En estos casos, la mejor dieta es la vegetariana.
Si echamos ácido en algún objeto, éste se corroerá. Con la acidosis ocurre lo mismo, pero dentro del organismo. La acidosis puede ocasionar la muerte de tejidos celulares: lo que llamamos fibrosis. Los ácidos  pueden ocasionar fibrosis hepática, pulmonar, renal, y todo ello puede pasar si no cuidamos de nuestros filtros. Un cáncer es la reunión de células enfermas que se localizan en alguna parte del cuerpo pudiendo dividirse. Las células enferman debido a la acidez, y si no hay acidez, no hay cáncer. En un coche, de tiempo en tiempo, cambiamos el filtro y revisamos su mantenimiento para que no tengamos problemas. Deberíamos hacer lo mismo con nuestro cuerpo; pero no podemos cambiar nuestros filtros, así que lo único que nos queda es cuidar de ellos.  Una persona en reposo mueve 7200 litros de sangre por día. Nuestros filtros son: el pulmón, el hígado, el riñón. Por cada uno de estos filtros pasarán al día 7200 litros de sangre estando en reposo.

¿Tienes remota idea de cuántos miles de litros de sangre ya han pasado por tus filtros?

Hemos de recordar que nuestros órganos funcionan 24 horas al día desde que nacemos hasta que morimos, y es de suma importancia cuidar de ellos. De una manera general, las personas deben cuidarse mejor, pero es importante  tener claro que el término “cuidarse” no debe referirse sólo a las malas costumbres y al sedentarismo, sino también a la forma de cómo nos cuidamos por dentro. La acidosis es un gran problema, y si la tenemos en cuenta y la evitamos podremos evitar muchas enfermedades, incluyendo el cáncer.
 Añadir a nuestra dieta las ensaladas, las frutas, el té (sobre todo el verde) y las infusiones de tomillo, es una opción muy interesante, pues éstos son depuradores y auxilian a nuestros filtros en la tarea de limpieza y eliminación de los radicales libres. Y si añadimos el ejercicio físico dentro de este contexto, daremos una gran calidad a nuestra salud, mas éste debe ser realizado siempre de manera equilibrada. En lo que versa respeto a la alimentación, hay que respectar los gustos y preferencias de cada persona; así que, independiente de la dieta que uno tenga, por lo menos una vez o dos por semana, sería interesante una dieta depurativa libre de carnes, y con mucha ensalada, té, frutas, etc. Los antioxidantes  son como “recogedores de basura” que se encargan de eliminar los radicales libres de nuestro organismo. Al mismo tiempo, también existen los antioxidantes exógenos,  que podemos encontrar en algunos alimentos que ingerimos. En las verduras y frutas se denominan “Fitoquímicos”.
Es fundamental educar a las personas sobre la mejor manera de cuidar de su salud. Se enseña a los niños que hay que comer para crecer, y que hay que hacer ejercicio físico para estar fuertes. En ningún momento se plantea decirles que  hay que comer sano y en cantidades correctas para  tener una buena salud y practicar ejercicio físico para tener una buena calidad de vida. Es importante educar a los niños y reeducar a los adultos, al mismo tiempo que es fundamental educar a los músculos. Los músculos “educados” también nos proporcionan una mejor estimulación de la AMPK (hormona que motiva la quema de glucosa). Al hacer ejercicio físico, los niveles de mitocondrias en los músculos suben de manera significativa; al contrario, ante la falta de actividad física, la concentración de ese gen se reduce, dejándonos cada vez más perezosos y en baja forma. La enzima AMPK es la que controla dicha producción. Ésta se activa con el incremento de la unión de la AMP- ATP, que es la energía que las células necesitan para vivir. Éste es uno de los motivos por lo que se debe recomendar la práctica de ejercicio físico a todas las personas. Más que para mantener la forma y la línea, el ejercicio físico es fundamental, pues permite que las células desarrollen su trabajo con mayor facilidad evitando que se pongan enfermas.  Al educar nuestros músculos, mejoraremos nuestra coordinación motora, y ese hecho es muy relevante, pues facilitará un importante incremento de las sinapsis cerebrales y, en consecuencia, un aumento de la inteligencia, no importando la edad, cosa que también será positivo para las células. La educación muscular se consigue con la práctica regular de actividad física. Dicha práctica tiene una gran relevancia en la consecución de la salud, pues hace que seamos capaces de aprovechar mejor el oxígeno, elimina mejor las sustancias nocivas (elimina el colesterol, por ejemplo), mejora el intercambio gaseoso, ahora energía y produce menos sustancias de desecho, etc.; pero también debemos tener mucho cuidado con la manera en la que se lleva a cabo la practica del ejercicio físico, pues dicha práctica, cuando es realizada en exceso y de manera desmesurada o desequilibrada, puede generar muchos problemas,  y entre ellos uno de los más importantes es el estrés oxidativo.
El ejercicio físico origina naturalmente y de manera importante los radicales libres de oxígeno que colaboran  en la acción del daño a distintas moléculas en el organismo.  En los alimentos existen numerosos compuestos orgánicos y químicos. Debido al metabolismo, nuestro organismo realiza procesos de oxidación donde el combustible, que es la glucosa (azúcares), es oxidado con moléculas de oxígeno que resulta en la liberación de energía y desechos denominados radicales libres (1). Estos radicales libres pueden producir  destrucción tanto a nivel intracelular en el ADN,  como a nivel sistemático, arterial, cerebral, etc. Para solventar esa situación el organismo tiene varios  procedimientos para estimular su defensa, entre ellos, los sistemas antioxidantes no enzimáticos (la vitamina E y la vitamina C). El problema ocurre cuando la producción de radicales libres supera la capacidad del organismo en antioxidar, generando  con ello un desequilibrio que tiene como resultado el estrés oxidativo y, en consecuencia, el daño celular.
La combinación de una dieta alcalina equilibrada junto con la práctica de actividad física regular, adecuada y moderada, es capaz de reducir el ácido carbónico en los pulmones, el ácido graso en el hígado y el ácido úrico en los riñones, proporcionando así una limpieza de nuestros filtros, protegiendo el organismo y previniendo las enfermedades, al mismo tiempo que facilita un ambiente alcalino a las células. Las enfermedades, en su mayor parte, provienen de un largo proceso de degradación en el estilo de vida, y como consecuencia en el organismo, empeorando así la calidad de vida de las personas que las padecen. Desafortunadamente, seguimos viendo a las enfermedades desde un enfoque muy reducido, y  la mayor parte de las veces, desde sólo un punto de vista, el de curar. No obstante, existen varios caminos que nos dan ventaja en ese combate entre la salud y la enfermedad. Algunos de ellos, y de los más efectivos, con la educación y la prevención. La unión de una vida activa junto con una alimentación equilibrada, nos proporciona todos los elementos para que tengamos una buena salud. En presencia de alguna enfermedad, esa receta puede fusionarse con los tratamientos prescritos por los facultativos, haciendo que la recuperación de la misma se haga de una manera bastante más rápida.  

 



(1)  El blog del Dr.Sergio Simphronio – LA ACTIVIDAD FÍSICA Y EL ESTRÉS OXIDATIVO






miércoles, 6 de agosto de 2014

EJERCICIO FÍSICO Y ALZHEIMER: La actividad física puede favorecer la salud cognitiva.

La salud que tendremos mañana, dependerá de cómo nos cuidamos hoy.
Según la Organización Mundial de la Salud  se estima que 35.6 millones de personas en el mundo padecen alguna demencia. La enfermedad de Alzheimer es la más común. Ha sido comprobado en algunos estudios que con el control de otras enfermedades y de algunos factores de riesgo como la hipertensión, la obesidad, la diabetes, la  depresión, el sedentarismo y también el tabaquismo, se puede reducir la prevalencia de Alzheimer en el mundo. Las personas con esta enfermedad van perdiendo la memoria, y con el tiempo esa situación va empeorando. Es una enfermedad que elimina la autonomía de toma de decisiones, al mismo tiempo que inhabilita a la persona para la ejecución de tareas diarias. Eventualmente, las complicaciones provenidas del Alzheimer pueden ocasionar la muerte. En Estados Unidos es la quinta causa de muerte, de acuerdo con el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de este país. Sobre 5.3 millones de personas en Estados Unidos padecen  Alzheimer.
La demencia es un trastorno definido por un deterioro cognitivo  progresivo ocasionado por daños o desórdenes cerebrales, con tamaña transcendencia que es capaz de alterar negativamente la calidad de vida de la persona que lo padece, así como de inhibir su autonomía para el desarrollo de una vida normal e independiente.  La actividad física y una alimentación equilibrada pueden jugar un papel primordial en la prevención de las enfermedades. Con respecto  a la salud cerebral de personas adultas, algunos estudios han observado una disminución del declive cognitivo  en aquellas personas que practican ejercicio físico y que tienen una dieta equilibrada. En una metódica revisión, comprobamos  una importante  conexión entre actividad física y una reducción del riesgo de desarrollar demencia.
Hemos desarrollado un estudio  sobre la posibilidad de reducir el deterioro cerebral  vía ejercicio físico.  Dicho estudio tuvo una duración de 2 años, e intervinieron 400 personas con edades comprendidas entre 65 y 80 años, siendo 120 hombres y 280 mujeres. Las personas fueron divididas en dos grupos, uno que practicaría ejercicio físico y otro que no. El objetivo era conocer las zonas del cerebro que realmente se estimulan con la práctica de la actividad física, al mismo tiempo que mesurar el desarrollo cognitivo del cerebro dentro del ejercicio físico mediante  las zonas del cerebro que se estimulaban durante la práctica. Se trataba de  evaluar la posibilidad de inhibir el declive cognitivo y cerebral en personas adultas, sobre todo en las personas mayores, por medio del entrenamiento aeróbico coreografiado acompañado de música, con  desplazamientos en todas las direcciones, giros, cambios de ritmo, y al mismo tiempo mejorar su capacidad cardiorrespiratoria. Las clases tenían una frecuencia de 3 veces por semana y una duración de 60 minutos. Esta clase de movimientos coreografiados ocasionan una  inestabilidad positiva y hacen que el cerebro tenga que aprender rápidamente y a la vez dar soluciones efectivas  para mantener el cuerpo en equilibrio y  libre de problemas. También dentro de ese mismo trabajo, se utilizaron  muchos movimientos de coordinación motora de manos y brazos. El cerebro utiliza un 10% de su energía solamente para gestionar los movimientos de las manos, así que resultaba ser una buena idea también el plantear desafíos coreografiados utilizando las manos y los brazos. Todo el trabajo estaba enfocado en clases dirigidas de aerodance y step. El objetivo era estimular   varias inteligencias como la inteligencia espacial o visual, la matemática, la interpersonal, o la musical. Desde luego no eran las mismas clases que se imparten a veinteañeros, pero tampoco eran clases enfocadas a la tercera edad, como se suele decir. El grado de dificultad de las mismas era respetable, sobretodo  tratándose  de personas de esas edades. Al final de cada sesión se procedía a hacer trabajos de estiramientos. 

Se ha comprobado que los entrenamientos físicos de resistencia aeróbica coreografiados que contienen cierto grado de dificultad con respecto a la coordinación motora y que son aplicados de manera habitual, se relacionan con una disminución del riesgo de padecer demencia.  Cuanto mejor es la coordinación motora, mejores serán las respuestas neurofisiológicas de cara a los estímulos musculares. La coordinación motora proporciona una mejor acción muscular y a la vez perfecciona la interpretación nerviosa del movimiento. Estando el cerebro en equilibrio con el cuerpo, cualquier clase de estímulo que recibamos será rápidamente asimilada. Las sinapsis cerebrales funcionarán de una manera bastante más acelerada y las respuestas musculares se harán de una forma inmediata. Nuestro cerebro es musical, y la música estimula el movimiento, hecho que propicia el desarrollo de la inteligencia, siendo una combinación perfecta para el aprendizaje, no importando la edad. La música es capaz de llegar a cualquier función cognitiva  y afectiva en la estructura del cerebro. La música está directamente relacionada con nuestro cerebro primitivo, y es capaz de provocar distintas reacciones emotivas en las más diferentes situaciones.  Al combinar música y movimiento, nuestro cerebro recibe una ingente cantidad de estímulos y tiene que ponerse en marcha dentro de una actividad frenética,  y eso es tremendamente positivo cuando el objetivo es inhibir la demencia. Hemos comprobado que el entrenamiento de resistencia  aeróbico coreografiado enfocado a adultos mayores sedentarios, fue capaz de incrementar  el tamaño del hipocampo (en un 2,47% en el izquierdo y en un 2,15% en el derecho). Al término del primero año, nos hemos percatado de que la memoria de los participantes del primero grupo se había incrementado; sin embargo, en el segundo grupo, que no había practicado ejercicio físico en ningún momento, se observó un deterioro de un 1,20% y 1,25% en el hipocampo en los dos lados.
Al desarrollar alguna actividad coreografiada, tanto en hombres como en  mujeres,  el Lóbulo Frontal es accionado, y  con sus neuronas se encarga de controlar los músculos del cuerpo, de la reproducción del habla, de la elaboración del pensamiento y de la emoción. El Lóbulo Parietal influye en la  ubicación espacio-temporal, que se relaciona con los sonidos y la memoria, además de participar en los desplazamientos de la persona en cuestión, fomentando la integración espacio / individuo. También calcula las distancias entre el individuo y los  demás mientras  están en movimiento. El Lóbulo Occipital interpreta las imágenes y figuras coreográficas. El Lóbulo Temporal se encarga de complejas tareas como el reconocimiento de procesos auditivos y visuales; se ocupa de la audición y del lenguaje, entre otras funciones. Al escuchar las músicas que son utilizadas en las sesiones de entrenamiento, el lóbulo temporal se encarga de descifrar todas las informaciones que son recibidas.  Cuando nos comunicamos oralmente con otra persona pasa lo mismo: todo el proceso de memorización auditiva y  la gestión de las informaciones que recibimos  pasa por ese interesante órgano, que recibe, procesa e identifica la información que entra a través del oído; además, también ayuda en la gestión del equilibrio y regula las emociones. El Cerebelo, de entre varias funciones, también ayuda a controlar el equilibrio del cuerpo, no importando la situación en que éste se encuentre.  Al bailar o con la utilización de movimientos coreografiados dentro de un entrenamiento,   el metabolismo se  acelera y, en consecuencia,  habrá un incremento en la cantidad de riego sanguíneo. Cuanto mayor es la cantidad de riego sanguíneo, mayor será la claridad para ver las cosas y para la toma de decisiones. Otra de las cosas interesantes que ocurren con la subida del riego sanguíneo, es el aumento de la neuroplasticidad; en otras palabras, una mayor conexión entre neuronas. Estimular el riego sanguíneo en esas poblaciones es algo muy interesante.

La actividad física puede favorecer la salud cognitiva mediante  algunos beneficios observados en el sistema cardiovascular que se extienden al sistema cerebro-vascular: el incremento de la neurogénesis, principalmente a nivel del hipocampo,  la mejora de la citoarquitectura cerebral y de las propiedades electrofisiológicas, el aumento de los factores de crecimiento cerebrales,  una disminución de la formación de las placas amiloides en la enfermedad de Alzheimer.


                 Además de estimular las inteligencias, en este estudio se buscaba
                                     
ACTH – hormona del estrés
AMPK – hormona que estimula la quema de glucosa. Ésta se pone en marcha cuando hacemos ejercicio y una de sus actividades es favorecer el  aumento  del consumo de glucosa  y de oxígeno en los músculos.
S/E/O/D/N – hormonas del bienestar y de la felicidad
LRRTM1 – gen relacionado con el uso de las manos. Cambia la simetría del cerebro de manera congénita o impuesta.

Se han obtenido resultados   muy interesantes, pues las zonas cerebrales que han sido estimuladas son  las mismas que se estimulan  en las actividades de desarrollo  cognitivo libres de actividad física.
La actividad  física para el desarrollo cognitivo, además de ser un favorable entrenamiento cardiovascular,  es capaz de incrementar  la reserva cerebral mediante la inducción de neurogénesis y sinaptogénesis, de aumentar la reactividad sináptica del hipocampo,  de mejorar la vasculatura cerebral,  de reducir el depósito de hierro en el cerebro, de reordenar las redes neurocognitivas,  de debilitar  las reacciones adversas de las hormonas del estrés en el cerebro, de alterar  la densidad de las lesiones de la sustancia blanca que reflejan microangiopatía, y de mejorar el rendimiento cognitivo.  Algunos otros estudios han comprobado que las actividades cognitivamente estimulantes desde las primeras edades, se asocian a una disminución del riesgo de sufrir enfermedades cerebrales en el futuro, sobre todo en las mujeres, y eso podría empezar desde la gestación.  Durante el embarazo, el ejercicio físico controlado y supervisado ayuda a mejorar  la circulación fetal, mucho más que estar en reposo en la cama, lo que beneficiaría enormemente al feto. Es tremendamente positivo para la madre, al mismo tiempo que se fomentan los primeros estímulos al bebé antes mismo de nacer.
No obstante, si  direccionamos nuestras miradas al desarrollo de la inteligencia,  hay varios estudios que han comprobado que los niños que hacen ejercicio tienen un mejor rendimiento académico. El aumento del flujo sanguíneo que llega al cerebro hace que mejore su oxigenación; de otra parte, los factores de crecimiento se incrementan de una manera muy significativa, lo que favorece en los niños la creación de nuevas neuronas y potencia la flexibilidad sináptica del cerebro, lo que es fundamental en estas edades. Asimismo, el ejercicio físico también aumenta las cantidades de dos neurotransmisores (noradrenalina y endorfina) que disminuyen el estrés, mejoran el ánimo y son importantes para conseguir un mejor aprendizaje.  Un buen entrenamiento físico es capaz de estimular el cerebro, y a la vez de proporcionar una estupenda  mejoría física, tanto en las primeras edades como en las edades adultas, al mismo tiempo que será capaz de fomentar una vejez libre de enfermedades, sobre todo de las cerebrales. Desde luego todavía hay mucho que aprender y mucho camino por recorrer dentro de las enfermedades, principalmente las del cerebro, sin embargo los resultados hasta ahora están siendo muy prometedores.

En 21 días las células madre se convierten en neuronas. Por este motivo es fundamental que tengamos en cuenta que siempre podemos aprender cosas nuevas y que la edad no debe ser un impedimento para ello. La actividad física es una gran herramienta para el desarrollo de la inteligencia en todas las edades, y concretamente para prevenir el deterioro cognitivo.  La mejor manera de mantenernos biológicamente jóvenes es  aprender siempre algo nuevo.