Ayer
fue el Día Internacional de la Danza
que,
desde los años 80, es celebrado en todo el mundo por los amantes de este arte
tan fabuloso y al mismo tiempo tan sufrido. Yo siempre digo que los bailarines son los “atletas de la cultura”, puesto que trabajan su cuerpo con enorme esfuerzo y, en
muchos casos, sobreesfuerzo. Al contrario de los atletas de alto nivel, los
bailarines no tienen como objetivo la victoria en un partido o en una
competición, sino estar en su mejor forma física y representar su mejor función.
A los que amamos la danza siempre nos emociona ver grandes performances. Desafortunadamente, estos
profesionales son muy poco valorados.
Bailar
no es cosa fácil.
La mayoría de las personas no tiene ni idea
de la gran cantidad de horas que estos profesionales dedican a clases de danza
con el objetivo de mejorar su técnica y para perfeccionarla. En el momento en
el que consigan un nivel técnico aceptable que les permitirá subir a un escenario, seguramente ya habrán pasado muchos años. Cuando llegue el momento de
dar el salto hacia un nivel profesional, les serán otorgadas aún más responsabilidades, lo que les obligará
a hacer más clases de mantenimiento y perfeccionamiento.
Las técnicas utilizadas en el mundo de la
danza para conseguir equilibrio,
coordinación, sincronización, etc., básicamente siempre fueron las mismas y han cambiado muy poco. De una manera general, danzar nos proporciona una de las mejores herramientas para
desarrollar la inteligencia, aspecto éste desconocido por muchos. No importa de qué edad se trate, los estímulos
que pueden ser favorecidos a través del movimiento y de la música son
incontables. La danza desenvuelve la inteligencia espacial, la inteligencia
musical, la memoria auditiva, la memoria visual, la inteligencia interpersonal,
la inteligencia intrapersonal, la inteligencia matemática… También controla el cortisol, y estimula la acción de la enzima AMPK, que se pone en funcionamiento cuando bailamos
o hacemos ejercicio. Una de las actividades de dicha enzima es auxiliar el
aumento del consumo de azúcar
y de oxígeno en los músculos. Si estas enzimas dejan de existir en el
organismo de una persona por falta de actividad física, ésta tendrá un
menor nivel de mitocondrias, que son la central de energía de las células, y
eso dificultará la absorción de glucosa en el momento en el que desarrolle
algún tipo de actividad como bailar o hacer ejercicio. Al bailar con
regularidad o al hacer ejercicio, los
niveles de mitocondrias en los músculos suben de manera significativa; al
contrario, ante la falta de actividad física, la concentración de ese gen se reduce,
dejándonos cada vez más perezosos y en baja forma. La enzima AMPK es la que
controla dicha producción y es considerada la “enzima de la pereza”.
Bailar es una actividad muy interesante que
posibilita recibir y desenvolver una gran cantidad de estímulos: la
sincronización del movimiento con la música, los desplazamientos en todas las
direcciones, la medición de las distancias con las demás personas para
que no existan accidentes, aprender a observar el lenguaje corporal, etc.; y
todo ello nos será de gran provecho en nuestras vidas, pues la danza nos
proporciona una inmensa cantidad de información corporal.
La danza promueve la inhibición del estrés,
de la ansiedad y del miedo, debido a que
mientras se baila se produce una tremenda cantidad de sinapsis entre un
incontable número de neuronas. Cuando una
persona baila, ya sea a nivel profesional o amateur, está centrada en
aprender y desarrollar los cánones que fundamentan dicha actividad. Comparando el
estado de las personas antes de empezar una sesión de danza y después, es
posible comprobar que los cambios anímicos son evidentes.
Estos cambios se producen debido a que la
danza es capaz de involucrar varias zonas del cerebro que se encargan de ayudar
a nuestro estado de ánimo. Con la danza
se estimula la liberación de dopamina, de serotonina, de oxitocina, etc. Al bailar, se estimula el hipocampo (parte
del cerebro que regula el estado anímico y las zonas que comprenden la
coordinación motora), se inhibe la depresión con la estimulación de endorfinas,
se fortalecen las pautas mentales y la creatividad, se incrementa
significativamente el flujo sanguíneo hacia el cerebro y, al mismo tiempo, los
niveles de oxígeno, beneficiando así la acción de los neurotransmisores, y se
aumenta la transmisión nerviosa. Ayuda en la prevención y combate de las
enfermedades cardiovasculares y de muchas neuromusculares; mejora las habilidades de atención, de
memorización y de comunicación, además de incrementar significativamente la
coordinación motora.
También colabora en el incremento de
neuronas en los niños, favoreciendo un mayor
número de sinapsis a través de los estímulos proporcionados mediante la unión de los movimientos con la música. La
música les incita a pensar rápido y a buscar soluciones psicomotrices a la gran
cantidad de impulsos que se proporcionan en una clase de danza. Es una
actividad que se adapta a todos los públicos. De otra parte, los lazos sociales
que pueden ser desplegados con la danza son realmente interesantes. De una
manera general, los que practican esta actividad, son personas libres de estrés
y posen comportamientos positivos. La
explicación es que la danza, además de fomentar una buena preparación física,
se compone de dos herramientas muy importantes: la música y el movimiento. La
unión del ejercicio físico y la música resultan en un compuesto homogéneo que
culmina en una gran explosión de energía y sensualidad.
¡FELIZ
DIA INTERNACIONAL DE LA DANZA !
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