A menudo vemos en los gimnasios personas descoordinadas que son capaces de desentonar dentro de un grupo y de ser la diana de todas las miradas. Normalmente son individuos con poca flexibilidad y extinta musicalidad. De una manera general son personas que tuvieron muy poco o nulo contacto con los trabajos de psicomotricidad cuando eran niños.
En ausencia de anomalías al nacer, todos tenemos las mismas posibilidades neuromusculares y psicomotrices. Lo que cambia son las informaciones que recibimos a lo largo de nuestra infancia y adolescencia. Nadie nace con coordinación motora. En los primeros años de vida tenemos una ingente descoordinación neuromuscular debido a que las sinápsis neuronales en los bebes no están del todo desarrolladas y todavía son imperfectas. Al paso del tiempo con su desenvolvimiento y crecimiento, éstas se hacen perfectas haciendo que mejoren las informaciones neuromusculares y teniendo como producto final el control del movimiento. Como un ejemplo, cuando el niño empieza a caminar solo.
La naturaleza hace su trabajo de una manera magnífica, compete a nosotros seguir desenvolviéndonos. Si un padre apunta a su hijo desde edad temprana a la práctica de un deporte, como por ejemplo el tenis, si este niño será un campeón o no, eso no lo sabemos, pero está claro que con el paso de los años dominará la raqueta con una gran destreza. Lo mismo pasaría con los demás deportes. Si este mismo padre apunta su hijo o hija a clases de danza desde las primeras edades, con el tiempo puede que este crío se haga un estupendo bailarín, o como mínimo bailará muy bien. En otras palabras, el movimiento se aprende y se entrena. Todo depende de la información que recibimos y de lo que hacemos con ella. Sin embargo las personas que no tuvieron la posibilidad de practicar alguna actividad desde pequeños, deberían hacerlo en la edad adulta. Está claro que los niños tienen una tremenda facilidad para el aprendizaje y asimilación de nuevas informaciones, pero los adultos también son capaces aprender nuevos trucos...El cerebro siempre está dispuesto a recibir información, no importa la edad.
La coordinación motora es una cuestión de información y entrenamiento neuromuscular, no importa el sexo, tampoco la edad. A medida que pasan los años, más nos damos cuenta de que tanto el hombre como la mujer tienen las mismas capacidades de aprendizaje y de desarrollo de la información recibida. Las aptitudes intelectuales tanto de uno como del otro son las mismas. Referente al desarrollo neuromotor pasa lo mismo. Un hombre puede ser un estupendo bailarín, así como una mujer una fantástica jugadora de fútbol.
De otra parte, en los temas que versan respeto al entrenamiento y desarrollo de la coordinación motora en las edades adultas, las mujeres salen ganando, pues los hombres todavía tienen un cierto rechazo al aprendizaje de actividades que unen ritmo y movimiento; por otro lado, las mujeres prefieren actividades donde existan elementos como la música y la coreografía. Música y coreografía son mecanismos claves para la mejoría de la coordinación motora y para el desenvolvimiento de la psicomotricidad.
Desafortunadamente en algunos países aún existe un cierto preconcepto respeto a las actividades coreografiadas.
Nuestro cerebro necesita desafíos constantemente. Dar estímulos al encéfalo es la mejor manera de entrenarlo. Los estímulos que se refieren al sistema neuromuscular son los que favorecen el desarrollo y mejoría de nuestra coordinación motora. Infelizmente poco se hace para el avance de este departamento.
Un gran amigo mío, doctor en química y presidente de una importante empresa de esta rama en México, cierta vez se propuso como un desafío personal empezar a hacer clases de Hip Hop. Él nunca había entrado en una clase de gimnasia en la vida y el único contacto que había tenido con la danza, fue como espectador en los musicales de Broadway y en los espectáculos a los que asistía. El punto positivo que tenía era que la danza le encantaba, pero soy consciente que mi amigo no era la persona más agraciada para dicha actividad. Para mí era un experimento, para él un reto.
En sus primeras clases su cuerpo no respondía a las informaciones que recibía. Le costaba mucho asimilar los movimientos y su cerebro se bloqueaba constantemente. Me di cuenta de que su problema no era timidez, tampoco vergüenza; el problema que tenía era que pensaba demasiado. Intentaba buscar una lógica para todo, al igual que hacen los químicos como él. A los movimientos no hay que entenderlos, sino ejecutarlos y mecanizarlos. El cerebro se encarga de codificarlos. Mi amigo entrenaba las coreografías después de su trabajo en la empresa durante 1 hora todos los días.
El movimiento es similar a los libros. Los libros mejoran nuestros conocimientos, nuestra lectura, nuestro raciocinio, nuestra manera de hablar y de pensar. El aprendizaje y entrenamiento de los movimientos mejoran la acción neuromuscular haciendo que nuestro cerebro haga que los músculos reaccionen de una manera bastante más rápida a todos los estímulos que reciba. Cuanto mayor la cantidad de estímulos diferentes, mejor será el desarrollo de nuestra coordinación motora.
En el caso de mi amigo, el resultado fue sorprendente, además de muy satisfactorio. Al cabo de dos meses lograba seguir las coreografías como todos los demás; por supuesto con sus limitaciones, pero lo más importante de este estudio es que conseguí comprobar que una persona aparentemente descoordinada, sin flexibilidad, sin musicalidad, y de raciocinio radicalmente lógico consiguiera bailar ejecutando movimientos difíciles y de extremada dificultad coreográfica. De otra parte me decía que el haber empezado con las clases de danza, hizo que le resultara más agradable para sus piernas hacer footing, además que se sentía tremendamente más coordinado.
En este momento era consciente de que no podía parar ahí, y planteé el mismo estudio con una persona que tenía una gran comodidad con en la ejecución de movimientos difíciles. Era una bailarina profesional y presumía de una envidiable coordinación motora, además de tener una musculatura y flexibilidad muy bien trabajadas. Le he planteado movimientos que huían totalmente de lo que ella estaba acostumbrada. Se diseñaron movimientos coreografiados con y sin música, pero nada dentro del radio de conocimiento de esta profesional. El objetivo era evaluar su capacidad psicomotriz. Fue realmente sorprendente, pues sus reacciones fueron exactamente iguales a las de mi amigo en el principio del experimento. Su cuerpo se bloqueaba en casi todos los estímulos planteados. Una vez que se familiarizaba con los ejercicios a través de la repetición, conseguía ejecutarlos, pero con más tensión e inseguridad de la que experimentó mi querido ingeniero químico.
En el caso de mi amigo, la asincronía de los músculos, del movimiento y de sus oídos al recibir las informaciones auditivas, le hacía perderse dentro de unos estímulos que en su vida había probado. De otra parte, una vez que se familiarizó con las nuevas informaciones recibidas, se puso a entrenarlas facilitando así la sincronía muscular para dichos estímulos. En el caso de la bailarina la cosa era diferente, pues ésta ya gozaba de una estupenda sincronía muscular y tenía todos los elementos para disfrutar de un inusitado control del movimiento. El tema era que ella estaba acostumbrada con otra clase de información auditiva y coreográfica, hecho que le supuso una tremenda dificultad en la asimilación de nuevos estímulos a la vez que le provocó una colosal inseguridad. De la misma manera que sucedió a mi amigo, la bailarina se sumergió en sus deberes de casa y entrenó los nuevos movimientos de la manera que se le sugería. Al final logró realizar los movimientos.
Lo que el estudio nos ha dejado claro es que en las funciones regulares del sistema nervioso, todos funcionamos de la misma manera. Los que tengan un mejor desarrollo motor tendrán una mejor respuesta neuromuscular y en consecuencia mejor coordinación motora. Eso depende de cada uno.